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Economía woke

Deconstruyendo a Larry Fink, consejero delegado de BlackRock

Larry Fink, consejero delegado y mandamás de BlackRock Inc., el fondo de inviersión 'woke' más poderoso del mundo (Ep)
El actor se mira al espejo, está desenfocado, no se reconoce y lo que es peor, los demás tampoco. Es un actor fuera de foco, consumido por su propio ego: -«Hacía tiempo que había llegado a esta conclusión: todo el mundo conoce la misma verdad. Nuestra vida depende de cómo elegimos distorsionarla». Desesperado acude al psicólogo, sumido en una profunda crisis: -«¿Usted espera que el mundo se adapte a su distorsión?», pregunta el psicoanalista. 
Deconstructing Harry - Woody Allen, 1997

Larry Fink es uno de los hombres más poderosos del planeta, un lomo plateado ante el que se arrodillan mandatarios, empresarios y muchos poderosos que creemos poderosos sólo porque no los comparamos con el descomunal poder que tiene Larry. Es el fundador, consejero delegado y mandamás de BlackRock Inc., la empresa administradora de activos más grande del mundo, con más de 9 billones de dólares en activos y participación en las administradoras de activos que le siguen en importancia. Fink maneja los hilos de este gigante desde 1988.  

Pero como los ricos también lloran, durante el Aspen Ideas Festival que tuvo lugar la semana pasada, el buen Larry se lamentó amargamente: «No voy a usar la palabra ESG porque ha sido mal utilizada por la extrema derecha» y dijo estar «avergonzado de ser parte de esta conversación». Esta declaración está convulsionando al mundo financiero y no es para menos, Larry Fink es un gran impulsor de ese monstruo conocido como “Environmental, Social and Governance (ESG) criteria” que es el dogma woke aplicado al mundo corporativo. Los criterios ESG vienen determinando inversiones, leyes, políticas públicas, adaptaciones de productos, elecciones jerárquicas, criterios de contratación y todo tipo de intervenciones en el mundo empresarial desde que se volvieron la Biblia de la empresa inclusiva y resiliente. Y el sumo sacerdote de esta religión era el mismísimo Larry que ahora se siente fuera de foco.

En el pasado ESG ha tenido otros nombres como «inversión de impacto social» o «inversión sostenible» y es una forma de considerar factores no financieros a la hora de realizar inversiones. El concepto trata de dar a los inversores una pátina de moralidad al aceptar una tasa de rendimiento más baja a cambio de sentir que están teniendo un impacto positivo que coincida con sus prioridades éticas o ideológicas. BlackRock ha adoptado explícitamente una ideología al declarar que busca el «cambio transformacional hacia la sostenibilidad» en sus estrategias al integrar las «consideraciones climáticas y de sostenibilidad en los procesos de inversión». Las compañías que están muy por debajo de Blackrock en la cadena alimenticia empresarial saben esto y en consecuencia incluyen a los ESG en sus estrategias de gestión y ventas, cosa que explica la deriva de muchas empresas al tomar decisiones de marketing que pueden ir contra sus propios intereses y consumidores. Están entre la espada y la pared.

Fink maneja paquetes accionarios de todos los grandes del mundo, por ejemplo Amazon, Apple, MasterCard, Johnson & Johnson, Walmart y Walt Disney Co. En 2020, tomó decisiones de «votación por poder» contra 53 empresas para imponer su ideología calentológica y puso «en observación» a otras 191, que al parecer no se comportaban como papá Fink les ordenaba. El voto por poder es la forma en la que BlackRock toma decisiones en nombre de otros cuyas acciones administra a través de sus fondos. Esto le da al fondo una influencia descomunal sobre la gestión de las empresas. Por ejemplo, en 2021, impuso activistas climáticos en el directorio de ExxonMobil para empujar a la compañía petrolera a invertir en energía eólica y solar en lugar de combustibles fósiles. No es difícil imaginar quienes son los que están detrás de cada sector beneficiado por las votaciones que hacen los fondos que manejan, es como robar caramelos a un niño. Por ejemplo Fink ha forzado a Abbott Labs para que adopte un plan para promover la justicia racial, instó a UPS a reducir sus emisiones de carbono más rápidamente y presionó a Home Depot para que contrate una auditoría de equidad racial. Es como una máquina expendedora de chiringuitos

El crecimiento desmesurado del poder de los criterios ESG se debe al impulso de ONU dada su concordancia con los objetivos de su Agenda 2030. Esto permite a los gestores de fondos potenciar a las empresas encolumnadas detrás de sus propias prioridades, una versión renovada del viejo y conocido «crony capitalism» o capitalismo de amigos, que basa el éxito de los negocios en la colusión con los funcionarios gubernamentales, sólo que ahora el acuerdo es con los burócratas supragubernamentales. Pero en definitiva se trata de lo mismo, usar el dinero de los inversores en el propio beneficio e imponer forzadamente cambios sociales y políticos. Ocurre que Fink llevó esto a la estratósfera y lo aplicó a fondos cuyos clientes tienen poca o nula injerencia en la cotidianeidad de sus inversiones. A menudo se dice que es el inversionista el que elige un rendimiento más bajo para sentir que su dinero está haciendo algo positivo según sus valores, pero en el caso de ESG esto tomó vida propia. Ahí en donde entran los organismos multilaterales y sus políticas para manipular las inversiones financieras al obligar a las empresas a adecuarse a sus legislaciones y regulaciones.

En los últimos y vertiginosos tiempos los ESG pasaron de ser una elección a una cuestión obligatoria, influyendo en los cálculos de crecimiento de las empresas públicas, en las calificaciones crediticias de los bonos del gobierno, en el riesgo de los préstamos y, sobre todo, impulsando sectores específicos de los mercados empresariales y financieros en los que Fink y sus amigos tienen particular interés. BlackRock pudo, gracias a la utilización de los ESG manejar sus activos para afectar el control social imponiendo sus creencias a las empresas de todo el mundo. Una cruda demostración de este accionar es un viejo video que se hizo viral en estos días. Se trata de una actividad del año 2017 organizada por el New York Times con líderes empresariales y políticos. Allí se ve a un pedante Fink diciendo: «Los comportamientos van a tener que cambiar. Esto es algo que estamos pidiendo a las empresas. Hay que forzar comportamientos. En BlackRock estamos forzando comportamientos»

Cuestión que por disidencias ideológicas o por baja de rendimientos, ciertos sectores económicos y sobre todo políticos comenzaron a rechazar los ESG y el video viral del año 2017 no hizo más que reforzar las creencias de los detractores de Fink. Las críticas llegan en un momento en que las políticas corporativas LGBTQ+ de empresas como Bud Light, Target o Kohls han generado cuantiosas pérdidas y rechazo de los consumidores. En EEUU, los Estados controlados por los republicanos comenzaron a deshacerse de sus inversiones en BlackRock. Las alarmas sonaron y la empresa  se defendió diciendo «Este clip de casi seis años que malinterpreta las palabras de Larry sobre el propio enfoque de BlackRock hacia sus empleados ha estado circulando durante años en las redes sociales y, a menudo, se saca de contexto. Como fiduciario, las acciones de BlackRock tienen un propósito: maximizar el valor financiero a largo plazo para nuestros clientes».

La aclaración apunta a impedir la hemorragia de fondos, ya que el negocio de Blackrock no deja de ser un negocio de confianza, y las noticias de retiros de fondos son cada vez más frecuentes. Si el accionar de Fink pasa al ámbito de la discusión pública popular, es posible que los inversionistas de a pie, jubilados, maestros, bomberos quieran saber por qué su dinero rinde menos y quién les preguntó si, a cambio, querían ser verdes e inclusivos.

Están ocurriendo desinversiones de gran porte, Florida retiró más de 2.000 millones en fondos estatales y el director financiero declaró: «La División del Tesoro de Florida se está deshaciendo de BlackRock porque han declarado abiertamente que tienen otros objetivos que no son generar rendimientos». Son más de una decena de gobiernos que han retirado alrededor de 5.000 millones de activos estatales de la administración de BlackRock y de otras empresas de inversión centradas en ESG, y la tendencia es creciente. «ESG es el comunismo que pretende esclavizarnos a todos» dijo el ex ejecutivo de Anehuser-Busch, Anson Frericks, que también criticó a Fink por comprometer el «dinero de los ciudadanos comunes» en inversiones ESG obligándolos a que se deshagan de inversiones en combustibles fósiles, petróleo y gas.

El ego suele jugar malas pasadas. Una de las grandes ventajas que tenía la administración de fondos de pensión y estatales era la ignorancia que los involucrados tenían del manejo discrecional de Blackrock, esto le permitía hacer a su antojo, casi sin injerencia de los inversionistas. Pero la soberbia y omnipotencia de Fink han irritado a demasiadas personas, al tiempo en que el desmadre en la aplicación de la ideología woke en el ámbito empresarial se ha tornado impracticable, generando ambientes laborales irrespirables, pésimos rendimientos y una reacción social que el pobre Larry no pudo calibrar. 

«¿Usted espera que el mundo se adapte a su distorsión?», le preguntaban al actor desenfocado de la película, un tipo tan narcisista que no lograba entender al mundo sino era a través de su propio prisma. El paralelo viene a cuento ya que a pesar de la crisis y de su berrinche en el Aspen Ideas Festival, Fink se mantiene en su postura de obligar a las empresas a adecuarse a su perspectiva ideológica. Ha afirmado que la política de Blackrock no cambiará y que para 2030 (el año mágico) al menos tres cuartas partes de sus inversiones tendrán como objetivos la reducción drástica de emisiones así como la adecuación al resto de su agenda política, y ha asegurado que, si bien había perdido miles de millones de dólares en activos administrados como resultado de la reacción contra ESG, esto era una pequeña porción de los 9 billones de dólares bajo su pulgar. 

Ahora los fiscales generales de los Estados republicanos han iniciado investigaciones contra las aseguradoras, dada la acción coordinada de los fondos contra industrias como la de los combustibles fósiles, que probablemente sean ilegales según las leyes antimonopolio de los Estados Unidos.

Al mismo tiempo, cada vez más personas están empezando a preguntarse quién y cómo se administran sus ahorros. La luz no es buena para quienes tienen acuerdos oscuros. Por eso, actualmente empleados, maestros, choferes o pequeños comerciantes están demandando a los administradores de fondos de pensiones municipales porque alegan que padecen una disminución de los rendimientos de sus fondos de pensiones como resultado de las inversiones ESG. Así es como crecen los escándalos, ahora muchas firmas y corporaciones financieras que se habían sumado a la imparable ola ESG se están bajando del barco. Por ejemplo Vanguard se retiró de la iniciativa Net Zero Asset Managers patrocinada por la ONU y, en lo que va de 2023, la mitad de los miembros de Net Zero Insurance Alliance han abandonado el club. 

La inversión con criterios ESG en los Estados Unidos se ha convertido en una guerra política que ha alcanzado niveles insólitos. Por otra parte, ya se insinúa la posibilidad de una burbuja financiera alrededor del mercado de las energías alternativas, mercado hacia el cual los apóstoles ESG vienen dirigiendo la inversión a través de los fondos citados y de calificadoras dedicadas al tema. Los paralelismos con el escándalo de las calificadoras de riesgo hipotecario de hace poco más de una década están flotando en el aire

Paradójicamente, Larry Fink lamenta la politización que sacude a los criterios ESG como si no hubieran sido criterios políticos en primera instancia. Es muy signo de estos tiempos el tirar la piedra, esconder la mano y a la postre victimizarse porque alguien intente defenderse del piedrazo. ¡Pero es que empezaste tu, Larry picarón!

Fisk se siente fuera de foco porque su juguete se ha convertido en el centro del debate político y se ha mostrado preocupado por la actitud de los detractores de la narrativa oficial que había impuesto con el inestimable aporte de burócratas y políticos, siempre tan dispuestos a escuchar los cantos de las sirenas adineradas. El problema es que ya la gente lo ve desenfocado, entonces ahora no quiere pronunciar más el vocablo ESG. Tan molesto está que seguramente va a inventar algún nuevo rebranding de su conveniencia, después de todo, los criterios ESG han sido simplemente otra forma de marketing, pero una forma muy poderosa, tal vez la campaña de marketing más poderosa de toda la historia.

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