El de Qatar 2022 ha sido a todas luces un Mundial deplorable, un torneo con nula catadura moral, que ha tenido como colofón la patĆ©tica imagen de Leo Messi, el considerado por muchos como el mejor futbolista de la historia āsiempre con permiso de Maradona, PelĆ©, Di StĆ©fano, Cruyff o Beckenbauer, entre otrosā, levantando al cielo de Lusail la Copa del Mundo vestido con el besht. Esta milenaria tĆŗnica, de color negro y semitransparente, se ha convertido en la Ćŗltima comidilla del planeta fĆŗtbol porque es una prenda reservada exclusivamente a la familia real de Catar. Sin embargo, el emir, Tamim bin Hamad Al Thani, quiso enfundĆ”rsela al delantero āpor muy bueno que sea, no deja de ser un futbolistaā para situarlo a su altura. Ā«Yo soy el emir de Catar y Ć©l es el rey del fĆŗtbolĀ», pareció ser su contundente mensaje al mundo. Maldita la gracia que le habrĆ” hecho a Adidas, principal patrocinador deportivo de la selección argentina y del propio Messi, porque el emir se cargó una foto histórica.
Es la metĆ”fora perfecta de la imborrable mancha que ha supuesto para el deporte rey celebrar una Copa del Mundo en un paĆs como Catar, donde los derechos humanos brillan por su ausencia. Una nación donde se somete a las mujeres, se persigue a los homosexuales y a la prensa libre o se explota a los trabajadores y especialmente a los migrantes mediante el sistema kafala āno nos cansaremos de recordar la muerte de mĆ”s de 6.500 obreros de la construcción, como desveló The Guardian a principios de 2021, pese a que las autoridades catarĆes sólo reconocen Ā«entre 400 y 500 fallecidos»⦠y a regaƱadientesā.
Manchado desde la adjudicación a Catar
Un Mundial que, en definitiva, ya nació manchado desde que la FIFA le concedió la organización a Catar, en el ComitĆ© Ejecutivo del organismo celebrado en diciembre de 2010, y que nunca debió celebrarse. No sólo por todos los motivos explicados unas lĆneas mĆ”s arriba, sino porque a nivel deportivo tambiĆ©n supone un grave perjuicio para los clubes, que al fin y al cabo son los que pagan el pato y, de paso, las ingentes fichas de los jugadores, al celebrarse en mitad de la temporada.
Una Copa del Mundo que va a seguir dando mucho que hablar, pese a que el balón dejó de rodar el pasado domingo con la victoria de Argentina ante Francia en la tanda de penaltis de una de las mejores finales de todos los tiempos. Aunque en La Gaceta de la Iberosfera nos alegremos del triunfo albiceleste, tambiĆ©n hay que reprender el comportamiento de algunos de sus futbolistas ācomo la obscenidad de Dibu MartĆnez llevĆ”ndose el trofeo de mejor portero a la entrepierna, o las burlas de no pocos argentinos a los jugadores de PaĆses Bajos, sin olvidar por supuesto el «¿quĆ© mirĆ”s, bobo?Ā» de Messi a un rival en zona mixtaā, que en esto del deporte es mĆ”s importante saber ganar que perder.
Mientras tanto, como si viviera en Matrix y el resto de mortales hubiĆ©ramos nacido ayer, el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, sigue mirando hacia otro lado, predicando a los cuatro vientos las supuestas bondades de Catar y su Ć©xito organizativo. De hecho, se refiere a Qatar 2022 como Ā«el mejor Mundial de la historiaĀ» y aspira a celebrar el torneo cada tres aƱos en vez de cuatro. El dirigente suizo presume de que la FIFA ha ingresado 7.500 millones de dólares āunos 1.000 millones mĆ”s de lo previstoā, pero da la callada por respuesta cuando le preguntan por las indemnizaciones a los miles de trabajadores muertos en las obras de construcción de los estadios.
El preocupante silencio de Infantino
Tampoco dice nada Infantino āy con Ć©l, la gran comunidad internacional del fĆŗtbolā sobre Amir Nasr-Azadani, el jugador iranĆ que ha sido condenado a muerte por participar en las protestas en favor de los derechos de las mujeres en su paĆs. El dirigente parece estar mĆ”s preocupado por otros asuntos como amenazar a las siete selecciones europeas āInglaterra, Alemania, Dinamarca, Gales, BĆ©lgica, PaĆses Bajos y Suizaā que anunciaron su intención de lucir el brazalete arcoĆris One Love, contra la discriminación hacia la diversidad sexual en Catar, y que finalmente se acabaron echando hacia atrĆ”s.
AsĆ se las gasta el presidente del organismo rector del fĆŗtbol mundial, que, enmudecido por la jarreante lluvia de petrodólares catarĆes, deberĆa estar mĆ”s intranquilo ante la demanda que Anheuser-Busch InBev, dueƱa de Budweiser āsocio estratĆ©gico de la FIFA y patrocinador principal de la Copa del Mundo desde MĆ©xicoā86ā, prepara contra Ć©l tras quedarse con un palmo de narices, despuĆ©s de ver cómo las autoridades catarĆes acabaron reculando y mantuvieron las restricciones sobre el alcohol en el paĆs, dejando millones de latas de cerveza varadas en los almacenes. Una demanda, tambiĆ©n contra Catar, que la empresa cervecera con sede en Lovaina (BĆ©lgica) estima en 75 millones de euros por incumplimiento del contrato de patrocinio.
Parece que todo vale con tal de abrirles las puertas a los catarĆes y sus petrodólares y dejar que se metan hasta la cocina. Es otra de las inmoralidades de un Mundial que jamĆ”s debió haberse celebrado. Puede que los aficionados se acaben quedando con la imagen de Messi levantando la Copa, la de los goles de MbappĆ©, los bailes de los jugadores brasileƱos con Tite o la eliminación de la selección espaƱola a manos de la revelación Marruecos, por citar algunos de los momentos mĆ”s memorables del torneo. Pero lo que deberĆa prevalecer es la mĆ”s deleznable inmoralidad, con un absoluto desprecio a los derechos humanos, en un campeonato manchado de sangre āy muchaā y el dinero sucio de la corrupción y los sobornos. Que los aficionados lo recuerden siempre. Que asĆ sea. Inchā Allahā¦