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¿Adoptar posiciones 'woke' afecta tanto como parece a primera vista?

La política empresarial ‘woke’ no sale gratis: cómo afecta a las multinacionales

La empresa dueña de la conocida marca de cerveza estadounidense ha fichado al activista trans Dylan Mulvaney (un hombre operado para parecer mujer) para ser la nueva imagen con el objetivo de reposicionar el producto en un mercado cada vez más ajustado. El revuelo ha sido tal que en pocos días ha supuesto la pérdida de 4.000 millones de dólares de valor bursátil. ¿Adoptar posiciones woke afecta tanto como parece a primera vista? Sí, pero depende.

Bud Light no es la única marca que ha decidido fichar a este hombre para anunciar productos de mujeres: Nike o Tampax son sólo algunas de ellas. Tampoco Dylan es el primer representante trans en el mercado estadounidense. Empresas dedicadas al entretenimiento reconocidas a nivel mundial como Pixar o Disney han declarado en numerosas ocasiones que tienen la intención de crear nuevos personajes «inclusivos», es decir, adoptar la ideología de género como base para producir nuevos contenidos. Los activistas LGTB niegan que exista un apoyo general a su causa y que por eso deben de continuar su batalla para obtener visibilidad, pero la realidad dista mucho de ser cómo ellos la pintan ya que, grosso modo, se puede decir que en Estados Unidos impera el capitalismo woke ya sea por convencimiento o por beneficio económico.

Planificación evidente

Para llegar a la actual situación se han tenido que cruzar numerosas líneas rojas que, de una u otra manera, el público ha criticado sistemáticamente aunque no afecte tanto a los ingresos de las empresas como podría parecer a primera vista. Esto no quiere decir que no exista una repercusión económica —la tiene—, sino que no es tanta como tumbar a empresas que son auténticos mastodontes bursátiles y que pueden o saben capear los temporales según estos sean oteados en el horizonte. Dos ejemplos de esto son las empresas Calvin Klein o Victoria’s Secret, ambas de gran impacto mundial hace unos años por utilizar a modelos despampanantes de ambos sexos con comportamientos claramente heterosexuales: David Beckham en calzoncillos, mujeres tostadas por el sol, los ángeles de Victoria’s Secret y su desfile anual con tanta expectativa como la final de la Super Bowl… Hasta que se sumaron a la ola woke. Calvin Klein comenzó a usar modelos con claro sobrepeso, especialmente mujeres negras —eso que llaman ahora racializadas—; Victoria’s Secret dejó de lado de malas formas a sus antiguas diosas terrenales para adoptar la adoración de la fealdad y de la falsa inclusividad con personas trans, con evidentes signos de mastectomías, etc. El paso de Adriana Lima o Michelle Bündchen a este tipo de personas nunca fue aceptado por el gran público, aunque la marca se siga vendiendo.

Aquí se puede apreciar las ventas de PVH, la empresa dueña de la marca CK:

Y aquí las de Victoria’s Secret:

En ambas se aprecia un acusado descenso de ventas durante el año 2020. En 2021 se vuelve a posiciones muy cercanas a antes de la pandemia. Es muy posible que en 2022 se acercase aún más a esa cifra de 2019. Sin embargo, su cotización en bolsa se ha reducido a la mitad en los últimos dos años:

Algo muy parecido ha pasado con Disney, solo que en sentido contrario. La multinacional del entretenimiento lleva posicionada en el adoctrinamiento LGTB desde hace años, si bien sus productos audiovisuales se siguen consumiendo muy por encima de la media. La compra de sagas como Star Wars o el lanzamiento de su plataforma de vídeos bajo demanda Disney+ catapultaron sus acciones en los dos últimos años pero, tras la tempestad de la euforia en los mercados, las aguas han vuelto a su cauce habitual. ¿Es por culpa de su posicionamiento woke? Difícil de asociarlo a un solo factor, aunque está claro que estrenos recientes son más conocidos por sus batacazos que por sus éxitos.

Así está la acción de Disney:

A diferencia de las empresas de consumo de ropa o alimentación, las de entretenimiento sí sufren de manera más directa el desprecio de la audiencia. La postura oficial de Disney a favor de la ideología LGTB ha devuelto a la empresa a beneficios de hace 10 años.

Películas como Cheaper by the dozen, Turning Red o The Proud Family no tuvieron Buena aceptación por su evidente adoctrinamiento al tratar temas como las microagresiones, micromachismos, nuevos conceptos de «familia», parejas homosexuales con niños y un largo etcétera. Cuando el principal consumidor de tus productos son familias con niños pequeños, no es lo más acertado jugar con fuego. Disney se ha quemado. Por otro lado, no se puede dejar de lado que una empresa semejante puede cubrir pérdidas con gastos. Los ingresos por la saga de Star Wars o Avatar suplen con creces las pérdidas por otro lado, aunque en estas dos últimas también se incluyan de soslayo ciertos postulados adoctrinadores (ambientalismo o feminismo).

No todo son pérdidas

Aunque pareciera que todo son malas noticias para los que adopten la agenda woke por bandera, la realidad dista mucho de ser así. La empresa Keurig Dr Pepper Gross (la dueña de la marca Dr. Pepper) no ha parado de aumentar sus beneficios en los últimos tres años. Nike, un crecimiento anual del 6%. Amazon, un 16,47% por año.

Se puede trazar un patrón con estos datos sobre la mesa: es muy difícil hacer daño económicamente a las grandes empresas destinadas a productos de consumo de alimentos, bebidas o ropa a no ser que se lleve a cabo un boicot planificado. El que consume determinada comida o bebida es muy probable que lo siga haciendo; lo mismo con la ropa. En cambio, las empresas que más sufren su posicionamiento ideológico son las dedicadas al entretenimiento, especialmente el audiovisual. Cuanto más descarado es éste, más rechazo recibe del gran público. Ahora bien, tal y como se ha señalado anteriormente, las pérdidas por un lado pueden compensarse por otro. Las grandes multinacionales tienen la capacidad de ofrecer una de cal y otra de arena.

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