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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El mundo en vilo ante la cumbre Putin-Trump en Helsinki

La agenda está abierta y es buscadamente vaga, algo que también preocupa a los aliados. Trump, empresario por oficio y currículum, valora mucho los encuentros personales, la ‘química’, y por lo que hemos visto hasta ahora no sería extraño que la hubiera entre ambos líderes.


Al fin solos.
Ya me perdonarán el evidente guiño al célebre titular de apertura de El País, pero en mi defensa diré que lo creo completamente justificado. El establishment mundial tiembla ante este encuentro de los dos líderes.
Que el presidente de Estados Unidos y el de Rusia se reúnan en una cumbre a dos debería verse como la cosa más normal del mundo, y lo raro es que no lo hayan hecho en bastante más de un año de presidencia de Trump, aunque todos sabemos por qué.
Las autoridades rusas han anunciado que se ha alcanzado un acuerdo para que ambos mandatarios tengan un encuentro. Ya se habían encontrado antes, incluso hablado a solas, y todo hace pensar que se entienden bien. Pero este será el primer y esperadísimo mano a mano entre los dos. En terreno neutral: Helsinki.
Es todo anómalo hasta la psicopatía. Lo que, como hemos dicho, debería ser la cumbre más natural del mundo y debería haber tenido lugar mucho antes, se ha convertido en un espinoso asunto debido a la incalificable ‘trama rusa’, la leyenda auspiciada por la prensa de que Putin y el entonces candidato Trump se pusieron de acuerdo para que el Kremlin ayudara (?) al segundo a alcanzar la Casa Blanca.
Fuera de la descartadísima manipulación directa del voto, no se entiendo cómo los rusos podrían ‘forzar’ el voto de los americanos, convenientemente aleccionados desde todas las televisiones y periódicos de prestigio a votar contra Trump, y de hecho la investigación puesta en marcha para encontrar pruebas de colusión ha ido de ridículo en ridículo, sin un solo indicio que poder mostrar.
Por lo demás, no puede decirse que Putin tenga razones para frotarse las manos con la victoria de Trump. Con el nuevo inquilino de la Casa Blanca, los desencuentros se han multiplicado, las sanciones se han ampliado, se han bombardeado bases sirias usadas por los rusos y se han expulsado diplomáticos rusos, por no hablar del ‘marcaje’ al que somete la OTAN a Rusia en su misma frontera.
De hecho, una cumbre que el Departamento de Estado debería estar anunciando a bombo y platillo se mantiene casi en sordina, con pocas ganas de propagarla.
Y es que hay muchos que preferirían que no sucediera. La idea de que estos dos hombres puedan ponerse de acuerdo aterra a muchos, desde los demócratas norteamericanos a los aliados de la OTAN.
En cuanto a los primeros, la senadora y secretaria de Estado polaca Polish senator Anna Maria Anders declaró al periodista Jonathan Swan, de Axios, que teme que Putin -«un hombre que puede ser encantador»- seduzca al presidente. El peligro es que Trump -por lo demás, bastante querido en Polonia-, de natural impetuoso, tome sobre la marcha alguna decisión que luego «haya que lamentar».
Es decir, el gran riesgo, paradojas de nuestro tiempo, no es que la cumbre salga mal, sino que salga bien. Demasiado bien. Sobre todo después de la última cumbre de la OTAN, que fue tirando a desastrosa.
La agenda está abierta y es buscadamente vaga, algo que también preocupa a los aliados. Trump, empresario por oficio y currículum, valora mucho los encuentros personales, la ‘química’, y por lo que hemos visto hasta ahora no sería extraño que la hubiera entre ambos líderes.
En cuanto a los demócratas, ya se pueden imaginar. Por ellos habla en una nota de prensa Adam Schiff, diputado de la Cámara de Representantes: «Temo que esta cumbre resulte ser un nuevo golpe contra la OTAN y contra nuestros aliados, un regalo para el Kremlin».
Pero, claro, Schiff aprovecha para pedir a Trump que interrogue a Putin sobre «la injerencia de Rusia en nuestras elecciones», lo que tendría toda la gracia del mundo, y que reproche al líder soviético «la invasión de Ucrania, los crímenes de guerra rusos y sirios y los ataques con armas químicas en Gran Bretaña».

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