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tras el asesinato de masha amini

La activista iraní Mashi Alinejad afea a las políticas europeas su sumisión al uso del hiyab

Mashi Alinejad.
Mashi Alinejad.

El brutal asesinato de Masha Amini, una joven iraní de 22 años, por la denominada ‘Policía de la Moral’ por no «llevar de forma adecuada» el hiyab, ha despertado una ola de protestas sin precedentes en Irán contra la República islámica y por los derechos de las mujeres.

Mientras en Irán muchas han comenzado a quemar sus velos y cortar sus cabellos en respuesta a la brutal represión que el régimen emprende contra ellas, en Occidente, quienes se dicen defensoras de los derechos feministas, y en España abanderan el ‘Yo sí te creo hermana’ contra todo y todos –incluso sin pruebas que las respalden–, guardan un pavoroso silencio.

Ni una palabra en rueda de prensa, ni una declaración en los pasillos del Congreso de los Diputados, ni un simple tuit como esos de tantas otra veces que incluso han salido en defensa de una secuestradora de niños. En esta ocasión, la ministra de Igualdad, Irene Montero, no ha dicho ni mu.

En España no aplica la defensa incansable de la mujer si esta va cubierta con un velo y sufre la represión machista del terror iraní. Tampoco el presidente del Gobierno, autodefinido como el líder del «Gobierno más feminista de la historia» ha respaldado el levantamiento de estas valientes, del que ha dicho no tener noticia.

Ante el silencio de la clase dirigente, también en buena parte de Europa, y con un Parlamento Europeo que en varias ocasiones ha difundido campañas en apoyo del velo islámico, la activista iraní Masih Alinejad, amenazada de muerte por «dar voz a los sin voz» y defender a capa y espada la causa feminista en Irán –esta sí que se puede definir como tal– ha dicho basta.

«Os llamo a todas las mujeres políticas de países occidentales, ahora es vuestro turno, haced un vídeo y decidlo: estabais equivocadas, reconocedlo«, ha afeado Alinejad a las mujeres políticas de Occidente que, ni siquiera ahora, ante el asesinato de Amini, han decidido dar un paso al frente contra el islam radical.

Alinejad, que, como lleva haciendo años, en la última semana ha abanderado la difusión de las protestas en Irán en respuesta al crimen de la ‘Policía de la Moral’, ha querido enviar un mensaje a todas esas políticas que, como Irene Montero, no solo no han condenado lo ocurrido sino que, durante años, han legitimado el régimen vistiendo el velo islámico en sus visitas a Irán y manteniendo encuentros con sus representantes.

«Ahora es vuestro turno, no os estoy pidiendo que os cortéis el pelo como lo están haciendo las mujeres iraníes en público, no os estoy pidiendo que queméis velos, pero para millones de mujeres iraníes es importante escuchar que estabais equivocadas y que, a partir de ahora, no vais a llevar hiyab delante de nuestros asesinos y, más importante que eso, que no vais a legitimarles», ha pedido Alinejad en un vídeo que ha compartido en Twitter, la red que utiliza habitualmente para difundir sus protestas a un público de casi 500.000 personas.

La activista menciona en el vídeo a Anne Linde, que en 2017 y como ministra de Comercio de Suecia vistió un velo islámico en una reunión en Irán; Catherine Aston, quien en 2014 y como jefa de la diplomacia europea utilizó un hiyab en su reunión en Teherán con el presidente Hasán Rohaní; Federica Mogherini, en 2016 jefa de asuntos exteriores de la Unión Europea y que también optó por cubrirse durante una visita al país; y Ségolène Royal, que en 2016 y como ministra de Medio Ambiente de Francia hizo lo mismo.

«En este vídeo nombré a todas las mujeres políticas occidentales que fueron a Irán y obedecieron las leyes del hiyab mientras la ‘Policía de la Moral’ golpeaba a las mujeres por resistirse a llevarlo», ha explicado Alinejad en Twitter.

La cancelación de las víctimas y la normalización del hiyab

Cuando tenía 33 años, Mashi Alinejad tuvo que abandonar Irán y huir de la dictadura islámica para salvar su vida. Después de conseguir un permiso judicial para ejercer como periodista parlamentaria–la única manera en la que las mujeres pueden trabajar en Irán–, sus artículos contra el Gobierno de Mahmoud Ahmadinejad provocaron su destitución y su posterior salida del país. Desde entonces, y con residencia en Nueva York, se ha dedicado a luchar contra el islam radical y la imposición del hiyab obligatorio.

Su denuncia también hace referencia a una situación cada vez más habitual en Occidente. Ya no está bien visto criticar la represión islamista, no es «correcto».

En el pasado mes de noviembre, Canadá canceló la participación de la activista y premio Nobel de la Paz Nadia Murad en un evento para estudiantes porque, según la Junta Escolar de Toronto, su intervención podría «fomentar la islamofobia». Murad fue capturada por el Estado Islámico en Irak y Siria (ISIS) en 2014. Fue esclava de los yihadistas en Mosul, que también la torturaron y violaron, hasta que, unas semanas después de su captura, pudo escapar y y llegar al campamento de refugiados de Duhok, en el Kurdistán iraquí.

La cancelación del relato, la censura de la denuncia de las víctimas coincide con la normalización en Occidente de símbolos de represión en Oriente Medio como el hiyab. Una normalización ideada y orquestada por Instituciones internacionales como la Unión Europea.

En el mismo mes en que Canadá decidió censurar a Murad, la UE impulsó y financió una campaña para normalizar el uso del velo islámico en el continente con lemas como «La belleza está en la diversidad como la libertad está en el hiyab»; «Celebra la diversidad y respeta el hiyab”; y “Mi pañuelo, mi elección”. La iniciativa fue retirada tras el contundente rechazo que recibió de buena parte de la sociedad.

Sin embargo, el hiyab está muy lejos de la libertad a la que se referían los burócratas del bloque comunitario con la, afortunadamente, retirada campaña. Según la Sharía, la mujer está obligada a esconder su belleza de los que no son su “Máharim”, su marido. Quienes no lo sean no pueden verlas, tampoco saludarlas, ni siquiera quedarse a solas con ellas.

La ley islámica no solo obliga a vestir el hiyab, también obliga a las mujeres musulmanas a casarse solo con hombres que practiquen el islam, las prohíbe divorciarse sin el consentimiento de sus maridos y las castiga con la muerte por azotamiento o lapidación si cometen adulterio.

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