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Están señaladas como el «primer Estado víctima del cambio climático» desde 1988

Las Maldivas, a las que el cambio climático iba a «dejar bajo el Índico» en 2018, inauguran su nuevo aeropuerto al nivel del mar

Se acerca el verano y algunos afortunados y ricos han planeado sus vacaciones en el archipiélago de las Maldivas, que es sinónimo de lujo, paz y belleza, siempre que no se pretenda practicar otra religión que no sea la musulmana. La temporada se prevé magnífica, ya que la inflación ha disminuido, la gente se ha acostumbrado a la guerra de Ucrania y los millonarios chinos por primera vez pueden viajar este año al exterior desde que el régimen comunista cerrase el país.

Desde que se convirtiera en un destino de élite en los años 70, el avión es la manera de llegar a este país, uno de los más pequeños del mundo, formado por más de un millar de islas, islotes y atolones. Y para recibir mejor a los turistas y sus divisas, el gobierno ha ampliado su aeropuerto internacional, llamado Velana, con una pista sobre el mar que ha construido un consorcio de empresas chinas y que se inauguró hace unos meses.

Un remoto país antes pobre que, gracias a la economía de mercado, ha encontrado una fuente de ingresos en un turismo internacional de alto nivel adquisitivo. ¿Historia feliz? Pues no, porque los cerca de 600.00 maldivos viven bajo la amenaza de convertirse en víctimas del calentamiento global. Siempre que se acerca una de las cumbres del clima, las conocidas como COP, aparecen en los medios de comunicación reportajes sobre las Maldivas con mensajes terroríficos: «El país que podría desaparecer sumergido por el aumento de nivel de los océanos». En 2009, el gobierno celebró un consejo de ministros bajo el agua para llamar la atención sobre su triste sino y pedir la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y, claro, subvenciones.

Las Maldivas están señaladas como el «primer Estado víctima del cambio climático» desde 1988. Según los negros pronósticos enunciados entonces, el pequeño país podría quedar sumergido por el aumento del nivel del océano en treinta años, si la humanidad no le ayudaba. Como ha sucedido con otros muchos plazos fijados por los profesionales de la calentología (ciencia muy similar a la alquimia y la astrología), éste se ha cumplido y la catástrofe anunciada y repicada por los medios de comunicación no se ha producido.

Si las islas del archipiélago estuvieran siendo engullidas por el mar, ¿por qué el gobierno no compra tierras en otros lugares para establecer a su población, en vez de gastar decenas de millones de dólares en construir costosas infraestructuras que están condenadas a desaparecer? ¿Quizás porque no hay verdadero peligro? Incluso el país lanza campañas turísticas con el eslogan de «vengan a vernos antes de que desaparezcamos».

La conducta de los maldivos es idéntica a la de los Obama, los Gore y los Gates. Ellos, difusores del miedo entre los demás seres humanos, saben que la supuesta amenaza es risible, pues, de acuerdo con las mediciones de la NASA, el nivel de los océanos ha subido de media en toda la Tierra, sólo 3,3 milímetros anuales entre 1993 y 2020. Es decir, el tiempo necesario para el agua ascienda un metro es de tres siglos. Y encima, las previsiones no siempre se cumplen. Por eso, el matrimonio Obama se gastó casi 12 millones de dólares en su mansión junto a la costa del Atlántico. No tendrán que mudarse porque las olas irrumpan en su salón.

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