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FRENTE A LA INDIFERENCIA DE LOS CIUDADANOS

La corrupción, el instrumento para alcanzar y mantener el poder en Iberoamérica

Cristina Kirchner junto a Nicolás Maduro, Evo Morales y otros presidentes durante una cumbre de Mercosur. Reuters

El síntoma principal para notar como la corrupción ha dejado de ser una lacra social para convertirse en parte de la normalidad en una sociedad, está en el lenguaje. En la forma como la gente habla de la corrupción. Allí donde se usen palabrejas inventadas y chistes al respecto del aprovechamiento de los dineros públicos o de las posiciones públicas, allí tendremos una sociedad lista para la instalación de un régimen que haga de la corrupción su herramienta. Y a nadie le molestará.

En Colombia se habla de la “mermelada” para referirse al delito de recibir coimas a cambio de favores políticos. En el resto de Hispanoamérica, “mordida”, “mascada”, “mojar la mano” o “dejar caer”, son frases de uso común para referirse al robo de dinero público o al aprovechamiento de posiciones. “Enchufarse” o “conectarse” son términos usuales cuando se habla del tráfico de influencias. Y así, al infinito dependiendo del país y de las posibilidades que la laxitud de la justicia permita en cada caso.

Si se llega al chiste, ya estamos en nivel metastásico. En Venezuela, cuando la hegemonía en el gobierno la ejercían los adecos (socialdemócratas) y los copeyanos (socialcristianos), era común escuchar los argumentos sobre la corrupción que definía a ambos: los adecos roban y dejan robar, los copeyanos roban ellos solos. Y se decía así, como un chiste que a la vez era verdad aceptada. Incluso, hubo quien lo convirtió en lema partidista, pues cuando el partido socialdemócrata venezolano lanzó el eslógan “con AD se vive mejor”, no hacía más que decir de forma elegante lo que se decía vulgarmente en la calle sobre sus andanzas.

La banalización de la corrupción

Aceptar la corrupción como un hecho normal en la política, como una consecuencia o un precio a pagar por la sociedad, es lo peor que puede pasar en un país. Se les abre la puerta a demonios que al desatarse terminan siendo incontrolables con el paso del tiempo.

Y es aquí donde se debe hacer la explicación de por donde empiezan los males, antes de que se analice de forma errónea la dirección que lleva la ruleta de la corrupción. No es que el socialismo llega al poder y de la nada corrompe a la sociedad. No. Es que una sociedad que deja entrar a la corrupción y la banaliza, tendrá al socialismo llegando al poder y a partir de ahí los propios mecanismos de la corrupción permitirán que el socialismo permanezca en el poder, maximizando la corrupción que ya existía.

Otra vez el ejemplo venezolano. Hemos dicho ya que la hegemonía anterior al chavismo era redomadamente corrupta en los últimos años, hasta el punto de que la única diferencia entre gobierno y oposición era la forma en que compartían el producto de sus fechorías. Siendo así, el chavismo no es sino la fase de putrefacción del sistema previo, donde todo fue a peor en cuanto a las principales acciones delictivas derivadas de la corrupción y posibles solamente gracias a la corrupción. Con esto, la relación clientelar que la sociedad tenía con el Estado, permitió que al llegar el chavismo al poder solo se tuviese que utilizar lo que ya existía, sin necesidad de cambiar mucho. Una cosa era vender el cambio y otra cosa era la materialización.

El chavismo, ante el agotamiento del modelo de reparto de la renta en la sociedad, vendió la venganza. No hay dinero porque se lo robaron, por lo tanto castiguemos a los que se lo llevaron. El castigo fue simplemente sustituirlos, pues con eso se conformó la mayoría. Después, los altos precios del petróleo y el manejo displicente de los presupuestos, permitieron construir una serie de mecanismos clientelares donde toda la sociedad, en todos sus estratos, tenía su bono. Su prebenda. Su mascada, mermelada, mordida. Fuese a través de “cupos” del control cambiario para viajar o para importar o fuese a través de las famosas “cajas CLAP” de reparto de comida, que no solo es de mala calidad sino que además el ciudadano tiene que pagarlas.

Cuando la sociedad se pervierte de esta manera, ya el voto se convierte en una transacción y no en una elección. El votante se despoja de su rol de ciudadano responsable y en una sociedad corrompida se compran los votos o se roban directamente, y la fiesta sigue indefinidamente porque los reclamos son acallados con reparto: se calla una oposición que tiene gobernantes regionales que reciben presupuesto. Se calla la prensa que recibe contratos de publicidad. Se callan artistas subvencionados con dinero público. Se calla el necesitado que recibe su bono de solidaridad.

Y el silencio es el mejor aliado de la corrupción.

Corruptos y corruptores

El socialismo en su fase superior llega a lo delictivo. Solo hace falta una mera revisión de sus actuaciones en los países donde han arrasado con la institucionalidad y el panorama es patético.

Lo de Venezuela es de contar y no creer. Pero en Perú pareciera vivirse en una constante cuenta regresiva para salir de un presidente corrupto e implantar a otro más corrupto y así hasta el infinito. En Brasil un corrupto ha llegado de nuevo al poder, con sus aliados en Colombia, Venezuela, Nicaragua, México, Argentina y más allá, haciendo fiesta por el retorno.

Pero queda revisar lo evidente, para que quienes tengan que tomar nota lo hagan. La corrupción permite que el narcotráfico actúe, pues cuando policías, jueces y fiscales son corruptos, no habrá quien detenga al poder del narco. Iguale eso a delitos atroces donde están el tráfico de personas, el fraude electrónico, la evasión fiscal, el simple robo de vehículos y otros delitos contra la propiedad. Pero llegue más allá y note como un sistema judicial y policial corrompido, dejará en la calle a cualquier delincuente siempre que pueda pagar. Por muy atroz que sea el delito, allí donde la corrupción haya hecho metástasis, verá usted leyes hechas a la medida de corruptos, de ladrones, de violadores, de pederastas.

Y los verá caminando tranquilos en la calle. Serán los delincuentes como el humo del café, que todo el mundo los ve pero nadie los atrapa. Ese es el síntoma. Aquel país que vea delincuentes en la calle actuando con impunidad, tendrá poco tiempo para actuar contra el verdadero problema. Y ese problema es la corrupción.

Ojalá algunos se den cuenta antes que sea demasiado tarde.

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