Javier Paredes: Al Cielo con calcetines cortos. Mari Carmen, Pilina y Alexia. Ediciones San Román, Madrid, 2014, 189 pgs.
Javier Paredes, catedrático de Historia contemporánea, tiene especial devoción por quienes han llegado al cielo siendo niños. Creo recordar que en esta serie de Lecturas, que rebasan ya el medio centenar, publiqué una nota de un anterior libro suyo: Santos de pantalón corto. Y aquí no os traigo libros que no me parezcan recomendables. Aunque no sea tema que mueva a muchos comentaristas. Si uno buscara lectores, que gracias a Dios tengo muchísimos, ya sé que tengo que hablar de kikos, misa tradicional, Papa Francisco, Lefebvre y poco más.
Niños santos. No es abundante la nómina de los mismos en los altares. Casi no hay. Las tres que Paredes evoca en su libro no lo están. Tal vez no lo estén nunca. Pero con Dios en el cielo, muy cerca de Él, vaya si lo están. Certeza no tenemos, con nuestros pobres ojos, de los que están arriba, abajo, o mediopensionistas. Pero hay casos que parecen de libro. Y las de este libro son de esos.
Un niño santo se ha tenido que morir. En otro caso no lo sería. Y un niño sólo se muere por que le matan o por enfermedad. Derivada ésta última, se ha dado en muchísimos casos, de la hambruna y la miseria. No me cabe duda de que esos niños muertos de hambre están con Dios Nuestro Señor. Que les tendrá saciados de la felicidad que no han conocido en esta tierra. Pero ese no es el caso que nos trae Javier Paredes en su libro. Tres niñas muertas, en su niñez, por la enfermedad. Y que la han afontado de un modo tan admirable, tan eclesial, tan de hijas de Nuestro Señor Jesucristo, que todo lo que pueda decir al respecto, salvo reconocer mi propia miseria de hijo de Dios, no sería nada.
Parece imposible que tres niñas hayan podido acercarse a Dios de ese modo en medio de tanto dolor y de tanta tragedia. No lean el libro almas pacatas que no son más que pobres almas. Que seguramente irán al cielo pero entre algodones toda su vida. Los algodones de estas niñas estaban, no manchados, empapados de sangre. De su propia sangre. Y sus testimonios son maravillosos. No de resignación. De mucho más. De amor.
Es un libro que debemos leer. Aunque sólo sea para reconocer nuestra propias miserias. ¿Y nos creémos que somos alguien ante el testimonio de estas niñas? Leed este libro y os daréis cuenta de la mierda, con perdón, que somos. ¿Poniéndonos medallitas ante ese inmenso testimonio de amor a Él? ¿Coronadas de espinas, crucificadas, cuando nosotros nos dolemos de que no nos dan una misa tridentina, si un obispo, como el de Mondoñedo, ha sido borde, o el Papa lleva zapatos negros?
Leed el libro de Javier Paredes y os asombraréis de nuestra propia pequeñez. No estarán, sabe Dios, tal vez nunca en los altares. Pero ¡vaya niñas! Y si en los altares no, muy cerca de Él seguro que si están. Gracias Javier por hacernos llegar tan impresionante testimonio. De fe y de amor. Qué Dios te lo pague.