Putin y Trump se entienden intuitivamente, pero aunque eso ayude, los gestos no cuentan demasiado en la geopolítica.
Fue durante el posado ante los fotógrafos de los líderes del G-20, antes de esa reunión bilateral ‘rápida’ que no debía superar los treinta minutos de acuerdo con la apretada agenda de la cumbre y se prolongó dos horas y cuarto. El mandatario ruso se volvió hacia Trump y, señalando a los periodistas, le preguntó: «¿Son estos los que te están perjudicando?».
A lo que el polémico inquilino de la Casa Blanca respondió: «Estos son. Tienes toda la razón».
Y es precisamente la presión de esos que «le están perjudicando» lo que obligó a Trump a perder un valiosísimo tiempo de la conversación planteando con insistencia lo que quizá sea la pregunta más idiota e inane que jamás haya transcendido de una cumbre de tan alto nivel, sobre si Putin manipuló las elecciones presidenciales norteamericanas.
Para que se entienda el abismal grado de absurdo de la cuestión -que, naturalmente, Putin negó por enésima vez-, intenten plantearla en su forma completa: ¿Me ayudaste a ganar las elecciones después de ponerte de acuerdo conmigo de forma ilegal y por algún procedimiento que todavía nadie ha especificado?
Porque no hay otra forma inteligible de plantearlo. Nadie ha especificado en qué pudo consistir esa ‘injerencia’, y nadie, menos aún entre los más acérrimos acusadores, parece tener la menor intención de concretarlo. Es de esos asuntos que ganan más fuerza con sombras que con luz.
Si se habían puesto de acuerdo, la pregunta es ociosa. Si no, si Rusia influyó para que ganase Trump sin el conocimiento de este, la ‘trama rusa’ pierde toda su fuerza acusatoria contra el presidente americano, que es casi su única utilidad. Quedaría, sí, el cansino ‘meme’ de que Rusia es culpable y hay que buscar pelea con Moscú, la segunda potencia nuclear mundial, en todos los escenarios posibles.
Pero, ¿por qué iba Rusia a hacer algo así? Y, sobre todo, ¿cómo? Que Putin prefiriera que ganara Trump es tan perfectamente legítimo como Obama en su día diciendo que, si fuera alemán, votaría a Merkel. El único ‘casus belli’ imaginable es que los electores norteamericanos votaran por A y saliera B, algo que, empezando por el propio Obama, todo el que sabe algo del sistema ha repetido hasta la saciedad que es imposible.
Pero la ‘trama rusa’ es como un zombi de película, de esos que pierden brazos, les derribas a balazos y vuelven a levantarse, un espantajo útil para un sector americano que se niega a aceptar que Trump es el presidente legítimo.
Putin, imaginablemente harto, negó y pidió pruebas. Y a Trump le sirvió esa respuesta, aunque no al jefe de la diplomacia americana, Rex Tillerson, que parece estar jugando el papel de ‘poli malo’ en las relaciones con Moscú.
Como todo el mundo se ha hartado de señalar, Putin y Trump son, en un sentido, del mismo palo, se entienden intuitivamente, hay química. Pero, aunque eso ayude, los gestos y la proximidad personal no cuentan demasiado en la geopolítica, que parece tener sus leyes de hierro.
No importa quién ocupe la Casa Blanca, da la sensación de que la política exterior norteamericana va con piloto automático y es idéntica bajo presidentes tan antagónicos como Clinton, Bush, Obama… O Trump. Y si las acciones pesan siempre más que gestos, palabras y ‘buen rollo’, no puede decirse que el presidente norteamericano le esté poniendo las cosas fáciles a su ‘cómplice secreto’.
Un rápido repaso a las ‘iniciativas diplomáticas’ de Estados Unidos previas a la cumbre ofrecen un panorama desolador en este sentido, tan alejado del escenario de un ‘acercamiento’ con Moscú como quepa imaginar.
Veamos: Estados Unidos rechazó el plan ruso-chino para desescalar la crisis de Corea del Norte; Estados Unidos acusó al Gobierno sirio de preparar un ataque con armas químicas y advirtió que pagarían «un alto precio»; Estados Unidos acusó a Rusia de desestabilizar Europa del Este; Estados Unidos declaró su intención de desplegar misiles Patriot en Polonia para protegerla de los misiles Iskander rusos; Estados Unidos envió un F-16 polaco a interceptar el avión (civil) que transportaba al ministro de Defensa ruso sobre el Báltico, en zona de vuelo internacional…
Oh, sí, han alcanzando un alto el fuego en Siria. Concretamente en las provincias de Daraa, Quneitra y As-Suwayda, donde prácticamente no hay acción.
No sé, pero si yo fuera Putin y me hubiera tomado la molestia de amañar las elecciones americanas para que ganara Trump me estaría dando de cabezazos contra los muros del Kremlin.