Una selectiva y repugnante sensibilidad. Israel se está defendiendo de dos grupos terroristas y de un país teocrático que financia a esos dos grupos. Hamás controlaba un extenso territorio, donde había construido un Estado bajo tierra (los túneles ya anegados) y tenía a la población sometida entre el miedo y el fanatismo. Allí, en la franja de Gaza, no se celebraban elecciones, la corrupción era sistémica (como en la Autoridad Palestina) y los terroristas utilizaban escuelas y hospitales a modo de escudos protectores ante eventuales ataques israelíes. Recibían, como dicho, financiación de los sátrapas iraníes, de Naciones Unidas y de la Unión Europea (¿todavía?). También pululaban multitud de oenegés, esas opacas organizaciones que trabajan contra los intereses de Occidente bajo el argumento del humanitarismo. Nuestro particular caballo de Troya. La otra banda islámica, Hezbolá, atesora un legendario historial de secuestros y crímenes, amén de ser un brazo armado del plan general de limpieza etnorreligiosa en todo Medio Oriente. Anhelan una pureza que haría las delicias de Hitler. En cuanto a Irán, de vez en cuando su policía de la moral mata a alguna mujer que no lleva hiyab o un juez ordena ahorcar a homosexuales por serlo. Todo lo escrito anteriormente es historia conocida y no debería sorprender a nadie. En cualquier caso, podría suscitar una natural e inquebrantable simpatía, cuando no militante empatía, por la única pieza buena en este horrible tablero: la democracia hebrea. Mas la izquierda internacional, con su selectiva y repugnante sensibilidad, está con terroristas y ayatolás. En efecto, ha dejado ya de disimular ser demócrata.
Chamanismo y terror político. La nueva presidente de los Estados Unidos de México, Sheinbaum (no es una tía abuela de Woody Allen), ha celebrado su toma de posesión haciendo el indio. En una puesta en escena oscurantista, con danzas en torno al fuego, humareda y cantos chamánicos, el ambiente era como de sacrificio a los dioses. La ausencia del Rey de España fue lo único decoroso del acto. Esta mujer, además de hispanófoba, parece que se animaba en su juventud con la llamada lucha armada. Ya saben, la epidemia de guerrillas financiadas por el narco y la Unión Soviética que asoló el continente en el contexto de la Guerra fría. El invento (guerrilla) es decimonónico español y nuestros hermanos de allá alargaron su historia hasta hoy. Queda todavía algún grupúsculo de flipados malviviendo en la selva, pero la época dorada pasó. Cómo no recordar, por ejemplo, al «camarada Gonzalo» y su Sendero Luminoso, empeñado en implantar el maoísmo en el agro peruano; o a las FARC que, en la década de los noventa, controlaron un inmenso territorio del amazonas colombiano. Decíamos de la zurda Sheinbaum porque, sorprendentemente, Gustavo Petro ha desvelado que, cuando joven, la señora militó en el M19 (Movimiento 19 de Abril), guerrilla fundada en 1970. Buena gente, su primera acción consistió en asesinar a un sindicalista, enriqueciendo su currículo en los años ochenta con secuestros, atentados y ejecuciones. Ahora se comprende la toma de posesión del cargo, su estética, esa inmemorial querencia azteca por la sangre.
Ganaron la ETA y sus secuaces. No es ninguna broma. La enésima factura que los españoles vamos a pagar para que Sánchez siga habitando Moncloa es que Bildu decida sobre lo que policía y Guardia Civil puedan o no hacer. O sea, limitar el uso legítimo de la violencia; ergo, desproteger a los agentes en sus funciones y desprotegernos a los ciudadanos de bien. A los que no insultamos ni apedreamos a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Recordatorio: las medidas antipoliciales ya se ensayaron en la siempre adelantada Cataluña cuando el tripartito de izquierdas.
Identifíquese. El gobierno progresista extiende su agenda totalitaria, también cuando uno se hospede en un hotel. Si bien las últimas noticias es que, de momento, Marlaska esperará a poner en práctica la ocurrencia de pedir al cliente hasta 43 datos personales, incluyendo lugar de residencia habitual, teléfono móvil y fijo y correo electrónico. Todo por nuestra seguridad. Esa idea no contempla que los miles de varones indocumentados venidos desde el Sahel, donde campan diversos grupos terroristas islámicos, y alojados en muchos establecimientos de nuestra geografía siquiera se identifiquen. Igualdad, dicen.
Una imagen. La fotografía data de 2022 y pertenece, sin discusión, al retrato de una época, aunque el álbum va ya muy cargado. Se ve a dos homínidos que sonríen a cámara. Quisiera ahorrarles la experiencia de verla, yo todavía no me he repuesto. Y eso que a veces, haciendo zapping, se aparece en la televisión First Dates. Es decir, uno está curtido en contemplar paradas de monstruos. Sin embargo, el asunto de esta imagen tiene que ver con el poder político, con la insidiosa pregunta de quién maneja los hilos. Los dos retratados son Rachel Levine (almirante y subsecretaria de Salud de EEUU) y Sam Brinton (exfuncionaria del Departamento de Energía de la misma nación). La primera, sobre quien no discutimos los méritos militares, practica la religión chamánica. En cuanto a la segunda, la cosa parece más complicada. Se describe como «abiertamente fluido de género» (no es ciencia ficción). Y está envuelta en un turbio asunto: según algunos medios, va a recibir un tratamiento de salud mental para intentar librarse de una denuncia: robó el equipaje de Asya Khamsin, diseñadora de moda originaria de Tanzania, luciendo después por ahí su ropa. El posado en cuestión se hizo en la residencia del embajador de la Galia en Estados Unidos. Celebraban la toma de la Bastilla de 1789, inicio de la gran matanza conocida como Revolución Francesa.
La guerra de la basura. Lo que ocurre en la península de Corea, además de anacrónico, no deja espacio a la imaginación. Recientemente, los medios han recogido una curiosa modalidad de propaganda por parte del norte. El pasado miércoles, el régimen comunista lanzó más de 150 globos llenos de basura en dirección a Corea del Sur. Las autoridades de Seul dicen haber recibido más de 5.000 de estos regalos de parte del camarada Kim Jong-Un. Su hermana, Kim Yo-jong, tenida como una de las personas más influyentes en Pyongyang, calificó los envíos de «sinceros regalos». Ya sabemos cómo se las gasta el dinástico rechoncho, así que la inspección de cada globo que se posa en suelo meridional debe realizarse con sumo cuidado. El contenido, de momento, sólo incluye estiércol, colillas de cigarrillos, desechos y pañales. Todo simbólico. Aunque Kim Taewoo, expresidente del Instituto para la Unificación Nacional de Corea del Sur, ha despertado los temores al decir que «es como si Corea del Norte enviara el mensaje de que la próxima vez puede enviar globos con armas biológicas y químicas en polvo». Ambos países nunca firmaron un tratado de paz, tan sólo un armisticio, así que el estado de guerra sigue, técnicamente, en vigor. Luego esta historia tiene sus derivadas interesantes, sacadas de una Guerra fría que se mantiene únicamente entre dichas naciones. El contenido de los globos puede aportar información valiosa sobre qué pasa en el misterioso norte. El estiércol da pistas sobre el forraje para los animales, en caso de que no lo coma la diezmada población, algo que ocurrió en los años dos mil. Y la basura doméstica es un tesoro de noticias sobre la vida real tras el paralelo 38.
Horrenda centuria. «Si las conductas y las reacciones generales influyen en nosotros, incluso en plena madurez, no considero prudente descartar la posibilidad de que mis temores infantiles fueran en gran parte provocados por aquel movimiento dadaísta que se produjo al finalizar la guerra mundial y que tenía por base la destrucción de todo lo que, hasta entonces, se había considerado inamovible». Esto, de Mercedes Salisachs, me parece actual. Porque el siglo XXI va camino de trasladar a su andadura los peores vicios del pasado. Ética y estética.