En el mundo hay mucha desigualdad. Esta es la premisa con la que las Naciones Unidas plantea el quinto punto de su Agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible. Según la Agencia para el Desarrollo de la ONU, «la igualdad de género es uno de los fundamentos esenciales para construir un mundo pacífico, próspero y sostenible». Acabar con la desigualdad entre hombres y mujeres, por tanto, es el quinto de los 17 desafíos que la organización internacional se ha propuesto resolver. Indagar sobre ello se ha vuelto urgente, ya que en España tenemos un Ministerio de Asuntos Sociales y Agenda 2030, capitaneado por Ione Belarra.
La ONU trata de justificar este objetivo apuntando a las amenazas que sufre la igualdad en el mundo: «Las leyes y las normas sociales discriminatorias continúan siendo generalizadas, las mujeres siguen estando infrarrepresentadas a todos los niveles de liderazgo político, y 1 de cada 5 mujeres y niñas de entre 15 y 49 años afirma haber sufrido violencia sexual o física a manos de una pareja íntima en un período de 12 meses». Con estos datos, la Agenda 2030 se centra en el papel de las mujeres, porque la igualdad para la ONU siempre ha sido cosa de unos pocos. De unas pocas.
Según esas mismas cifras de la Agenda 2030, «al ritmo actual, se tardará 140 años en que las mujeres estén representadas en pie de igualdad en puestos de poder y liderazgo en el lugar de trabajo y 47 años en lograr la igualdad de representación en los parlamentos nacionales». Más de un siglo para que la ONU consiga colar en los comités ejecutivos del mundo el mismo número de hombres que de mujeres.
La Agenda 2030, sin embargo, no sería del todo totalitaria sin meter sus garras en nuestros bolsillos: «La igualdad de género es un objetivo transversal y debe ser un elemento clave en las políticas, presupuestos e instituciones nacionales». Y aquí llega la trampa: el objetivo de la ONU no sólo pretende fomentar la igualdad y respaldar la posición de las mujeres en el mercado laboral —ya sea por mérito o por cuota—, sino obligar a los Estados a adoptar políticas en este sentido y que ello se refleje en los «presupuestos». Clin clin.
A nivel mundial, «las mujeres representaban casi el 40% del empleo total, pero solo ocupaban el 28,2% de los cargos directivos en 2021». Esto significa que el 60% de la población activa es masculina y que la deseadísima igualdad está más cerca que nunca. Un objetivo que se logrará sin la intervención de la Agenda 2030. Pero no todo queda ahí: el objetivo quinto de la ONU quiere promover el aborto. «Los obstáculos para acceder a la atención, información y enseñanza sobre salud sexual y reproductiva persisten debido a la falta de leyes positivas o a la presencia de leyes negativas, en particular en relación con el aborto». Para la Agenda 2030 la igualdad no existe porque el aborto no es en todos los casos legal.
Con todo esto, el quinto ODS pretende lograr algunos objetivos concretos que atentan contra la libertad: En primer lugar, «asegurando el acceso universal a la salud sexual y reproductiva y los derechos reproductivos». Esto es, aborto, contra la libertad del bebé. En segundo lugar, «emprendiendo reformas que otorguen a las mujeres igualdad de derechos a los recursos económicos, así como acceso a la propiedad y al control de la tierra». Esto es, redistribución, contra la libertad del propietario. Y en último lugar, «promoviendo leyes aplicables para promover la igualdad de género y el empoderamiento de todas las mujeres y las niñas a todos los niveles». Esto es, cuota, contra la libertad de las mujeres.