El próximo 24 de marzo está señalada la vista en el Juzgado nº 4 de lo Penal de Barcelona sobre no se sabe bien qué y menos para qué.
No es un juicio a Germinans, no han encontrado materia, sino a un par de personas que tuvieron que ver, instrumentalmente, con el nacimiento de esa página que se ha convertido en un referente de la información sobre la Iglesia catalana y sobre todo de la barcelonesa.
Entiendo perefectamente el disgusto del arzobispo, y de otros muchos, por la existencia de esa web. Donde se pone de manifiesto el estado agónico de aquella Iglesia. Lo que desquiciaba a los responsables de la situación. Y una vez más se recurrió a algo tan manido como matar al mensajero. Pero en esta ocasión se equivocaron de mensajero y los imputados son un par de buenas personas que pasaban por allí y cuya participación en Germinans no es ni siquiera circunstancial. Jamás han escrito un artículo en la página ni tienen el menor peso en la redacción de la misma. Y eso lo saben todos.
La aventura de Germinans era arriesgada y quienes la emprendieron ocultaron sus nombres bajo seudónimos. Cosa absolutamente comprensible. Para algún trámite administrativo, y eso fue un error, se buscó a algún amigo que dio un nombre y un DNI que no eran ciertos. Y en eso está la base de la imputación. Creo recordar que en un primer momento un sacerdote barcelonés interpuso una querella pero al tener que comparecer él mismo ante el tribunal, y hasta posiblemente el arzobispo que sería llamado como testigo, se retiró inmediatamente la querella. Pero el falso nombre utilizado, o el DNI, resultaron, también creo recordar, el de un diácono de la archidiócesis. Y se encontró la vía para montarles el pollo a los que hacían Germinans. Pollo por otra parte escuálido pues ninguno de los redactores o de los responsables de la página resultaban afectados. Y la persona cuya identidad quedaba comprometida tampoco tuvo el menor daño personal pues todos sabían que él nada tenía que ver con la página en cuestión. Y con constancia cierta en el arzobispado. No tuvo por tanto el diácono que sin la menor voluntad se vio involucrado en eso el menor menoscabo personal. Aunque fuera pieza de la mayor relevancia en la acusación particular.
En ese momento intervine yo de algún modo para ver si se recomponía una situación abracadabrante. Se quería acabar con Germinans fusilando en los fosos de la Ciudadela a alguien que era irrelevante para la página. Y que seguiría exactamente igual tras los fusilamientos. Por su puesto que utilizo un lenguaje metafórico. Mis conversaciones fueron con alguien muy próximo al entorno arzobispal y sumamente constructivas. De esa persona sólo puedo alabar su inteligencia, su comprensión y su empeño por resolver la cuestión. Con una oferta generosísima por parte de Germinans. Que, aunque pasara lo que pasara no iba a quedar comprometida, quería ahorrar a dos buenas personas el trance amargo del banquillo. Hubo un momento en el que creímos ambos interlocutores que todo estaba resuelto pero al final se torció. Ignoro quien fue el genio malo que cambió la voluntad del arzobispo.
Pues ya estamos ante la vista. La primera. Que supongo tendrá los correspondientes recursos por la parte que no se considere satisfecha. O por ambas. Estamos hablando, si se producen, de penas menores que no deberían implicar prisión. Aunque esta fuera mínima. Se me hace duro ver a un ordenado reclamando penas contra otros católicos por unos hechos que no le han supuesto el menor descrédito personal. Y tampoco creo que un ordenado in sacris se embarque en esta aventura sin la aquiescecia benevolente de su arzobispo. ¿ignoran el uno y el otro el verbo misericordiear? ¿Sistach volverá a ser Nostach? ¿El diácono tendrá cara de de anunciar la paz cuando se la niega a sus hermanos?
Señor arzobispo de Barcelona, sus últimos tiempos parecen los mejores suyos. Aconseje a su diácono que se retire de esta contienda entre hermanos en la que la Iglesia no gana nada. Y usted tampoco. Ni el diácono. Misericordiee. Y ya verá como se va a sentir muy bien. Y hasta Germinans, últimamente ya muy poco critica con su persona, y pienso que mucho más por méritos arzobispales que por misericordias de la página, será la primera en agradecérselo. Está en los finales de su pontificado. Qué su último recuerdo no sea de venganza sino de perdón.