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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El 'golpe blanco' en Arabia Saudí, una excusa para confiscaciones millonarias

No sé qué es más desconcertante, si ver un país clave, aliado de Estados Unidos, sumido en una implacable y extensa purga abierta, o la indiferencia con que el mundo está contemplando la revolución palaciega en Arabia Saudí.

En Arabia Saudí, el gobierno, encabezado por el príncipe heredero, no ha parado aún de arrestar a príncipes rivales, incluyendo a uno de los hombres más ricos del mundo, el Príncipe Alwaleed.
Arabia Saudí, un país que tiene en su mismo nombre el de la dinastía que lo rige, es ciertamente un anacronismo en nuestro siglo, como no lo era menos el siglo pasado, y de hecho desde que recuerdo se viene profetizando la caída de tan curiosa teocracia.
La existencia misma del reino debe su origen a un ‘pacto diabólico’ a tres bandas: Estados Unidos, la familia Saud y el reformador Ibn Wahhab (ya saben, el creador de ese ‘wahabismo’ que constituye la modalidad de creencia favorita de los terroristas islámicos). La moneda: un mar de petróleo casi inagotable bajo las arenas del desierto.
La alianza del amigo americano y la ‘pax religiosa’ ofrecida por el clero a cambio de convertir el reino en la más puritana y rígida de las sociedad islámicas -superando incluso con mucho a sus rivales iraníes- han dado a los Saud una desconcertante estabilidad.
Una de las válvulas de seguridad del régimen, que hasta ahora ha ido poniendo en el trono a ancianos hijos del fundado, Ibn Saud, ha sido asegurar a los innumerables príncipes cargos públicos maravillosamente pagados. Este sistema de ‘turno’ da esperanza a los más allegados de acabar ocupando el trono en algún momento, lo que mitiga las ansias de revuelta.
Pero ahora la impaciencia parece haber ganado la batalla a la esperanza, y el pasado domingo el Príncipe Mohamed bin Salman organizó una espectacular ‘razzia’ contra sus más poderosos rivales, deteniendo a algunos de las figuras más ricas del reino y, por tanto, del mundo, empezando por el Príncipe Mohammad bin Nayef, de quien se rumorea que es favorito de la CIA para heredar la corona.
En el reino, la intrigas dentro de la innúmera tribu de los Saud son cosa normal, pero siempre se han mantenido en un discreto segundo plano, fuera de los focos, aplicadas con movimientos prudentes. Lo que ha llamado la atención de este ‘golpe blanco’ ha sido precisamente el descaro con que se ha llevado a cabo y lo amplio de la purga, demasiado para una simple intriga palacega.
El prestigioso diario The Wall Street Journal apunta a una posible clave para entender esta medida desesperada que pone en peligro el sistema mismo. Fundamentalmente, sugiere el diario, la purga vendría motivada por la urgente necesidad de fondos, en un momento de déficits presupuestarios insostenibles, reducción de ingresos petroleros y reducción de las reservas. Así, el objetivo habría sido, pura y simplemente, disfrazar de lucha de poder la mera confiscación de patrimonio de los ‘purgados’, acusados de corrupción, por valor de 800.000 millones de dólares.
La Autoridad Monetaria de Arabia Saudí, que es como se llama su banco central, anunció el pasado martes que ha congelado las cuentas de diversas «personas interesadas» a petición del fiscal general.
¿Suena exagerado? Quizá lo parezca menos considerando que la cantidad incautada es el doble del fondo en divisas del reino.
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