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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La expulsión de diplomáticos rusos, nueva crisis en la Guerra Fría 2.0

La hostilidad contra Rusia hay que mantenerla viva como sea, esa parece ser la consigna.

Se ha cumplido el plazo del ultimátum dado por la primera ministra británica, Theresa May, al Kremlin para que diera explicaciones sobre el envenenamiento de ex espías rusos en suelo británico y, ante el absoluto silencio del Gobierno ruso, el de Su Graciosa Majestad ha expulsado a 23 diplomáticos rusos.
Además, May ha solicitado al Parlamento nuevos poderes para proteger a los británicos que le permitan, entre otras cosas, detener en la frontera a recién llegados que se consideren ‘indeseables’ e imponer sanciones a discreción.
También se han suspendido actos conjuntos previstos y May ha anunciado que procederá a congelar activos rusos en el Reino Unido cuando considere que pueden usarse para poner en peligro la seguridad nacional.
En suma, que si un tipo se hubiera quedado dormido a principios de los ochenta y leyera hoy esta información todo le sonaría familiar, pensando que se trataba de un recrudecimiento de la Guerra Fría.
Y en algo parecido estamos, realmente. Rusia viene siendo culpable desde hace ya una buena temporada, y la tensión no para de subir. Romney -si alguien se acuerda, candidato republicano contra Obama- causó en su día cierto revuelo mediático al indentificar a Rusia como el principal enemigo de Estados Unidos, pero hoy sus declaraciones sonarían hasta blandas.
Rusia ha intervenido en todas las elecciones desde que se conchabara con Trump para hacerle ganar las presidenciales en Estados Unidos (aunque un panel del Senado que investiga la cuestión ha concluido que no existe el menor indicio al respecto), la más reciente la de Italia, que ha dado la victoria a los ‘populistas’. La UE está alarmadísima, de creer a El País, de tantísima injerencia, e incluso en el ‘procés’ catalán han tenido su papel.
Trump, su supuesto compinche, ha dado una nueva vuelta de tuerca a las sanciones aprobadas por Obama contra Rusia, le ha buscado las cosquillas en Siria y acaba de destituir a Tillerson, con interesantes relaciones en la cúpula moscovita, por un halcón rusófobo, el ex director de la CIA Mike Pompeo.
Y, ahora, esto.
Pero, claro, no se puede consentir que el Kremlin vaya matando a dobles agentes rusos expatriados en tu suelo. Pero, ¿ha sido Rusia, seguro? Es decir, pónganse en el caso: estamos en plena ola de furibunda rusofobia liderada por la única hiperpotencia mundial, en vísperas del Mundial de fútbol en Rusia y, sobre todo, de las elecciones en las que Putin quiere revalidar un nuevo mandato. Y elige ese momento para deshacerse, con un agente químico que apunta directamente a Moscú, a un doble espía que lleva diez años viviendo abiertamente en Londres. Caramba, si estuvo en una cárcel rusa. No sé, es posible, pero parece el colmo de la torpeza, ¿no?
Y si no, ¿quién? ¿Y por qué? Ni idea. Hay fuentes que apuntan a una conexión de Skrigal, la víctima, con Steele, el agente británico al que se le encargó el dossier contra Trump que desató toda la ‘trama rusa’. Pero no dejan de ser especulaciones.
En cualquier caso, la costumbre es que el acusador pruebe la culpabilidad del acusado, no que este pruebe su inocencia. Y es exactamente lo que ha pedido Rusia, que se siga el procedimiento.
Lo suyo es presentar el caso ante la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ), de la que ambos países son miembros. De hecho, Rusia solicitó que se le enviara una muestra del supuesto agente químico implicado en esta muerte cuando se formularon las primeras suspechas, una solicitud que Londres ignoró.
El cesado Secretario de Estado declaró que el ataque procedía con toda probabilidad de Rusia, y el propio Trump coincidió en que «me suena que podría ser Rusia». No parece que nadie esté demasiado interesado en una investigación imparcial.
En cualquier caso, la hostilidad contra Rusia hay que mantenerla viva como sea, esa parece ser la consigna, y más ahora que, por enésima vez, las investigaciones sobre la indestructible ‘trama rusa’ han vuelto a terminar con las manos vacías.
«Esta hostilidad es inaceptable», ha declarado la embajada rusa en Londres ante las expulsiones. Al contrario, parece más bien que en Occidente la hostilidad hacia Rusia es lo único universalmente aceptable.

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