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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Violación grupal en Suecia: hasta 20 hombres abusaron de una joven

Mientras las autoridades suecas maquillan las cifras de violaciones en el país, las denuncias se acumulan y cada vez más medios denuncian la situación que se vive en las principales ciudades.

«Tienes esperma en la cara y en la ropa, no queremos hablar contigo». El testimonio de esta joven sueca, que fue agredida sexualmente por hasta 20 hombres el pasado mes de agosto, es sobrecogedor. Todo ocurrió en Fittja, una zona deprimida al sur de Estocolmo, donde las violaciones son tónica general y las autoridades maquillan unas cifras que cada vez más medios se atreven a denunciar.

Varios hombres abordaron a la joven, que fue golpeada y violada en grupo en las escaleras de la estación de metro. Los vecinos que presenciaron la escena ignoraron a la agredida y uno de los interrogados como testigos aseguró que «habían aprendido a no ver ni oír mucho».

Tras unos minutos en estado de desconcierto, la joven corrió hasta un centro comercial cercano donde reclamó ayuda a un hombre. Su reacción no se hizo esperar: «Tienes esperma en la cara y en la ropa, no nos involucres en esto. Llama a la Policía, porque es repugnante».

Nadie quiso ayudarle y finalmente la agredida tuvo que tomar el metro hacia el centro de la ciudad. Allí sí fue atendida por varias personas, que llamaron a la Policía y denunciaron la situación. Varios hombres, a los que las autoridades se niegan a poner nombre y nacionalidad, se encuentran encausados por la agresión.

Asaltos en masa en festivales de música

Con la llegada del verano y los tradicionales festivales de música, las agresiones y abusos a manos de recién llegados se multiplicaron por todo el país. En 2016, en el Festival de Bravalla, varias jóvenes de apenas quince años denunciaron cómo habían sido «molestadas sexualmente» por chicos extranjeros. Aunque la Policía se negó en un principio a informar acerca del caso, finalmente admitió que se trataba de autores de origen «extranjero».

Unos días antes, en el festival de Putte i Parken de Karlstad, se habían denunciado hasta 32 casos similares cometidos por atacantes «extranjeros». Sin embargo, las presiones de las autoridades silenciaron las agresiones. Algo similar a lo ocurrido con Selin Gören, portavoz del movimiento izquierdista juvenil Solid. Gören fue atacada en enero en Mannheim mientras trabajaba como activista en relación con los refugiados. Sufrió una emboscada en un parque infantil a altas horas de la noche y la forzaron sexualmente.

Acudió directamente a la Policía a denunciar los hechos, pero aseguró que los asaltantes hablaban en alemán. Doce horas más tarde volvió a comisaría para admitir que había mentido y que sus atacantes hablaban en un idioma que era probablemente árabe o farsi. Gören aseguró que su mentira tenía como objetivo evitar la creación de «prejuicios» contra los refugiados.

‘No podemos hacer más’

Hace unos meses, Joakim Lamotte estaba buscando información sobre la violación a una niña de doce años en la ciudad sueca de Stenungsund. El periodista, al que le habían encargado un artículo sobre el tema, decidió llamar a la comisaría de Policía. Sin buscarlo, Lamotte se dio de bruces con la situación que vive un país completamente desbordado por la oleada de violaciones.

El periodista pregunta a los agentes sobre la investigación del caso y la respuesta no puede ser más reveladora: “Tenemos un sospechoso, pero aún no lo hemos podido interrogar”, aseguraron los policías.

“La cantidad de trabajo es tan grande que no podemos hacerlo mejor, resulta muy lamentable”, sentenciaron los agentes ante la incredulidad del periodista.

Zonas prohibidas a las mujeres

El testimonio de una joven sueca, que aceptó hablar para el Daily Mail, muestra lo que las autoridades del país han tratado de ocultar. «Vivo muy cerca de la ‘no-go zone’ y cada vez que vuelvo del trabajo tengo que evitar grupos de delincuentes que tratan de robarme», explicó Lucy, que siempre porta un aerosol de seguridad por «miedo a sufrir» abusos sexuales.

Durante los disturbios de comienzos de año, un grupo de delincuentes asaltó su vivienda y robó todas sus pertenencias, incluido su vehículo. Cuando llamó a la Policía, la respuesta fue sincera: «Estamos desbordados, no tenemos efectivos para atender tu petición».

«No quiero que los medios saquen mi fotografía, no quiero que me conozcan. Después podrían acusarme de racista y eso me produce pánico», subrayó Lucy, que cree que las autoridades han hecho «todo» por silenciar los delitos de los recién llegados.

‘Si no eres musulmán, es más fácil que te toque’

Besse, otra sueca que se negó a dar su nombre real, mantuvo el «código de honor» que existe en Rinkeby y que pasa por «atacar primero a aquellos que no son musulmanes». «Estos chicos creen que se debe abusar antes de una chica que no lleva hiyab», subrayó.

«Ya no salimos a las calles después del anochecer, es demasiado peligroso. He vivido aquí los últimos 25 años y la situación cada días es peor», relató, al tiempo que exigió al Gobierno sueco «controlar las mezquitas de la ciudad».

El control de los centros de rezo de la ciudad es reducido. Al igual que en otras partes de Europa, los imanes operan con total impunidad y sus visiones radicales del islam calan hondo en la sociedad.

 
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