«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Marcial Cuquerella (Cartagena, 1977). Ingeniero Industrial e Ingeniero Informático. Hermano, hijo, nieto y bisnieto de marino. Vinculado toda su carrera al mundo de los medios, fue director de Intereconomía de 2005 hasta 2014. Hoy inversor en empresas de tecnología y asesor estratégico en compañías de comunicación.
Marcial Cuquerella (Cartagena, 1977). Ingeniero Industrial e Ingeniero Informático. Hermano, hijo, nieto y bisnieto de marino. Vinculado toda su carrera al mundo de los medios, fue director de Intereconomía de 2005 hasta 2014. Hoy inversor en empresas de tecnología y asesor estratégico en compañías de comunicación.

Adictos a Independencia

10 de febrero de 2021

Estos últimos días estamos siendo testigos de una reacción violenta a la presencia pública de determinados partidos políticos en una campaña electoral, como si dichos partidos políticos fueran un virus que hay que eliminar de raíz. Para los que no estamos sometidos a la presión psicológica del independentismo en Cataluña nos puede llegar a parecer que todo esto no es más que es una performance política enfocada a extraer más réditos y votos en las elecciones que vienen. Pero la realidad es bastante más compleja. Algunos filósofos modernos como Roger Scruton o Jordan Peterson se animaron a definir la posmodernidad como el nuevo sistema ideológico que se está imponiendo a escala mundial, y ya quedan bastantes pocas dudas de que determinadas ideologías no son más que una respuesta patológica al narcisismo exacerbado. 

La ideología cumple la función de una prótesis psicológica para una mente débil e inestable

La adicción a la ideología independentista se puede entender como una adhesión enfermiza a una forma de pensar que le proporciona una solución equivocada al narcisista. A nadie se le escapa que las ideologías son potencialmente adictivas y que pueden entenderse como un tipo de posesión y fanatismo que tiene consecuencias perjudiciales para la persona y para la sociedad en su conjunto. 

Una persona sometida a las garras de una adicción ideológica muestra comportamientos típicos del resto de las adicciones y no son más que un parche que pretende suplir los déficits y carencias de uno mismo. La actitud tan fascista de enterrar la cabeza en la arena (que es tan típica de los poseídos ideológicamente) es un mecanismo de protección contra la mortificación narcisista. La ideología cumple la función de una prótesis psicológica para una mente débil e inestable, y por lo tanto, una amenaza a la “coherencia” de dicha ideología se experimenta como un ataque directo a lo más íntimo, ofreciendo como respuesta una actitud violenta y ausente de razonamiento.

Es decir, para mantener ese supuesto equilibrio psicológico, la persona ideológicamente poseída debe hacer todo lo posible para evitar cualquier “ataque de la realidad “ y eliminar cualquier amenaza, a menudo violentamente.

El uso o la justificación de la violencia […] es la plasmación clara de que el independentismo se ha convertido en una adicción

El activismo de un adicto ideológico es sobre todo un proyecto basado en el narcisismo. Y muy pocas veces está motivado por los ideales que esa misma ideología pretende resolver. En el contexto de las ideologías políticas extremas supone exactamente lo mismo una ideología política de extrema izquierda como el comunismo y una ideología política de extrema derecha como el nazismo, aunque se presentan como dos posiciones ideológicas opuestas desde una perspectiva psicológica, el contenido es más o menos el mismo. En la raíz se encuentra una forma que conduce al resentimiento y un anhelo por una futura utopía inexistente. Lo que distingue a la extrema izquierda de la extrema derecha es el modo en el que cada uno de ellos alimenta su propio narcisismo. 

Como dice Sir Rodger Scruton (2016), en su libro Fools, Frauds and Firebrands, “la ideología pública del comunismo es de igualdad y emancipación, mientras que la del fascismo (por ejemplo, el nacionalsocialismo) enfatiza la distinción y el triunfo. Pero los dos sistemas se parecen entre sí en todos los demás aspectos… ” y también “existe una profunda similitud estructural entre el comunismo y el fascismo, tanto como teoría como práctica”. Es por eso que a veces nos es absolutamente imposible distinguir una ideología de ultraizquierda de una de ultraderecha, y por eso nos vemos inmersos en debates eternos sobre quién es fascista. En el caso del independentismo podemos ver que tiene caracteres típicamente de extrema derecha porque enfatizan la distinción pero también de extrema izquierda porque buscan ser víctimas y encuentran un verdugo del que deben emanciparse, en este caso, España.

Lo que es una realidad es que el uso o la justificación de la violencia para intentar silenciar lo que se ha percibido falsamente como una amenaza a su fuero más interno, es la plasmación clara de que el independentismo se ha convertido en una adicción para la mayoría del pueblo catalán. 

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