“El enemigo quiere la paz, pero también quiere nuestra provincia”, afirmó en su día Clausewitz, en una expresión que es menos irónica de lo que parece: “si por el fuese -continúa- se quedaría con nuestra provincia pacíficamente”. Es nuestra oposición la que le hace utilizar la violencia para el fin perseguido. En efecto, la violencia es el medio empleado para la consecución de objetivos, y esto es tan válido para un Estado como para un grupo terrorista: los atentados, los crímenes son un instrumento destinado a lograr imponer un objetivo político. A imponérnoslo. Eso significa que en determinadas circunstancias, los medios cambian, se ajustan, sin afectar al fin político o, mejor, para lograrlo con más garantías.
Eso es lo que ha ocurrido con ETA en la última década y media. De los golpes policiales, de la derrota “militar”, ha sacado el MVLN (Movimiento Vasco de Liberación Nacional) la oportuna e inteligente consecuencia: encauzar los esfuerzos y energías hacia una estrategia distinta: la sustitución del terrorismo caliente, de los atentados y asesinatos, por un terrorismo frío: la violencia de baja intensidad, estructural y sostenida en el tiempo, que desde las instituciones y las calles permite avanzar en la construcción nacionalista. Alsasua es un buen ejemplo de ello: agentes linchados, periodistas expulsados del pueblo, políticos acosados, empresarios extorsionado, población sometida al dictado y la arbitrariedad nacionalista. Este pueblo, como decenas más en el País Vasco y Navarra son, por un lado, testimonio de la Euskalherría que están construyendo; por otro lado, su posesión es parte de la estrategia para conseguir construirla.
¿Cómo es posible que tras los golpes policiales, las detenciones, el MVLN sea capaz de contraolar territorios tan amplios? ¿Cómo es posible que el proyecto terrorista, con la banda vencida, se esté imponiendo con tanta facilidad? ¿Cómo, a imagen y semejanza de los barbudos de Raqqa, bandas abertzales se paseen por las calles, amenazando, obligando, pegando impunemente? Para llegar aquí han sido necesarios varios factores, de entre los que podemos subrayar los siguientes:
En primer lugar, el cambio abrupto de política antiterrorista iniciado en 2004 por Zapatero y continuado por los sucesivos gobiernos del PP. La época dorada de la lucha contra ETA, la iniciada en 1996, se caracterizó por una aproximación global: policial, institucional, penal, internacional y moral a través de las víctimas. En la actualidad, sólo el frente policial continúa funcionando a pleno rendimiento. Los tribunales, la Audiencia Nacional, dan una de cal y otra de arena; las exigencias proetarras vuelven a llegar a Estrasburgo y a Bruselas; y las víctimas se encuentran en una situación de aislamiento, desactivación y encapsulamiento político. Pero es la legalización de Bildu primero, y la renuncia a ilegalizar las listas contaminadas después, la que ha proporcionado al brazo político etarra recursos económicos, estructuras de poder institucional, territorios donde asentarse y visibilidad social para actuar con garantías.
Presionado policialmente hasta la extenuación, el MVLN ha derivado sus esfuerzos hacia la lucha política y la búsqueda del poder a través del sistema, ayudado por el puente de plata que desde 2004 le han tendido los distintos gobiernos: está logrando así éxitos que hace década y media no podía siquiera soñar, y ha encauzado su actividad hacia el control social, a través de la calle y las instituciones que controla. Ante esto los gobiernos, limitados a actuar en el plano policial de desarticulación de comandos, se muestran paralizados, incapaces de actuar.
El segundo factor es el podemismo político y mediático, que está proporcionando oxígeno al entramado terrorista. En los últimos años, los medios de comunicación de nuestro país han legitimado una forma de hacer política esencialmente violenta: los escraches, los “rodea el Congreso”, las “marchas por la dignidad”, el 15M, las ocupaciones y todo tipo de manifestaciones antiparlamentarias y violentas encuentran publicidad y acomodo en los media españoles, que han acabado por normalizar una forma de hacer política que es, en democracia, anormal. De hecho, hoy vivimos una extensión de los métodos batasunos de presión y coacción a diversas ciudades españolas -singularmente Barcelona y Madrid- de la mano de Podemos y sus marcas. El efecto de esta normalización del borrokismo ha provocado una resurrección natural en los tradicionales feudos de ETA, y su extensión a otros municipios antes socialistas o “simplemente” nacionalistas. No sólo eso: el mundo proetarra ha encontrado en los parlamentos y ayuntamientos de toda España aliados antes inexistentes en defensa de sus ideas clásicas: así, resulta habitual ya que en el Congreso de los Diputados, de la mano de Podemos, las Confluencias y otros grupos “progresistas” se defienda de manera habitual el contenido de la Alternativa KAS, antes reducida al ámbito etarra.
En tercer lugar, el desplome de los partidos constitucionalistas en el País Vasco y Navarra ha eliminado cualquier alternativa democrática al imperio nacionalista. PP y PSOE tienen en País Vasco y Navarra una triple carencia: de ideas, de líderes, de electores. Primero son incapaces de ofrecer una alternativa constitucional, socialista o liberal, al despotismo nacionalista: eso explica que Saénz de Santamaría sólo sepa ofrecer diálogo y más diálogo a un PNV embarcado en la independencia. Segundo, el PP en el País Vasco y Navarra se caracteriza por unos dirigentes tan escasos de liderazgo como sobrados de ambición personal y política, que han desmoralizado a militantes y votantes. En consecuencia, en tercer lugar, se ha producido el lógico desplome de votos, que convierte a PP y PSOE en poco más que en testimoniales. En el caso de UPN, el partido milagrosamente aún resiste, más por el miedo de sus electores a una amenaza evidente que por un partido anticuado, anquilosado, y con dificultad para encontrar cuadros dirigentes. UPyD y Ciudadanos ni existen.
La consecuencia de esta crisis de los partidos constitucionales es la ausencia de un bloque social, articulado y coherente, capaz de ofrecer resistencia al dominio cada vez mayor que ejerce el bilduetarrismo en las calles de pequeñas y no tan pequeñas localidades.
El cuarto factor que favorece el repunte de la violencia es el acceso al gobierno de Navarra de la marca blanca del PNV, Geroa-Bai. Apoyada en Podemos y en Bildu, Uxúe Barkos ha creado un bloque político unido en torno a la destrucción del sistema democrático: el objetivo es empujar a Navarra hacia el País Vasco, y para ello desnaturaliza las instituciones forales y socava la Constitución española. En consecuencia se ha creado un continuum político y social que va desde las Herriko Tabernas hasta el Palacio de Navarra, una unidad de acción caracterizada por la defensa, ocultación o justificación de las actividades terroristas y por el deterioro de la seguridad en diversas localidades. Así es como las razzias abertzales en Alsasua contra la Guardia Civil se completan con denuncias de asociaciones contra la tortura; estas denuncias, con las iniciativas y las comisiones parlamentarias impulsadas por el bloque nacionalista contra el Estado; esto, con con la dirección de la Policía Foral por parte de Bildu; y por fin, con la propia Uxúe Barkos afirmando que “evidentemente” linchar a unos agentes no es terrorismo, sino una pelea de borrachos. Así se cierra el círculo.
Esto significa que la lucha policial, judicial y política contra el terrorismo frío que el MVLN ejerce en algunas localidades navarras se encuentre cortocircuitada por las instituciones y por el propio Gobierno de la Comunidad Foral, cuyos responsables están hoy más cerca de los agresores de Alsasua que de la legalidad y la legitimad que representa la Guardia Civil.
En fin: Relajación de la lucha antiterrorista; extensión del podemismo por toda España; desaparición de una alternativa democrática; y el bloque nacionalista que Gobierna Navarra, dan como resultado la aparición y consolidación de espacios de impunidad en los que el terrorismo caliente de ETA ha mutado en un terrorismo frío, de carácter estructural, sordo y de baja intensidad que impregna el día a día en la calle. Y que se caracteriza por tres aspectos: en primer lugar, por la ocupación del espacio público para el régimen del miedo: la exaltación de presos de ETA, el escarnio público de políticos de otros partidos, y la deshumanización de las fuerzas del orden son las únicas manifestaciones permitidas: Alsasua es hoy, desde la entrada del pueblo, una suerte de Nüremberg abertzale basado en el miedo y la propaganda. En segundo lugar, este terrorismo frío, régimen de Poder, pugna por asentar espacios de impunidad donde la Guardia Civil no puede actuar, o encuentra dificultades para hacer cumplir la ley y el Estado de derecho: se trata de crear espacios donde instaurar una “legalidad” propia, al margen de la constitucional, que es y debe ser el origen del futuro Estado vasco. Para ello, el “alde hemendik” es una condición necesaria: la eliminación de un orden legal para construir otro encima.
Por último, se ha instaurado en esas calles la ley del más fuerte, de aquel dispuesto a la agresión y a la violencia. En Alsasua, en otras localidades vascas y navarras, y cada vez más en ambas Comunidades Autónomas, ha crecido una mayoría silenciosa que se esconde, se pone de medio lado, disimula: si se lincha a un guardia civil, ¡qué no se hará con un vecino anónimo!. La figura del doble-pensador, aquel que según Sharansky se adapta para sobrevivir evitándose problemas, bascula hacia el entorno de ETA, ante la ausencia de resistencia y de alternativa real al terror frío. Incluso se revuelve contra las víctimas, porque son testimonio vivo de un problema que se niega. Por la parálisis del miedo, por el desinterés en meterse en líos gratuitos, o por ganas de evitarse problemas, el pluralismo se está así volatilizando: los concejales socialistas se rinden ante la presión nacionalista, los periodistas son amenazados y expulsados de sus calles y los hosteleros y los empresarios colaboran en las campañas oficiales bilduetarras: es fácil vivir bien en Alsasua, un magnífico pueblo, si uno no se mete en líos y se mantiene la ley del silencio.
Infierno de cobardes -la expresión pertenece al periodista Dieter Brandau- que muestra cómo la estrategia de adaptación del MVLN está dando buenos resultados, proporcionando unas cuotas de poder y un margen de actuación que durante décadas los etarras sólo habían soñado: queda por ver si somos capaces de impedir su progresivo triunfo, o si seguiremos consolándonos con el dogma casi religioso de “la derrota de ETA”.
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