«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El atentado de París

20 de enero de 2015

Siempre se ha dicho el que siembra vientos recoge tempestades; aquí y en París (nunca mejor dicho) En Francia eran conocidos de la Policía y los Juzgados los terroristas yihadistas que asesinaron a sangre fría a unos periodistas por ejercer su profesión con humor satírico, pero dentro de los límites de una sociedad democrática. Nadie entiende que estos asesinos pudieran andar sueltos sin control.  Aquí hemos tenido algunas experiencias por las  mismas razones: el inmigrante ilegal que arrojó a las vías del metro a un joven policía, había sido detenido en nueve ocasiones y existen causas contra él; pero deambulaba tranquilamente por la calle y sabía que se podía enfrentar a la policía sin mayor problema; tampoco esta situación puede entenderla nadie, pues, además, nos encontramos con decisiones judiciales basadas en las interpretaciones más torticeras de la Ley, como es el caso del asesino Bolinaga, que acaba de fallecer después de dos años de ser puesto en libertad porque  decidieron que le quedaban unos quince días de vida; ha estado visitando tabernas, mofándose de las víctimas, y sin pedir perdón. Tenemos también la legalización político-judicial de bandas proetarras como Sertu y Bildu. Frente a estas injusticias, y tantas más, se ven otros casos que conmueven la sensibilidad de cualquiera, como es, por ejemplo, esa pobre mujer que se enfrenta a varios años de cárcel porque hace cinco años robó una cartera para poder alimentar a su hija; está bien que se le aplique la Ley, pero ¿Qué Ley aplican a los casos citados? No es preciso cambiar las leyes ni hacer otras nuevas; hay que cambiar a los gobernantes, y a algunos jueces. Nuestras autoridades han sembrado en los poderosos que dilinquen, y en los asesinos islamistas, una confianza que usan con toda frialdad. Al mundo islámico se le ha permitido la construcción de gran número de mezquitas en España, al tiempo que han conseguido que retiremos los crucifijos de las escuelas porque dañan sus sentimientos religiosos; en muchos pueblos españoles, por la misma razón, se ha prohibido la construcción de Belenes en Navidad… Nosotros, en sus países, nos tenemos que descalzar para entrar en sus templos; ¡no les digo si pretendiéramos edificar una iglesia cristiana en alguno de esos países! Pero, de seguir así las cosas, será peor cuando nos tengamos que descalzar nosotros para entrar, por ejemplo, en nuestra propia Mezquita-Catedral de Córdoba. Quizá lo veamos algún día.

Nuestros gobernantes no se ocupan seriamente de estos asuntos, que seguirán empeorando inevitablemente; sus buenos sueldos y, sobre todo, sus grandes y eternos privilegios, los distancia, cada vez más, de los ciudadanos, y no están dispuestos a comprometerse con ellos por temor a perder todo lo que tienen hoy, y conservarán mañana. Es por ello que su falta de interés, su irresponsabilidad, su apatía, su total autocomplacencia, y otros sentimientos negativos del subconsciente del gobernante, va formando el caldo de cultivo que alimenta los vientos que van sembrando a los pies de esos asesinos, ajenos a cualquier religión que ampare sus crímenes.

Siembra vientos, y recogerás tempestades.  Aquí y en París

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