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EL NEOFEMINISMO CENSURA A LA MUJER

La arbitrariedad y la furia contra la condición femenina

Manifestación en Melbourne a favor de más protección para las personas trans. Europa Press
Manifestación en Melbourne a favor de más protección para las personas trans. Europa Press

La militante feminista británica Kellie-Jay Keen, también conocida como Posie Parker, ha sido brutalmente agredida mientras se manifestaba ¿Cuál es el pecado de Keen? Sostener que, sin importar su autopercepción de identidad, no se debe permitir que los hombres ingresen a espacios exclusivos para mujeres. Para los activistas trans, esto la convierte en una fascista y, como tal, en un objetivo de ataque legítimo. Este hecho se inscribe en una serie de eventos terroríficos que tienen lugar en estos días. El ataque ocurrió en Nueva Zelanda, en lo que parece una deriva cada vez más radicalizada destinada a borrar el sexo biológico femenino como marcador de identidad.

Keen organizó una gira llamada Let Women Speak por Australia y Nueva Zelanda, para denunciar que el impulso por los derechos de las personas transgénero está silenciando, poniendo en peligro y discriminando a las mujeres. Pero debió abrirse paso entre una turba enfurecida que la atacaba a golpes, con objetos contundentes y empujones. Keen dijo que tenía suerte de estar viva y que, a causa de las amenazas de muerte, la Policía tuvo que ponerla bajo custodia hasta que tomó el avión de regreso a casa. Pocas horas antes, la imagen de su rostro manchado de rojo luego de que un agresor la rociara con un líquido que representaba «la sangre de nuestra gente…», mostraba a las claras la densidad del problema.

Quienes habían ido a escucharla, entre ellos mujeres mayores, tuvieron que ser evacuados por la Policía: «La situación aquí es vergonzosa», publicó Keen más tarde. «Tengo mucho miedo por las mujeres aquí. El odio a las mujeres es extremo». Un miembro de la manifestación contra Keen fue filmado golpeando a ancianos que fueron a escucharla. Mientras tanto, los organizadores del Festival del Orgullo de Auckland declararon que los ataques al evento de Keen «demuestran el poder de la organización comunitaria y la solidaridad», así como «un alivio para muchos en nuestras comunidades»

El ataque a Keen no es sólo un tema de unos pocos fanáticos locales, está siendo tolerado por la comunidad política y social. Ella estaba en un país democrático donde las mujeres tienen plenos derechos ante la ley, incluyendo los de expresión y manifestación, o eso creíamos. En esos días circularon dos peticiones exigiendo que se le denegara el visado. Políticos de todo el espectro criticaron a Keen y optaron por ignorar a las mujeres que hablaron en su manifestación. Una de ellas es una militante feminista lesbiana que había cuidado a víctimas del sida en San Francisco en el punto más alto de la epidemia a principios de los años noventa, a esta mujer le gritaban «nazi».

La ultra asediada y también cancelada J. K. Rowling criticó a los activistas por los derechos de las personas trans en Nueva Zelanda «Hay varios videos de Kellie-Jay siendo agredida. Las mujeres nos hemos acostumbrado a las mentiras, las amenazas de violencia y la negación total de la realidad, pero si imaginas que alguien se siente ‘derrotada’, piénsalo de nuevo», tuiteó la autora. En el Reino Unido, la autora de Harry Potter ha recibido tantas amenazas de muerte de activistas trans que dice que podría «empapelar la casa con ellos».

En Canadá, activistas trans intentaron infamemente evitar que la feminista Meghan Murphy hablara en una biblioteca de Toronto. El uso de la ideología de género como arma para socavar los derechos de las mujeres está presentando un panorama inquietante que encubre el acoso que sufren las mujeres que se oponen a que los hombres biológicos tengan acceso a las prisiones de mujeres, vestuarios y competencias deportivas femeninas.

FiLiA, una organización feminista, que históricamente ha protegido a las mujeres de la violación, la agresión doméstica y la mutilación genital y que actualmente apoya el derecho de las mujeres a mantenerse seguras en espacios segregados por sexo, ha sufrido acusaciones de transfobia y amenazas. Los ejemplos se acumulan. Muchas organizaciones feministas denuncian que la palabra «mujer» ahora carece de una definición real en los círculos progresistas y que una mujer es cualquier humano que se autodeclara como tal. Incluso señalan que el debate en sí mismo es denunciado como una forma de «violencia transfóbica» que lleva a las personas trans a la violencia.

Existe un ambiente de furia del que sólo podemos adivinar su profundidad. Por eso, el atentado perpetrado en estos días por Audrey Hale, en su antigua escuela en Nashville no puede dejar de ser profundamente analizado. Hale escribió un Manifiesto que está en el centro de la polémica porque las autoridades se niegan a revelar su contenido. Minutos después de publicarlo entraba con fusiles a descargar su furia sobre el cuerpo de tres pequeños. Audrey era trans, pero grupos de activistas LGBTQ argumentan que los motivos del atentado son completamente irrelevantes. Cuando se trata de ocultar los motivos se despiertan sospechas. 

«Tenemos un manifiesto, un mapa dibujado de cómo esto iba a tener lugar, hay una teoría que estamos investigando pero que todavía no está confirmada», ha declarado la Policía aunque se niega a divulgar el Manifiesto al público para evitar la estigmatización. Sin embargo, en otros atentados no se ha visto este celo referido a la culpa por asociación.

Los medios han publicado ejemplos como: «Estos son los conspiradores de extrema derecha seguidos por el tirador de la mezquita de la ciudad de Quebec», Vice, 16 de agosto de 2018; o «El manifiesto del sospechoso del tiroteo en El Paso hace eco del lenguaje de Trump», The New York Times, 4 de agosto de 2019; o «El tirador de búfalos no es un ‘lobo solitario’. Es un republicano convencional», Rolling Stone, 15 de mayo de 2022; “Lo que tiene que ver el tiroteo en Buffalo con el presentador de Fox News, Tucker Carlson”, NPR, 17 de mayo de 2022. Los motivos de los asesinos, que ingresaron en espacios públicos a matar indiscriminadamente, empezaron a no tener importancia desde que Audrey Hale se volvió perpetradora. Estamos ante un fenómeno violento y radical que la corrección política impide que reciba el correspondiente escrutinio.

Paradójicamente, esta luctuosa concatenación de eventos se superpone con el «Día de Visibilidad Trans», una fecha internacional que tiene lugar el 31 de marzo, instaurada por la activista transgénero Rachel Crandall para dar visibilidad de las personas trans. De forma desafiante, muchas organizaciones activistas han rebautizado este día como el «Día de la Venganza Trans». Justamente en estos días, varios activistas han publicado sus fotos con rifles, en momentos en que surgían las noticias del tiroteo de Nashville, según sus mensajes los rifles eran para protegerse de los transfóbicos. También han atacado a diversos grupos de mujeres que se manifestaron por sus derechos, incluyendo un grupo de lesbianas de la tercera edad que lanzaron el Proyecto Lesbiano en Bloomsbury, mujeres de izquierda en Manchester que se reunieron para discutir la Ley de Igualdad y simpatizantes del movimiento «Let Women Speak» que se reunieron en Speakers’ Corner.

Todo está tan trastocado que las manifestaciones feministas del estilo «Let Women Speak» son sistemáticamente atacadas y canceladas, sentando precedentes amenazantes. ¿Quién se atreverá, en adelante, a ser anfitrión de un acto que cuestione al activismo trans? ¿Quién enfrentará a un fundamentalismo ebrio de autojustificación que considera una agresión brutal al simple recordatorio de que las mujeres y los hombres son diferentes? ¿Cómo llegaron palabras como «mamá» o «amamantar» a ser insultos que deben ser reemplazadas por «personas gestantes» o «alimentador de pecho»?.

La condición femenina se ha convertido en una ofensa y con esa ofensa como aval proceden a censurar a las mujeres. Y esto, increíblemente, les parece una heróica acción antifascista.

La interseccionalidad ha generado esta furia. La interseccionalidad es este camino de superposición de opresiones donde el Estado premia al que acumula mayor cantidad de ellas. Esto ha sacado a relucir una serie infinita de inestabilidades, frustraciones, odios y resentimientos las cuales, no sólo no se busca evitar, sino que se trata de fomentar. Esta arbitrariedad y esta furia son alimentadas día a día, están anabolizando la violencia extrema, están dejando a personas dementes crecer en la creencia de que su dolor se zanja lastimando al otro, según una corrupta escala de opresiones que justifica su odio. Están encontrando en la colectivización de los oprimidos la habilitación para suspender los derechos más básicos. 

La arbitrariedad y la furia en la que se entrena a las personas ya nada tiene que ver con la conquista de la igualdad o con el respeto a su derecho a la intimidad y a sus preferencias sexuales. Este totalitarismo creciente sólo alienta a las personas a obsesionarse con su victimismo, real o autopercibido. De esta suerte, se han acuñado mil nuevas formas de neofeminismos en los que el «ser mujer» o bien no existe o es pecado.

La reivindicación feminista es hoy un campo de batalla furioso, un hervidero de odios antagónicos entre sí. Porque si todo es mujer, nada es mujer. Si ser mujer es una construcción social, no existe el machismo estructural. Si es fascista oponerse a que una niña comparta un vestuario con un varón adulto, pronto será delito denunciar los abusos de los autopercibidos mujeres. Si se puede ser acusado de transfobia por negarse a salir con una persona trans pronto esa libertad será delito. Si la condición femenina depende de la autopercepción de cada sujeto, la mujer como sujeto desaparece y del mismo modo sus derechos. Si la mujer desaparece como realidad social pierden sentido de las leyes que la protegen.

Auckland o Nashville no son más que una muestra de la supremacía de género creando una realidad artificial dedicada a intimidar y acosar, cuyo hilo conductor es una ideología basada exclusivamente en el voluntarismo, la intolerancia y la frustración instauradas como derechos humanos. Este totalitarismo desbloquea una nueva dimensión de la arbitrariedad y la furia, y está funcionando como un mecanismo de control de quienes están rediseñando a la sociedad a una velocidad tan demencial que casi no nos deja ver como pisotean la verdad y el sentido común.

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