«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

Ancelotti y lo paternofilial

29 de mayo de 2025

No es estrictamente futbolero fijarse en algo del entrenador Ancelotti, ahora que se ha ido.

Le ha acompañado su hijo como segundo entrenador o ayudante, y la importancia del hijo nos fue pareciendo, con el tiempo, con el transcurrir de los partidos, mayor. Don Carlo le escuchaba, como haría cualquiera con su segundo, pero cada vez un poco más, y los consejos o apuntes parecían también cada vez más importantes hasta sentir, y así se dijo, que algunos aciertos eran del hijo.

Y con toda naturalidad, de este modo, el hijo, Davide, se fue haciendo entrenador a nuestros ojos, nos fue pareciendo más hecho, más cuajado, capaz de volar en solitario.

A Ancelotti no le importó y de una manera poco perceptible, paulatina, el entrenador se hacía dos, le daba espacio, lugar, atención con su gesto al escucharle.  

El gran «gestor de egos» no demostraba ego y a su sombra, como un árbol fuerte, iba creciendo naturalmente el hijo sin menoscabo de su autoridad y sapiencia.

Al contrario, parecía más sabio por abrirse a un diálogo que algunas veces se intuía generacional, temperamental…

Mientras el hijo crecía a su lado, Carletto se acordaba del padre. En entrevistas o ruedas de prensa, al hablar del respeto, de la nueva autoridad, de los cambios, de su carácter o, como hizo al final, de su tendencia a la lágrima, Ancelotti no podía evitar hablar de su padre, verse en su padre.

En un mundo de tan monstruosas vanidades, llamaba la atención la capacidad de Ancelotti, cargado de Copas de Europa, para introducir al padre y al hijo (cuando no al Espíritu Santo, pues su gratitud hacia Florentino fue cariñosa y patente).

Ancelotti que se decía de campo, como el padre, iba dejando crecer a su lado a otro entrenador, más joven, desliando su yo en un continuo familiar.

Llega un momento en que nos damos cuenta de que somos nuestro padre. Hablamos como él, pensamos como él, nos enfadamos como él. Harto de mundo y de gloria, para explicarse, Don Carlo, que lo había comprendido, se remitía al padre agricultor: soy como él.

El yo es una especie de trinidad que empieza antes y busca seguir después. Nosotros no somos casi nosotros y, cuando lo entendemos, es natural que empecemos a darnos poca importancia (dentro de la ya ínfima que podamos tener).

El yo es individual, pero… poco. Ni en lo más íntimo de nosotros mandamos demasiado. Lo más nuestro en realidad no lo es.

Ancelotti, el más ganador, el más laureado, no se explicaba con batallas, leyendas, ni Copas de Europa; se quería explicar por el carácter del padre, el trabajo del padre, el paisaje del padre y a la vez iba aceptando a su lado, día a día, a la vista de todos, los consejos del hijo, el engrandecimiento del hijo y la naturalidad con la que esto sucedía era pasmosa y más divertido, mucho más, que su 4-3-3. No era un entrenador con la famiglia, sino un hombre que se reconocía en el padre y se abría al hijo. No era menos Ancelotti don Carlo por hacerlo, sino más; cuando su yo de disolvía en esa corriente paternofilial, Ancelotti era más hondo hasta llegar a transmitir él más que su equipo.

Ancelotti era uno y trino, hijo de Giuseppe, padre de Davide, y lo que quedaba suyo, que por eso era más él, estaba así abierto al tiempo, a un devenir que ya no era el del fútbol. Por eso, quizás, lloraba en todas las despedidas.

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