El cardenal Sistach cumple los diez años como arzobispo de Barcelona y ya en días de descuento porque también ha cumplido, en abril, los 77 años. Oriolt, una vez má reconoceré que es mi maestro en cuestiones de la Iglesia catalana, le dedica una despedida anticipada que me parece acertadísima.
Se irá cuando se vaya, como el cardenal de Madrid, Rouco Varela, no sabemos la fecha, tal vez hoy ni la sepa el Papa, pero está ya en los estertores de la agonía. ¿Días? ¿Meses? Si llegáramos a los años seguramente serían en singular.
La frase que he escogido para titular el artículo es también de Oriolt. Y también, clavada. Monseñor Sistach es bastante incapaz de amar y los amores suelen ser recíprocos. No es fácil amar a quien no te ama. O no da la menor muestra de amarte.
Tampoco en esto el cardenal de Madrid se propasa. Prácticamente de la misma edad, ciertamente de la misma época, canonistas ambos, que debe ser la disciplina más ajena al amor entre las eclesiásticas, tengo la impresión de que ambos han dejado en sus diócesis, regida el de Madrid veinte años y el catalán la mitad, una carencia de amor. Y no tengo el menor reparo en aceptar que ello fue mucho más fruto de sus personalidades aristosas que de su voluntad. Todos quieren ser amados aunque no pocos no sepan qué hacer para ello. O sepan qué hacer para todo lo contrario.
Se van, están a punto de irse, dos figuras importantes de la Iglesia en España en estos últimos tiempos. Creo que ninguna es abominación de la desolación. Rouco deja muchísimo detrás. Hasta el punto de que quien le suceda, ¿Osoro?, se encontrará con un premio de la lotería. De Sistach no se puede decir lo mismo. Aquello se pudría y él continuó tolerando la putrefacción. Tampoco obstaculizó algúna reacción contra ello. Fueron lo que fueron y les sucederán quienes les sucedan. Madrid lo tiene más fácil para quien sea. Barcelona complicadísimo. Y no poco habrán tenido que ver en ello los arzobispos que les precedieron.
Eso es lo que hay. Una diócesis que va a más y otra que sigue bajo mínimos. Los arzobispos actuales de ambas, ya por poco tiempo, hicieron lo que supieron y quisieron. Con distintos resultados. Pero no eran análogas la situaciones. Rouco se lo encontró mejor que Sistach y remó, contracorriente, en la buena dirección. Y así está Madrid hoy. Sistach lo tenía kucho más difícil y además no quiso. O no se atrevió a querer. Pues eso es lo que hay.
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