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LOS NICARAGÜENSES LA VEN CON RECELO

La falta de credibilidad del «sandinismo disidente» impide la creación de un bloque opositor a Ortega

Un niño camina frente a un mural de Daniel Ortega en las calles de Nicaragua. Twitter

La radicalización de la dictadura de Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo descabezó a la oposición, canceló personerías jurídicas a tres partidos políticos, mantiene en las mazmorras a más de 200 presos políticos, ha consolidado el estado represivo con la contratación de más agentes y cuenta con el respaldo de las Fuerzas Armadas, la Policía y los grupos paramilitares.

A casi cinco años de la crisis sociopolítica que estalló en 2018, la disidencia en el exilio no logra consolidar un bloque opositor. Ha primado la desconfianza y el oportunismo del sandinismo disidente que gobernó con Ortega durante el primer régimen sandinista (1979-1990), que tiene como objetivo encabezar el liderazgo de esa oposición y llegar al poder e instaurar un régimen de izquierda.

Los distintos sandinimos

Algunos nicaragüenses creen que las tendencias del sandinismo podrían “entenderse” nuevamente. Sus argumentos se basan en dos hechos históricos que avalan esa tesis. Antes de la guerra contra el régimen de Anastasio Somoza Debayle, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), estaba dividido en tres tendencias – Guerra popular Prolongada, la Proletaria, y la Insurreccional o tercerista –, la última encabezada por los hermanos Daniel y Humberto Ortega y Víctor Tirado López, a la que perteneció Dora María Téllez, hoy una política presa a manos de su antiguo aliado.

Las otras dos tendencias la integraban Tomás Borge Martínez, Carlos Núñez Téllez, Bayardo Arce Castaño, Jaime Wheelock, Henry Ruiz y Luis Carrión Cruz.

Las tres tendencias se unieron en diciembre de 1978, en la ofensiva final contra el gobierno de Somoza, al que derrocaron el 19 de julio de 1979. En el comunicado que anunciaban la unidad declaraban su “antiimperialismo” y la mediación del gobierno de Estados Unidos.

“Rechazamos la mediación imperialista que no es más que una burda maniobra intervencionista mediante la cual el imperialismo yanqui trata de burlar las aspiraciones revolucionarias del pueblo de Nicaragua implantando un gobierno reaccionario y sometido a sus designios, un somocismo sin Somoza. Advertimos que nos opondremos intransigentemente a la intervención imperialista levantando contra ella los fusiles revolucionarios”, expresaba el documento publicado.

Despotricaban contra Estados Unidos pese a que recibieron el apoyo de la administración demócrata de Jimmy Carter, que tras el triunfo sandinista recibió en la Casa Blanca a Ortega, Sergio Ramírez Mercado y Alfonso Robelo, que integran la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional.

Las tres agrupaciones sandinistas gobernaron en un solo bloque e instauraron una dictadura socialista cumpliendo las directrices del régimen comunista de Cuba. Era común ver a los dirigentes sandinistas, los llamados nueve “comandantes” y “comandantes guerrilleros” como Téllez, reunidos y sonriendo con el dictador Fidel Castro.

Fue una época donde hubo ejecuciones extrajudiciales, fusilamientos públicos, fosas comunes y encarcelamientos a todo aquel que había sido somocista u opositor al sandinismo. Miles huían del país; primero por razones políticas, luego económicas.

La Navidad Roja, en 1983 en la Costa Atlántica; y las fosas comunes de La Pólvora, están entre los crímenes cometidos por el sandinismo documentados en la época por organismos de derechos humanos. Los abusos, la persecución y crímenes contra la población durante una década, llevaron al sandinismo a perder las elecciones en 1990, tras el desgaste de una segunda guerra financiada por un lado por Estados Unidos; y por el otro, la Unión Soviética y Cuba.

Cinco años después de la pérdida del poder, los sandinistas se dividieron por segunda vez. Un sector del sandinismo que dirigía Sergio Ramírez Mercado, ex vicepresidente de Nicaragua, junto a otros cabecillas crearon su propio partido: el Movimiento Renovador Sandinista (MRS, hoy Unamos), que se autodenomina como de “izquierda democrática”, pese a los antecedentes de crímenes de sus fundadores.

La reunificación para apoyar a Ortega

Seis años más tarde, en agosto de 2001, los sandinistas se unieron nuevamente. Está vez para las elecciones con el objetivo de respaldar a Daniel Ortega, el candidato perpetuo del FSLN, que dos años antes había sido denunciado por abuso sexual y violación por su hijastra Zoilamérica Ortega-Murillo.

En marzo de 1998, Zoilamérica denunció los abusos a los que fue sometida por su padrastro desde que tenía 11 años en Costa Rica. Algunos del sandinismo disidente la apoyaron, pero la denuncia fue lapidada cuando se unieron a Ortega para retornar al poder. Poco importaron los relatos de abuso sexual.

La foto captada en 2021 en la que Ortega y Dora María Téllez, la líder del MRS, levantan sus brazos para sellar su alianza quedó plasmada para la historia. Atrás quedaba la denuncia de Zoilamérica.

Esos y otros hechos siguen creando desconfianza en la población. Casi cinco años después de la crisis de abril de 2018, el sandinismo disidente que ha ubicado a sus activistas en distintos países para crear su red de apoyo y conseguir fondos para “luchar” contra su excamarada Ortega; pero pese a ello no logra crear un bloque de unidad, aun contando con el apoyo de una maquinaria mediática. Esto debido a la desconfianza que generan en la población por su pasado de crímenes, que siguen impunes gracias a las amnistías aprobadas en 1990.

El sandinismo histórico y sus tendencias se enfrentan nuevamente en un conflicto intestino. Vale decir que más del 70% de los nicaragüenses no respalda al sandinismo, de acuerdo con las encuestas.

Y mientras el tirano Ortega muestra soberbia y lanza improperios contra el “imperialismo”, miles de nicaragüenses huyen por razones políticas y económicas a Estados Unidos. Una historia que se repite por segunda vez.

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