«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Doble licenciado en Periodismo y Comunicación Audiovisual. Ha trabajado en diversos medios, así como en el sector de la comunicación. Colabora como analista, consultor y consejero político.
Doble licenciado en Periodismo y Comunicación Audiovisual. Ha trabajado en diversos medios, así como en el sector de la comunicación. Colabora como analista, consultor y consejero político.

Año uno: cui prodest?

20 de febrero de 2023

Se cumple el primer aniversario de la invasión de Ucrania por parte de Rusia y todavía, a nivel general, seguimos inmersos en una batalla de relato que impide que el grueso de la población comprenda lo que realmente se está jugando en suelo ucraniano más allá de los tópicos de la defensa del Estado de Derecho o la democracia.

Los que nos dedicamos al análisis de escenarios y actores en contextos determinados ya venimos llorados de casa, por decirlo mal y pronto. Trabajamos con información constantemente y tratamos de comprender las motivaciones históricas, políticas y económicas de las grandes jugadas de nuestro tiempo. El problema es que esto no vende. Los análisis exclusivos de ámbitos geoestratégicos o de defensa no tienen buena fama en los titulares de los grandes medios de comunicación. En particular porque, digamos, es dar la explicación al truco de magia y eso molesta al que se sube al escenario para distraer al espectador.

Cuando la artillería mediática carga un día tras otro con determinadas imágenes, cualquiera medianamente despierto se da cuenta de que algo le quieren vender. En este caso fue a Zelensky. Un desconocido para el gran público menos para su país por ser actor y bailar en tacones en algún que otro videoclip. Nada serio. No era un tipo con uniforme y el pecho lleno de medallas. Esto era otra cosa. Era el Mazinger Z ucraniano. Siempre con la misma ropa, verde militar. Había que dar la imagen de estar en guerra. A todos los presidentes y primeros ministro de Europa y América del Norte los recibió así. Menos a uno, el dueño de BlackRock, uno de los mayores fondos de inversión del mundo y –¡oh, sorpresa!– el encargado de la reconstrucción del país. Podemos jugar con las vidas de la gente, pero jamás con el bolsillo de los de arriba.

Tampoco crean que a los de enfrente les importan mucho las vidas de los demás, pero su motivación es otra. Nadie muere por la democracia o por un fondo de inversión, pero sí por la madre patria o por un caudillo con el que uno se pueda sentir representado. La irracionalidad mueve montañas. Los sentimientos surgidos de la palpitación del corazón pueden llevar a un hombre a dar su vida, pero nunca lo hará un sistema parlamentario. Esto se llama épica y es lo que los políticos del consenso han eliminado por completo de nuestras sociedades descristianizadas y muy occidentalizadas en el peor sentido de la palabra. Los otros, por efecto espejo, entiendo que no quieran convertirse en la imagen que proyectamos.

La estrategia de la todavía primera potencia del mundo es evidente: expansión a costa en los antiguos países del bloque soviético, incorporación a la OTAN y misiles cada vez más cerca de Moscú. Esto algunos lo celebraron al estilo clásico: “¡Viva la democracia, viva la libertad!”. Pero la realidad es tozuda, y alguien pagaría el pato más pronto que tarde. La dialéctica de imperios exige espacios de seguridad, colchones geoestratégicos que permitan cierta convivencia dentro de los inexistentes límites que implica la realidad internacional. Y se fijaron en Ucrania, uno de los pilares fundamentales para Rusia, no sólo por su historia común y sentimental, sino porque tener plataformas de misiles que implican para el país gobernado por Putin no tener tiempo de respuesta. ¿Nos hemos olvidado de los misiles de Cuba? Esto es exactamente lo mismo. Y Europa corrió en tromba ante los cantos de sirena –“¡Sanciones, condenas!”–. Todo es poco para dañar al otrora socio del mismo Occidente que hoy apuñala a los rusos. De las primeras medidas que Borrell tomó fue expulsar a Rusia de Eurovisión. Ojalá nos hicieran lo mismo a los españoles.

Hoy, Rusia no está aislada políticamente y mucho menos económicamente. Seguirá siendo una potencia regional, que es lo que Estados Unidos quiere porque tiene todo para ser superpotencia. Y es que de esto se trata. Atacamos al socio más débil del enemigo real que es China para buscar que encalle en Ucrania mientras damos todo el apoyo militar y logístico posible a los ucranianos. Eso sí, a costa de su sangre. Guerra proxy. Otra guerra que favorece a un establishment (Estados Unidos), que daña a la otra parte, pero no como nos venden (Rusia), que cuya víctima principal es el país que ocupa el territorio donde tiene lugar el conflicto (Ucrania) y a los que les vendieron la moto de que estarían mucho mejor siendo parte de un club que hoy les sigue dando largas en cuanto su adhesión (Unión Europea).

Hablando el otro día con un funcionario que sabe mucho de estas cosas, planteaba esta cuestión en términos de quitar y poner cabezas. El objetivo de algunos es alargar la guerra todo lo posible para forzar que el gobierno de Putin termine cuanto antes y otra persona ocupe su lugar. Quizás se piense que el que viene después puede ser más títere que el anterior, aunque por lo que me cuenta otra gente que también sabe mucho Putin vendría a ser un moderado respecto a determinados políticos que sonarían en su sucesión. Es cierto que la OTAN está tomando parte y forzando a sus Estados miembro a tomarla, aunque sea en contra de la voluntad general de cada nación, como es el caso de Alemania que votó en contra de enviar sus tanques Leopard contra Rusia y, aun así, los han acabado enviando. ¿Nadie se cuestiona quién ha forzado esa decisión y a costa de qué? No me parece una pregunta fuera de lugar, aunque no la haya escuchado en ningún medio generalista (¿por qué será?)

Otra cosa de la que carecemos en Occidente, porque no nos han preparado para ello, es la capacidad de ponerse en la situación del otro. No me refiero a situarse en el lugar de los refugiados o del perro Excalibur o de los árboles asesinados por Almeida en la capital según Más Madrid. Hablo de pensar en cómo sienten de manera general los pueblos, cómo ven los acontecimientos según su cultura e historia. Cualquiera que haya estudiado la Segunda Guerra Mundial sabrá lo que supuso para Rusia como nación. Ahora imaginen que 80 años después, los mismos alemanes (pero apoyados por sus antiguos aliados) vuelven a enviar tanques con la cruz de hierro a sus costados a la misma zona de guerra donde millones de rusos dieron su vida por la madre patria. Si el discurso de desnazificación tenía su sentido pero no recorrido, acaban de dar una razón más a los combatientes eslavos para lanzarse al combate como hicieron sus abuelos hace décadas. Más leña al fuego.

Habrá que ver si alguien se hace responsable de las consecuencias de sus actos, de las consecuencias que la escalada pueda tener para el resto del continente europeo y otros países colindantes. Sin duda, Estados Unidos está muy bien donde está: un México corrupto hasta la médula y vendido a los intereses de Washington y una Canadá que vendría a ser un USA2, pero con menos armas y más docilidad. Al otro lado del Atlántico, una Unión Europea cada vez más neurótica e ideologizada, que actúa en contra de sus propios miembros y que se dedica a mandar mensajes buenistas que sólo provocan la risa de sus adversarios. Y mientras, Putin con todo el tiempo del mundo para que Ucrania caiga antes o después, ya sea por fuerza militar o por fuerza demográfica.

Sigan el dinero y entenderán quién se beneficia en última instancia de todo lo que está ocurriendo. Tendrán muchas respuestas. Quizá demasiadas.

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