El establishment republicano ha acogido con enfado la subida de los aranceles del acero (25%) y del aluminio (10%) anunciada por el presidente Trump
A pocos se les escapa que el apoyo del establishment republicano al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sólo persistirá si éste continúa incumpliendo su programa electoral en todo aquello referido a la política exterior y al comercio internacional. No en vano, en cuanto Trump ha mostrado una mínima intención de cumplir sus promesas en estos ámbitos, los popes del Partido Republicano se han pronunciado en su contra.
Ello queda perfectamente demostrado con la reacción que ha suscitado la subida de los aranceles del acero (25%) y del aluminio (10%) anunciada por el presidente norteamericano la pasada semana. ‘Estamos extremadamente preocupados por las consecuencias de una guerra comercial y urgimos a la Casa Blanca a que no avance con este plan. La reforma fiscal ha dinamizado la economía y no queremos que amenace sus ganancias’, ha asegurado un portavoz del presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan.
El propio Ryan expresó la pasada semana, también a través de un vocero, su oposición a cualquier incremento de los aranceles: ‘El presidente de la Cámara espera que el presidente Trump considere las consecuencias involuntarias de su idea y analice otros enfoques antes de avanzar’, manifestó Doug Andres ante los medios de comunicación.
En la misma línea se pronunció el representante de Pensilvania en el Senado, Pat Toomey: ‘Nuevas, grandes tarifas en todo tipo de acero importado es un gran error que aumentará los costes para los consumidores estadounidenses, perderemos empleos, e invitará a represalias por parte de otros países’, señaló Toomey, que olvida que la mayor de ciudadanos del Estado al que representa en la Cámara Alta votó a Trump como consecuencia de su promesa de proteger la industria local (Pensilvania es uno de los Estados que más perjudicado se ha visto en los últimos años por las deslocalizaciones industriales).
Una guerra comercial
Antes de anunciar la ya mentada subida de los aranceles del acero y del aluminio, Trump reflexionó en su cuenta de Twitter sobre el déficit comercial que padece Estados Unidos y sobre las posibles maneras de resolverlo: ‘Cuando un país (USA) está perdiendo muchos miles de millones de dólares en el comercio con prácticamente todos los países con los que hace negocios, las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar’.
En este sentido, y ante la causticidad de las críticas de sus compañeros de partido, el presidente norteamericano ha defendido este lunes su decisión de subir los aranceles del aluminio y del acero: ‘Estamos en el lado perdedor de casi todos los acuerdos comerciales. Nuestros amigos y enemigos han aprovechado los Estados Unidos durante muchos años. Nuestras industrias de acero y aluminio están muertas. ¡Lo siento, es hora de un cambio! ¡Hagamos América grande otra vez!’, ha sentenciado.
Tras muchos años de postración del poder político ante el poder económico, resulta ciertamente impactante – también para el establishment – que todo un presidente de Estados Unidos ‘amenace’ con proteger los intereses de sus compatriotas.