«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
la propia ONU promueve el proceso bajo el nombre de «inmigración de reemplazo»

Inmigración ilegal e invierno demográfico: el reemplazo de la población europea

El buque de Open Arms, Open Arms Uno. Europa Press

Cualquier llamada de atención sobre las consecuencias de la política inmigratoria masiva actual en Europa y buena parte de Occidente todavía se recibe en determinados ámbitos de la izquierda y de la derecha con incomodidad, cuando no con recelo. En especial si el análisis supone asociar cualquier consecuencia derivada de la transformación profunda y voluntaria que sufre el viejo continente a través de inagotables oleadas de inmigración, a pesar de que existen documentos personales e institucionales que así lo atestiguan.

Bien sea porque se expone a la luz pública al menos un claro deseo de transformación étnica europea, bien sea porque algunos prefieren que esto se relacione con pensamientos o ideologías concretas para que sea más fácil desprestigiarlas y así no tener que debatir ni razonar al respecto, lo cierto es que la transformación está ocurriendo ante los ojos de los europeos y los hechos muestran las consecuencias de las políticas de Bruselas y la realidad sociológica actual.

Natalidad, el reemplazo civilizatorio es un imposible

Entre 1975 y 2021 los nacimientos en España se redujeron a prácticamente la mitad pasando de 669.378 a 341.315 (último año que se recoge en la gráfica a continuación).

Estadística: Número de nacimientos en España de 1975 a 2021 | Statista
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En apenas 40 años los españoles tenemos la mitad de hijos. 2022 fue el año con menos natalidad en 81 años con 329.812 hijos, un dato escalofriante que no augura nada positivo ni la posibilidad de revertirlo en un futuro próximo. 2021 fue el año que confirmó la pesadilla: más muertes que nacimientos.

Las causas del descenso de natalidad son varias y complejas, y no es tampoco el objeto del presente artículo analizarlas. Por nombras algunas: dificultades económicas, crisis cíclicas, imposibilidad de sostener una familia con un solo sueldo, la incorporación completa de la mujer al mercado de trabajo, mentalidad individualista y consumista, desestructuración nacional, destrucción del núcleo familiar y de la familia, políticas identitarias, ideologización de la infancia y un largo etcétera.

Según el Instituto Nacional de Estadística, los hijos nacidos de madre inmigrante superan en casi el doble a los hijos nacidos de españoles nativos.

Desde 2016 la inmigración en España se ha disparado, contando con el leve receso que se vivió durante el tiempo de restricciones de la pandemia. Tal y como contamos en este medio hace unas semanas, el deseo expreso del gobierno de Pedro Sánchez es importar 250.000 personas anualmente. Y esto lo dice al mismo tiempo que se han abortado cientos de miles de niños desde la aprobación del aborto. En los últimos ocho años la cifra anual rondaba los 100.000.

A nivel europeo los datos tampoco traen aires de recuperación. En 2020 la media de natalidad de la Unión Europea era de 1,5 hijos por mujer siendo España de los países con el menor número y Francia de los mayores. La tasa de fecundidad considerada suficiente para el reemplazo generacional es de 2,1 hijos por mujer. Europa está sumida en el invierno demográfico.

Infografía: El mapa de la fertilidad en Europa | Statista Más infografías en Statista

Puede verte, por lo tanto, que la natalidad nativa está muy por debajo de la foránea. Estadísticamente es cuestión de tiempo. Pura biología, pura naturaleza. O se tienen hijos o desapareces.

La inmigración de reemplazo es un término oficial

La teoría del gran reemplazo estipula que hay una voluntad expresa de reemplazar a europeos nativos por inmigrantes de otras razas hasta el punto de que esta sea minoría en sus propios países. Ya es un hecho que a nivel global la raza blanca es minoría, pero sólo hablan de las minorías raciales en Occidente aislando a este lado del mundo del resto. 1.400 millones de chinos, 1.400 millones de indios, previsiones de población en África de 4.000 millones en apenas 30 años. Europa no llega a 800 y con ya una parte importante de inmigración.

Más allá de que esto sea una voluntad expresa o no, el hecho es que la propia ONU promueve esta misma inmigración masiva bajo el mismo sobrenombre: inmigración de reemplazo.

El extenso informe de 177 páginas explica todos los puntos anteriormente citados, centrado de manera especial en el aspecto económico. Independientemente de las razones por las cuales se justifique o no una inmigración masiva, el caso es que la misma institucional principal a nivel internacional la llama y la promueve como «inmigración de reemplazo». No hay más ciego que el que no quiere ver.

Este tipo de inmigración se ha consolidado en el mismo Pacto de Marrakech de 2018, del que también hemos hablado en anteriores ocasiones. Queda claro, por tanto, que la política internacional auspiciada bajo Naciones Unidas no es la promoción de la natalidad en los países, sino la inmigración forzosa de millones de personas. De hecho, la política natalista no existe, más bien todo lo contrario. Bajo el eufemismo de «derechos reproductivos» o «salud reproductiva» se introduce la promoción del aborto a escala mundial en acuerdos y apéndices.

Si se compara la natalidad de continentes como África con Europa, es fácil extraer la conclusión de que existe una bomba demográfica al sur del Mar Mediterráneo. Una bomba que es imposible contrarrestar sin políticas públicas que promuevan los matrimonios y la natalidad, más allá de toda la serie de nuevos privilegios y técnicas de fertilidad enmarcadas dentro de la ideología de género y la promoción de diversas identidades que tienen como función, entre otras, la destrucción del concepto de familia natural.

Ante el rechazo que está produciendo esta serie de políticas en una parte de la población cada vez más importante, la élite global pretende eliminar todo atisbo de resistencia bajo el eufemismo de sobra conocido «delito de odio». Todo lo que sea advertir de los riesgos de este tipo de políticas es considerado xenofobia y racismo, cuando no desinformación. Así lo expresa António Guterres, secretario general de Naciones Unidas:

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