«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Líbano: próximo capítulo en la eterna guerra entre sunitas y chiítas

Desde la Guerra Fría, Arabia Saudí e Irán se han enfrentado a través de sus aliados en Yemen, Siria e Irak. Líbano podría ser el siguiente.

Con el ISIS viviendo sus últimos días en Siria e Irak y alejado de sus principales bastiones, el foco mediático de Oriente Medio se traslada a Yemen -donde Arabia Saudí se ha negado hasta este lunes a levantar el bloqueo humanitario- y Líbano.

La tensión ha aumentado en los últimos días entre Riad y Beirut después de que el primer ministro libanés, Saad Hariri, renunciara a su cargo el pasado sábado desde Arabia Saudí, que ha sido acusado por algunos grupos políticos en el Líbano de forzar dicha dimisión.

Hariri, que permanece en Riad desde su renuncia, se entrevistó con el embajador de Francia, Francois Gouvette, y con el jefe de la delegación de la Unión Europea, Michele Cervone d’Urso, que disipó así los rumores sobre su posible arresto domiciliario.

El régimen wahabita ha pedido a sus ciudadanos que estén de visita en Líbano o que residan allí que lo abandonen lo antes posible y ha aconsejado a los nacionales que no viajen a ese país. Por su parte, Kuwait también ha solicitado a sus ciudadanos que abandonen Líbano «inmediatamente».

La eterna disputa

Líbano no es sino un capítulo más en la guerra eterna por la hegemonía regional entre sunitas y chiítas, las dos ramas mayoritarias del Islam, a través de las dos teocracias que los representan: Arabia Saudí e Irán. Ambos países llevan desde la Guerra Fría enfrentándose a través de sus aliados en Yemen, Siria, Irak y ahora el Líbano, un país devastado por la guerra civil entre 1975 y 1990.

Riad y Teherán no han llegado a un choque directo, pero mantienen una guerra subsidiaria (la conocida como «proxy war» en inglés) en Yemen, donde el primero respalda al presidente, Abdo Rabu Mansur Hadi, y el segundo, a los rebeldes chiíes hutíes.

En su dimisión, el sunita Hariri aprovechó para acusar a Hezbollah, la milicia armada chiíta, de tener el «control» del Gobierno de Beirut y haber organizado una conspiración para asesinarlo. La división política en Líbano es evidente y se ha prolongado durante la última época. El padre de Hariri, Rafic, fue asesinado en 2005 y cinco militantes de Hezbollah fueron procesados por ese atentado.

El rey de Arabia Saudí, Salmán bin Abdulaziz, y su hijo y heredero al trono, Mohamed bin Salmán, se han inmerso en una nueva ofensiva contra Irán y sus aliados regionales. La premisa es clara después de que los rebeldes hutíes chiíes de Yemen lanzaran un misil contra Riad: «Responderemos a las acciones hostiles del régimen iraní».

La dimisión de Hariri, forzada desde el régimen wahabita, busca perjudicar a Hezbollah e indirectamente a Irán para poner en jaque la legitimidad del Gobierno libanés. ¿Significan estas amenazas que la tensión puede conducir a un choque militar? Los expertos no lo creen, pero apuntan a que el enfrentamiento se puede trasladar a otros países.

«No creo que haya una escalada militar en esta Guerra Fría, pero lo que estamos experimentando es un esfuerzo de la Administración estadounidense y de actores regionales como Arabia Saudí para provocar a Irán«, aseguró el director del Centro de Estudios Iraníes de la Universidad de Londres, Arshin Adib-Moghaddam.

Los medios iraníes consideraron esta semana que Arabia Saudí ha abierto un nuevo frente en su guerra por el poder regional con Irán amenazando a Hizbulá, mientras que el influyente editor jefe del diario árabe Rai al Yum, Abdel Bari Atwan, indicó que Riad probablemente está trabajando en una alianza con EEUU, Israel y otros países árabes contra el grupo chií.

La amenaza iraní

La respuesta de la Liga Árabe a Irán no se hizo esperar. El secretario general de esta organización, Ahmed Abulgueit, reafirmó su apoyo a Arabia Saudí frente a las “amenazas peligrosas contra su seguridad”.

“La obligación árabe exige el apoyo a Arabia Saudí, que se está enfrentando a amenazas peligrosas para su seguridad”, aseguró Abulgueit en declaraciones desde la sede de la Liga Árabe en El Cairo.

Además, Abulgueit destacó que el conflicto de Yemen se ha ampliado y acusó a partes “conocidas” de estar detrás de esta ampliación con el “objetivo no sólo de continuación de la guerra, sino también de tensar la situación en toda la región”, dijo en referencia a Irán, país al que Arabia Saudí acusa de proporcionar misiles a los rebeldes.

Abulgueit aseguró que “la estabilidad regional no se establecerá hasta que esas partes cambien su visión completamente sobre los árabes” y mientras no “hagan una revisión verdadera de la política que han seguido durante años y que conduce a la zona hacia el conflicto y la confusión”.

Una rivalidad histórica

Probablemente el factor más significativo detrás de la rivalidad entre Irán y Arabia Saudí sea la religión, pero no es el único. Ambos países compiten por influir en sus vecinos, son las potencias hegemónicas de la zona. Teherán ha dado su apoyo a la causa palestina contra Israel y ha acusado a los estados sunitas de ignorar los problemas palestinos y de representar los intereses occidentales.

En Siria, Irán ha sido junto a Rusia el principal aliado del presidente, Bashar Al Assad, y su apoyo ha sido vital para derrotar al Estado Islámico y contener a los rebeldes moderados. Arabia Saudí, por su parte, ha financiado a los grupos sunitas y ha formado parte de la coalición internacional.

En Irak, Riad y los otros países del Golfo apoyaron a Sadam Husein durante la guerra entre Irán e Irak entre 1980 y 1988 y sufrieron ataques de Irán en su flota marina. Las relaciones diplomáticas de Irán y Arabia Saudí fueron suspendidas por tres años después de la guerra.

Desde la caída de Sadam Husein, la mayoría chiita en Irak ha dirigido el Gobierno del país y ha mantenido relaciones muy estrechas con Teherán. La influencia iraní se ha extendido hasta las mismas fronteras de Arabia Saudí y ha creado la llamada «media luna chiíta», que une a Irán, Irak, Siria y Líbano.

De hecho, Bagdad ha acusado a Arabia Saudí de apoyar a los grupos sunitas radicales y de fomentar la violencia sectaria en Irak.

El petróleo y su comercio también han sido motivo de disputa entre ambas potencias, pues mantienen una visión antagónica en torno a los precios. Arabia Saudí es un país más rico y no tiene reparos en tolerar una caída de la cuantía del barril. Irán, que fue excluido durante años del mercado mundial por las sanciones, necesita que los países corten su producción -se producen casi dos millones de barriles de petróleo más de los que se necesitan- para aumentar los ingresos y paliar las afecciones de su débil economía.

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