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La oposición nicaragüense busca reorganizarse en medio de la ola represiva de Ortega

El dictador nicaragüense Daniel Ortega
El dictador nicaragüense Daniel Ortega. Twitter

El dictador de Nicaragua, Daniel Ortega, sigue escalando la crisis sociopolítica a lo interno y la confrontación a nivel internacional, una situación peligrosa que lleva a Nicaragua a un mayor aislamiento que causará graves consecuencias para el país y sus ciudadanos. Una historia que los nicaragüenses viven por segunda ocasión en menos de medio de siglo. La crisis hace lucir estancado e incierto el destino de la nación centroamericana. Ortega no da espacios a una negociación para una salida a la crisis.

Las sanciones, la débil presión de la comunidad internacional, sus alianzas con regímenes como China, Irán y Rusia, el respaldo del Ejército y la Policía, y una oposición fragmentada, han envalentonado a un dictador que parece sumergido a fondo en la locura del autoritarismo. Cree que es él la “patria”, que hacer oposición o criticar sus erráticas políticas es “traición a la patria”, y para ese fin creó la ley 1055: un instrumento para encarcelar a todo opositor a su régimen.

A cuatro años y medio del estallido social de abril, la incertidumbre acecha a los nicaragüenses silenciados por la represión y la vigilancia constante, viviendo cada vez mayores dificultades económicas por el desempleo y el alto costo de la vida, y sin la posibilidad de organizarse a lo interno para propiciar un cambio político.

Mientras, la situación en el exterior, donde se han exiliado activistas y líderes de la oposición, no permite observar avances en la composición de un bloque disidente. La desconfianza, el oportunismo, razones ideológicas, y los ataques que incluye a medios de comunicación vinculados a la izquierda, han obstaculizado ese objetivo.

Consultado sobre el tema, el jurista y analista político a quien llamaremos Carlos Ávila por razones de seguridad, sostiene que no todo está perdido, que hay avances, y que internamente Ortega sigue parado sobre «un polvorín», porque no ha logrado asfixiar a la oposición.

Ha logrado mantener la represión a un costo muy alto, fondos que tiene que sacar de alguna parte. Por eso las sanciones financieras contra el Estado son importantes. Porque independientemente de que los organismos financieros internacionales digan que son fondos destinados a proyectos sociales, el problema es que eso le permite a Ortega liberar fondos para la represión que cuestan plata y él no quiere retroceder, al extremo de que está con la paranoia de prohibir hasta las procesiones (religiosas), pues les da miedo que se pueda generar una protesta masiva. Ortega lo que ha logrado es mantener la represión, pero no asfixiar a la oposición y es un polvorín que en cualquier momento le puede explotar”, apuntó.

Pese a las sanciones, los organismos financieros internacionales han seguido aprobando créditos al régimen de Ortega, fondos que la oposición ha denunciado son desviados para financiar la represión.

Sí hay avances en la oposición

El jurista asegura que la oposición ha avanzado en la coordinación de estrategias. “Se ha avanzado bajo una visión un poco más realista. Lo primero es que generar unidad es un absurdo, lo que hay que generar es una coordinación de estrategias. Por otro lado, en cuanto a la disidencia sandinista, desde un poco antes de las elecciones ha ido cambiando la percepción. Cada vez es más la gente que entiende que los disidentes sandinistas, si bien es parte de la oposición, no tiene ni la legitimidad ni la capacidad para liderar”, aseveró.

“En la comunidad internacional poco a poco esto se va entendiendo porque fue un error en el que cayeron hasta los mismo Estados Unidos, que durante muchísimo tiempo consideraron que los únicos que podían evitar la radicalización de Ortega y quizás sucederlo en el poder de manera efectiva eran los de la disidencia sandinista y eso no es así. Ya casi la disidencia sandinista se esta convirtiendo en un artículo de museo, lentamente, pero esta ocurriendo y eso es bueno porque tiene que ser parte de un bloque opositor, pero no liderarlo. Esas pretensiones de liderazgo se han atenuado bastante, lo cual es bueno para Nicaragua”, sostiene el analista.

El sandinismo disidente, que gobernó con mano dura con Ortega durante la década de 1980, ha buscado cómo liderar la oposición. Pese a tener una red de apoyo internacional y medios de comunicación que apoyan abiertamente su agenda, no ha logrado conquistar la confianza de la mayoría de los nicaragüenses.

Ávila cree que se debe seguir avanzando. “Uno, tenemos que aceptar que la disidencia sandinista es una realidad; dos, ellos tienen que aceptar que no tienen ni el tamaño ni la legitimidad para liderar un proceso. Partiendo de ahí poder recomenzar relaciones respetuosas para estrategias concretas. Ya se ha salido del momento más duro, el de los ataques”, acotó.

Otros sectores de la oposición sostienen que no se puede confiar en el hecho de que el sandinismo disidente ha renunciado a su propósito de llegar el poder. Siendo este un sector que busca salir de Ortega sin hacer los cambios que requiere Nicaragua y mantener el legado del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). El sandinismo disidente asegura que ese partido ha sido secuestrado por su excamarada.

Las campañas mediáticas contra opositores no alineados al sandinismo disidente han disminuido. Ávila asegura que es necesario seguir avanzando en ese proceso y seguir promoviendo sanciones contra el régimen de Ortega, estando conscientes de que el proceso será duro, pero “solo la perseverancia dará frutos”.

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