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Semejanzas entre Argentina y España (VI): declive económico

La Casa Rosada en Argentina. Unsplash

Otra vez España y Argentina parecen transitar caminos análogos. En estos días los españoles y en unos meses los argentinos, van a tener que elegir las personas para representarlos y conducir el destino de sus respectivas sociedades. En los dos casos, la próxima no es una elección más, sino una decisiva porque los últimos años ambas naciones han padecido un deterioro económico e institucional tan graves que urge rectificar el rumbo.

España cerró el año 2022 con un 20,4% de sus habitantes en riesgo de pobreza. Esto significa que casi 10 millones de personas padecieron esa categoría en el último año. Los números de Argentina son aún peores: la cantidad de pobres ascendió a 18 millones, un millón más que a mitad de 2022 y la pobreza escaló al 42%. En el extremo más vulnerable, el 8,1% de la población es indigente, es decir que sus ingresos ni siquiera alcanzan para la  comida.

Pero hay mucho más ya que, sin desmerecer la importancia de la economía y considerándola un factor de extrema gravitación social, no es menos trascendente la decadencia en el plano político e institucional que sobrellevan ambos pueblos.

El desempleo, la inflación o la suba de impuestos preocupan y mucho, pero también la condescendencia con el delito, una tolerancia infinita hacia la inmigración ilegal, la falta de expectativas, los jóvenes que se van de su tierra a buscar oportunidades de crecimiento a otras latitudes, la intención explícita de manipular la justicia, el desprecio por las minorías, el atropello a las libertades con la imposición de políticas de género, la falacia del estado de bienestar, el feroz impulso al marketing LGTB, la dependencia globalista y la intervención del estado en la educación de nuestros hijos son también algunos de los parecidos entre España y Argentina que exceden el marco de las cuentas públicas.

España, además, ha apoyado los vanos intentos de los países latinoamericanos por lograr una integración económica, política y comercial como la Unión de Naciones de América del Sur (UNASUR), el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC). Se trató en todos los casos, de iniciativas fracasadas y vacías de contenido entre naciones de espíritu profundamente socialista a las que les resulta imposible la cooperación. La Argentina en particular, que integra todos esos sellos huecos y los ha presidido en más de una oportunidad, es incapaz de tejer lazos de entendimiento sanos porque está cegada de ideología. Quienes consumen y militan socialismo no aprecian el valor de la asistencia recíproca excepto, entre parecidos.

En los últimos años, España también participó del Foro de San Pablo y actualmente del Grupo de Puebla, dos entidades formadas para mantener la cohesión de los partidos de izquierda de la región tras la caída del Muro de Berlín. El ex presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, ha sido y es miembro activo de esas formaciones.

La cercanía en las relaciones entre España y los países de Iberoamérica se refleja claramente en los viajes oficiales del presidente del Gobierno a Chile, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Guatemala y Cuba, el primero de un jefe de Gobierno español en 32 años. Si bien expresó que Cuba no es una democracia, toda una obviedad, se cuidó de condenar la dictadura castrista. Argentina también mantuvo siempre una estrecha relación con la isla y una férrea defensa de su política aberrante.

Estas tendencias del PSOE y su alianza con Unidas Podemos, con quien el kirchnerismo mantiene aceitados vínculos, no es todo lo que está mal. Argentina también comparte con España la existencia de una oposición indefinida, tibia que no termina de enfrentar al oficialismo. El Partido Popular de Nuñez Feijóo se caracteriza por ser condescendiente con Pedro Sánchez hasta el extremo de considerar la opción de una alianza de gobierno con el socialismo separatista para evitar cualquier participación de Vox en la próxima administración. Como frente a un espejo, en la Argentina la oposición encarnada en el partido de Mauricio Macri también destiñe, es vaga y sin contundencia.

La falta de compromiso férreo con un manojo de ideas e ideales parece ser el mal de la época en los espacios políticos que dicen encarnar el espectro de la centro-derecha y sus representantes son proclives a intentar el equilibrio con el que, primero se desdibujan y luego, más temprano que tarde, pierden la identidad. La consecuencia de ese proceso, nunca exitoso, de caminar por el medio, fue la aparición de opciones generalmente conocidas como antisistema. El ejemplo español es Unidas Podemos, cuyo discurso enamoró el oído del extremismo de izquierdas pero que, en la práctica, resultó una burla a aquellas expectativas. La deriva populista argentina es tan similar que asusta pero España tiene a su favor estar algo más lejos del precipicio.

El verdadero desafío es la conformación de una fuerza política que, dentro del sistema de las instituciones establecidas, respetando las normas de la convivencia democrática y aceptando el disenso, proponga un programa rico en medidas y en valores.

España, a diferencia de Argentina que vive indefinidamente el eterno retorno al peronismo con sus distintos sombreros, tiene una reserva moral en Vox que no titubea ante el desafío de recuperar los valores tradicionales de España y el orgullo de pertenecer a Europa, dos objetivos perfectamente conciliables que el globalismo pretende enfrentar. La salida a la mala política es la buena política y los buenos políticos y el poder de reemplazo está en cada uno de los votantes. Este domingo y siempre.º

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