«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
Parece que todo vale con tal de abrir las puertas a los petrodólares

Qatar 2022: balance de un Mundial que nunca debió haberse celebrado

El presidente de la FIFA Gianni Infantino, el emir de Catar Sheikh Tamim bin Hamad Al Thani, y el jugador argentino Lionel Messi. Europa Press
El presidente de la FIFA Gianni Infantino, el emir de Catar Sheikh Tamim bin Hamad Al Thani, y el jugador argentino Lionel Messi. Europa Press

El de Qatar 2022 ha sido a todas luces un Mundial deplorable, un torneo con nula catadura moral, que ha tenido como colofón la patĆ©tica imagen de Leo Messi, el considerado por muchos como el mejor futbolista de la historia —siempre con permiso de Maradona, PelĆ©, Di StĆ©fano, Cruyff o Beckenbauer, entre otros—, levantando al cielo de Lusail la Copa del Mundo vestido con el besht. Esta milenaria tĆŗnica, de color negro y semitransparente, se ha convertido en la Ćŗltima comidilla del planeta fĆŗtbol porque es una prenda reservada exclusivamente a la familia real de Catar. Sin embargo, el emir, Tamim bin Hamad Al Thani, quiso enfundĆ”rsela al delantero —por muy bueno que sea, no deja de ser un futbolista— para situarlo a su altura. Ā«Yo soy el emir de Catar y Ć©l es el rey del fĆŗtbolĀ», pareció ser su contundente mensaje al mundo. Maldita la gracia que le habrĆ” hecho a Adidas, principal patrocinador deportivo de la selección argentina y del propio Messi, porque el emir se cargó una foto histórica.

Es la metĆ”fora perfecta de la imborrable mancha que ha supuesto para el deporte rey celebrar una Copa del Mundo en un paĆ­s como Catar, donde los derechos humanos brillan por su ausencia. Una nación donde se somete a las mujeres, se persigue a los homosexuales y a la prensa libre o se explota a los trabajadores y especialmente a los migrantes mediante el sistema kafala —no nos cansaremos de recordar la muerte de mĆ”s de 6.500 obreros de la construcción, como desveló The Guardian a principios de 2021, pese a que las autoridades catarĆ­es sólo reconocen Ā«entre 400 y 500 fallecidos»… y a regaƱadientes—.

Manchado desde la adjudicación a Catar

Un Mundial que, en definitiva, ya nació manchado desde que la FIFA le concedió la organización a Catar, en el Comité Ejecutivo del organismo celebrado en diciembre de 2010, y que nunca debió celebrarse. No sólo por todos los motivos explicados unas líneas mÔs arriba, sino porque a nivel deportivo también supone un grave perjuicio para los clubes, que al fin y al cabo son los que pagan el pato y, de paso, las ingentes fichas de los jugadores, al celebrarse en mitad de la temporada.

Una Copa del Mundo que va a seguir dando mucho que hablar, pese a que el balón dejó de rodar el pasado domingo con la victoria de Argentina ante Francia en la tanda de penaltis de una de las mejores finales de todos los tiempos. Aunque en La Gaceta de la Iberosfera nos alegremos del triunfo albiceleste, tambiĆ©n hay que reprender el comportamiento de algunos de sus futbolistas —como la obscenidad de Dibu MartĆ­nez llevĆ”ndose el trofeo de mejor portero a la entrepierna, o las burlas de no pocos argentinos a los jugadores de PaĆ­ses Bajos, sin olvidar por supuesto el «¿quĆ© mirĆ”s, bobo?Ā» de Messi a un rival en zona mixta—, que en esto del deporte es mĆ”s importante saber ganar que perder.

Mientras tanto, como si viviera en Matrix y el resto de mortales hubiĆ©ramos nacido ayer, el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, sigue mirando hacia otro lado, predicando a los cuatro vientos las supuestas bondades de Catar y su Ć©xito organizativo. De hecho, se refiere a Qatar 2022 como Ā«el mejor Mundial de la historiaĀ» y aspira a celebrar el torneo cada tres aƱos en vez de cuatro. El dirigente suizo presume de que la FIFA ha ingresado 7.500 millones de dólares —unos 1.000 millones mĆ”s de lo previsto—, pero da la callada por respuesta cuando le preguntan por las indemnizaciones a los miles de trabajadores muertos en las obras de construcción de los estadios.

El preocupante silencio de Infantino

Tampoco dice nada Infantino —y con Ć©l, la gran comunidad internacional del fĆŗtbol— sobre Amir Nasr-Azadani, el jugador iranĆ­ que ha sido condenado a muerte por participar en las protestas en favor de los derechos de las mujeres en su paĆ­s. El dirigente parece estar mĆ”s preocupado por otros asuntos como amenazar a las siete selecciones europeas —Inglaterra, Alemania, Dinamarca, Gales, BĆ©lgica, PaĆ­ses Bajos y Suiza— que anunciaron su intención de lucir el brazalete arcoĆ­ris One Love, contra la discriminación hacia la diversidad sexual en Catar, y que finalmente se acabaron echando hacia atrĆ”s.

AsĆ­ se las gasta el presidente del organismo rector del fĆŗtbol mundial, que, enmudecido por la jarreante lluvia de petrodólares catarĆ­es, deberĆ­a estar mĆ”s intranquilo ante la demanda que Anheuser-Busch InBev, dueƱa de Budweiser —socio estratĆ©gico de la FIFA y patrocinador principal de la Copa del Mundo desde MĆ©xico’86—, prepara contra Ć©l tras quedarse con un palmo de narices, despuĆ©s de ver cómo las autoridades catarĆ­es acabaron reculando y mantuvieron las restricciones sobre el alcohol en el paĆ­s, dejando millones de latas de cerveza varadas en los almacenes. Una demanda, tambiĆ©n contra Catar, que la empresa cervecera con sede en Lovaina (BĆ©lgica) estima en 75 millones de euros por incumplimiento del contrato de patrocinio.

Parece que todo vale con tal de abrirles las puertas a los catarĆ­es y sus petrodólares y dejar que se metan hasta la cocina. Es otra de las inmoralidades de un Mundial que jamĆ”s debió haberse celebrado. Puede que los aficionados se acaben quedando con la imagen de Messi levantando la Copa, la de los goles de MbappĆ©, los bailes de los jugadores brasileƱos con Tite o la eliminación de la selección espaƱola a manos de la revelación Marruecos, por citar algunos de los momentos mĆ”s memorables del torneo. Pero lo que deberĆ­a prevalecer es la mĆ”s deleznable inmoralidad, con un absoluto desprecio a los derechos humanos, en un campeonato manchado de sangre —y mucha— y el dinero sucio de la corrupción y los sobornos. Que los aficionados lo recuerden siempre. Que asĆ­ sea. Inch’ Allah…

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