El consenso es esa cosa que excita tanto a los políticos españoles y en nombre del cual abandonan todos sus principios -si los tuvieran- incluidos los básicos que deben guiarlos a tomar las decisiones importantes, como son los principios de eficacia, prudencia y oportunidad. Y, encima, lo venden a la ciudadanía como un éxito.
El consenso es como el diálogo, una palabra trampa. Lo que se llama una «false friends». Que crees que estás diciendo una cosa y, en realidad, estás diciendo otra.
En España, un político dice «consenso», y todos a callar. Es como cuando jugábamos de pequeños al <<pilla pilla>> y nos poníamos a salvo. ¡Ah, he dicho «consenso», has perdido, a pactar!
A ver quién es el machote -perdón por el macromachismo, pero una tiene una edad y unos tics- que dice no al diálogo o al consenso, palabras sagradas. Sin embargo, no se ha demostrado que el acuerdo sea bueno per se. Por ejemplo, Waco sería el paradigma del consenso y el resultado fue, cuando menos, cuestionable.
El consenso es una excusa perfecta para diluir responsabilidades
Es sano desconfiar de las mayorías, ya se sabe el dicho: un millón de moscas no puede equivocarse; y ser crítico y analítico con las cosas de comer. Y no me refiero a las moscas, sino a la política. Perder el miedo a decir NO.
Ahora que nos venden las bondades de los indultos y vuelven a llamarnos a la política del diálogo, la concordia y el entendimiento con el separatismo -como si alguna vez se hubiera hecho otra cosa en cuarenta años- he recordado la aplicación del artículo 155 en Cataluña en 2017. Una -otra- oportunidad histórica perdida por el Partido Popular en aras del consenso. Con todos los motivos legales y políticos de su parte; con el apoyo de la mayoría de los españoles; con la mayoría absoluta en el Congreso y en el Senado y, sobre todo, con la responsabilidad y obligación de aplicarlo con toda la contundencia posible por ser quien estaba en el poder, se optó por pactar un artículo 155 inútil, sin contenido alguno que no contentó a nadie, pero que cumplía el gran requisito: fue consensuado con Ciudadanos y con el PSOE. El consenso es una excusa perfecta para diluir responsabilidades.
El reto ahora mismo está en saber decir no a las cosas que no tienen sentido
No se aplicó ni una sola media destinada a destruir el monopolio nacionalista en los medios de comunicación; no se revisaron las competencias en educación ni se hizo nada por revertir la política lingüística llevada a cabo hasta entonces; no se amenazó en absoluto la estructura de poder montada en Cataluña por la mafia separatista, cosa que llevaría años; no se hizo nada que cambiara el fondo de la situación en Cataluña. Tan sólo se convocaron otras elecciones, como si fuera algo novedoso en esa región.
Haber aplicado un artículo 155 largo y con un contenido profundo y eficaz, requería valentía para hacerlo en soledad.
Tanto complejo, tanta búsqueda del acuerdo contrasta ahora con las políticas sanchistas. Sánchez hace cada día de su capa un sayo. Le importa un bledo el consenso. Es cierto que lo nombra, que se llena la boca de la palabra diálogo, pero no se baja de lo que ya ha decidido. Somos los demás los que tenemos que ir a él. El epicentro del consenso, que es lo mismo que decir ‘la verdad’, está en la izquierda -o lo que sea eso que llaman izquierda española- y todos los demás debemos movernos hacia su luz. El que no haga ese viaje está en la crispación, en la ultraderecha y relegado al ostracismo social y político. Basta escuchar sus medios de comunicación para darse cuenta de que es algo que se da por hecho.
Acudan el 13 de junio a la Plaza de Colón, por encima de siglas y partidos, a decir NO a Sánchez
El reto ahora mismo está en saber decir no a las cosas que no tienen sentido, llámense indultos, conculcación de derechos fundamentales y arbitrariedades constantes sin miedo a que nos coloquen el sambenito de la crispación, de no dialogantes, de revanchistas o vengativos. Es muy importante tener claro que nosotros no nos hemos movido, no nos hemos radicalizado, el que se ha ido al monte, el que se ha radicalizado es el Gobierno de España. El desafío consiste en estar seguro del valor de la ley, del Estado de Derecho y que sobre estas cosas no hay consenso que valga.
Hace mucho tiempo que no cabe cesión alguna. No es posible el diálogo con quien está en la traición a la nación. Cualquier acuerdo con aquel que nos quiere arruinar económica, social, moral y políticamente es convertirnos en el Wako español.
Me atrevo a recomendarles que lleven el sambenito con mucho sentido del humor, templanza, firmeza, buenas formas, dignidad e inteligencia. Y, sobre todo, que acudan el 13 de junio a la Plaza de Colón, por encima de siglas y partidos, a decir NO a Sánchez con sólo una bandera, la bandera de todos, la española.