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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Empeñados en la muerte

El líder del PSOE, Pedro Sánchez, sonríe ante el lema de su partido: "Hagamos un país mejor" | EFE

Los políticos insisten, porque desposeer a la vida -¡la vida!- de todo halo de sacralidad, de inviolabilidad, forma parte sustancial de su proyecto de ingeniería social.

Este martes la agenda informativa nos trae numerosas cuestiones de esas que abrirán telediarios. Les hacemos un breve resumen antes de pasar a asuntos más interesantes: debate de los Presupuestos Generales del Estado en el Congreso; comienza la votación de las bases de Podemos para decir sí o no al casoplón de los Iglesias-Montero; el presidente del Parlamento catalán, Roger Torrent, visita a los presos siguiendo los pasos de Torra, que ayer, como les contamos, hizo el presidio tour con todo el boato del que fue capaz. Además (y desde hace unos minutos abriendo casi todos los digitales), la detención del exministro de Trabajo del Partido Popular Eduardo Zaplana por presuntos delitos de malversación y blanqueo. De todo esto daremos buena cuenta a lo largo del día.
Pero ahora, dedicamos la gacetilla a contarles alguna cuestión sobre la que, a buen seguro, no hablarán en otros medios. Ya saben que el Congreso de los Diputados aceptaba hace muy poco debatir la despenalización de la eutanasia. Es una decisión promovida por el separatismo catalán que coincide en el tiempo con otro proyecto legislativo sobre la muerte, este del PSOE, que se materializará en breve como proposición de ley. Es decir, a vueltas con la muerte en la sede de la soberanía popular. Si no fuera por lo trágico del asunto, darían ganas de contestar a los políticos matarifes como los de Muchachada Nui en su célebre sketch de Tkachenko -“que sí, que ya lo sé, que me voy a morir”-.

La respuesta de los médicos al 'proyecto eutanasia' del PSOE y el separatismo


Decimos si no fuera por lo trágico porque el empeño de la izquierda y de parte del rancio separatismo en banalizar la vida, en dar carta de naturaleza a provocar la muerte de un ser querido o de uno mismo es muy, pero que muy trágico. Poco les importa que la Asociación Española Contra el Cáncer -nadie podrá decir que no saben de lo que hablan- hace unos días, o que ayer mismo la Organización de Colegios Oficiales de Médicos les hayan dejado claro que ese debate no toca. Los políticos insisten, porque desposeer a la vida -¡la vida!- de todo halo de sacralidad, de inviolabilidad, forma parte sustancial de su proyecto de ingeniería social. Tampoco ha de extrañarnos demasiado: son los mismos que convirtieron en derecho el asesinato de un no nacido. Normal, por tanto, que consideren que para un enfermo terminal o para alguien atormentado por el sufrimiento no hay mejor salida que la inyección letal.
Por eso, porque hay quienes tienen un proyecto, son tan importantes las voces en contra que se han alzado estos días. Que no es de recibo hablar de eutanasia cuando en España no están garantizados los cuidados paliativos -verdadero signo del civismo y la modernidad- para todos los ciudadanos. Que no cabe el debate del homicidio legalizado cuando muchos hombres y mujeres terminan sus días en una agonía innecesaria y evitable. Y, sobre todo, que los médicos se hicieron médicos para curar y, cuando curar no es posible, cuidar. Pero que lo suyo no es matar.
Ya les decimos que en los telediarios de hoy no oirán a nadie hablar de este asunto, pero sepan que es un desafío mucho más urgente que el teatro separatista (y no digamos ya que la casa de los marqueses de Galapagar).
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La AECC responde a quienes quieren legalizar la eutanasia


 

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