Nunca conecté con esa saga pintoresca, excéntrica e intelectual. Amigos personales admiraron muchísimo al romanista Don Álvaro, pero yo ni le conocí, ni le he leído, ni me interesa lo más mínimo el Derecho Romano. Personas de las que me fío me han hecho notable elogio de su persona y por mi parte le excluyo del pack.
Ahora me entero que un nieto de Don Eugenio ha sido llamado al Pontificio Consejo para la Cultura y que es una mezcla de sacerdocio, orientalismos, sobre todo zen, y otras mamandurrias. A mí nombramientos errados no me escandalizan lo más mínimo pues de haberlo hecho estaría más escandalizado que una monja de clausura en un rodaje porno. Hay gente muy buena que nombra muy mal y gente muy mala que también. Ese D’Ors está ahora en el Pontificio Consejo de la Cultura. No por ello pienso bien de él, de Ravasi ni del Consejo. Y habrá otros que incluso serán peores que este nieto de Don Eugenio. Al que al parecer le ha dado por el zen. Si es que hay gente «pa to». Ya que eso sea mérito para nada confirma también que también hay de «to» en Congregaciones, Pontificios Consejos y demás entes curiales. Y que Matapelo no es rara avis. O Avís.
Una vez más estoy muy de acuerdo con LFPB:
http://infocatolica.com/blog/coradcor.php/1407031001-el-budismo-zen-llega-al-ponti
Los hay que tienen la responsabilidad de hacer nombramientos. Lo que no pueden además pedir es que quienes no la tenemos aplaudamos hasta con las orejas los que hacen. Si alguno nombra para cualquier cargo a alguien que me parezca un cantamamañanas, perroflauta, gilipímfano, o simplemente un bobo con cornucopia y balcones a la calle, no puede pretender que a coro entonemos el Marcial, eres el más grande… , sustituyendo el nombre de Lalanda por el de Joâo, Tarcisio o Gianfranco.