Los casos se repiten hasta llegar a una veintena de matanzas en la misma zona de combate desde julio de 2015 hasta la fecha.
En Mora, en el norte de Camerún, un soldado del Ejército camerunés mató a bocajarro a 4 civiles a principios de mes, luego hirió de gravedad a otras 9 personas y se suicidó. Es una más de las matanzas provocadas por militares que han sufrido graves traumas en la guerra contra Boko Haram.
«Estos jóvenes viven traumas psicológicos graves, ven cosas horribles sobre el terreno y, cuando vuelven al cuartel, no lo digieren bien», explica un oficial de las Fuerzas Armadas que prefiere que se le guarde el anonimato.
En octubre del año pasado, en la localidad fronteriza de Kousséri, una de las principales la provincia de Extremo Norte -en la que el conflicto contra la organización yihadista se mantiene activo desde hace años-, un soldado de las fuerzas internacionales de la Unión Africana (UA) mató a su superior.
Tres meses antes, un oficial de alto rango disparó contra tres compañeros y un civil. Los casos se repiten hasta llegar a una veintena de matanzas en la misma zona de combate desde julio de 2015 hasta la fecha.
Un suboficial señala que la pérdida de una persona cercana es lo que desencadena el trauma: «A la vuelta de una operación en un poblado habíamos perdido a varios soldados por una mina. Esa noche, un compañero no paró de gritar, entre pesadillas, y desde ese día tiene un fuerte trauma y delira a diario. Hemos tenido que enviarlo de vuelta a casa con su familia».
Los soldados sufren «problemas postraumáticos que alteran su comportamiento, cuyas consecuencias les pueden llevar al suicidio o a otros problemas colaterales bastante importantes», explica el psicólogo Mohamed Pefoura, quien subraya que necesitan de asistencia profunda y completa.
La multiplicación de los conflictos en el país -el Ejército ahora lucha también contra los grupos independentistas anglófonos- provoca que cada día lleguen en torno a 25 soldados necesitados de atención quirúrgica al hospital militar de la capital, Yaundé, explica uno de los médicos del centro, que prefiere permanecer en el anonimato.
«No nos podemos ocupar al mismo tiempo de los traumas psicológicos y de las heridas», lamenta, desbordado. «¡Tenemos que elegir!».
En el hospital militar de Yaundé solo trabajan dos psicólogos y los pocos casos que se han tratado a fondo han sido derivados al centro para personas con discapacidad de la ciudad, donde tienen a un psicólogo de guardia, asegura otra fuente médica.
El discurso del Ejército sigue la misma línea: «la guerra cuesta cara», dice el portavoz de las Fuerzas Armadas.
«Camerún tiene muchos frentes abiertos y a duras penas podemos neutralizar a los terroristas de Boko Haram y perseguir a los rebeldes centroafricanos. Tenemos que plantarle cara a la crisis transfronteriza del litoral camerunés y, de repente, explota una amenaza endógena como la crisis social en Noroeste y Sudoeste», describe este militar cuyo nombre prefiere que no salga a la luz.
Todos estos frentes inabarcables tienen una consecuencia seria y dejan una huella profunda en los militares.
«Recibimos militares y civiles heridos todos los días. Camerún hace la guerra como puede», prosigue su relato el portavoz, quien lanza un llamamiento a la comunidad internacional para que ayude a corregir sus deficiencias. «En Camerún libramos una guerra colectiva contra el terrorismo», zanja.
El país centroafricano vive en su extremo norte, en la parte fronteriza con Nigeria, una lucha cruenta contra Boko Haram, que intenta imponer su Estado islámico en la zona del lago Chad y que ha dejado ya unos 3.000 muertos entre las filas camerunesas.
En el frente luchan más de 5.000 soldados nacionales.
Además, el país tiene otro frente abierto con los rebeldes centroafricanos que entran a territorio camerunés para perpetrar secuestros.
Y, desde noviembre de 2017, un nuevo conflicto ha surgido con fuerza en las dos regiones anglófonas que reclaman su independencia, Noroeste y Sudoeste, donde ya han perdido la vida un centenar de civiles.
En todos y cada uno de estos frentes los soldados son unánimes: «Vivimos atrocidades».