¿Quieres un resumen de la enajenación mental permanente de la izquierda posmoderna? Escucha a la alcaldesa de París hablando sobre la reconstrucción de Kiev tras la guerra: “Necesitas tener un plan si quieres reconstruir Kiev. Nosotros podemos ayudar, por supuesto. Quizá en la transformación de la infraestructura y pasar de los automóviles a las bicicletas, es muy interesante”. Brillante. Digo más: ¿por qué no andando? A excepción de los mutilados de guerra, que podrían desplazarse en carretilla, considero innecesaria la huella ecológica de la bicicleta. ¿Qué se habrán creído los ucranianos?
Tenga un poco de respeto por el hostigado pueblo ucraniano, un mínimo de empatía con quienes tanto sufrimiento están experimentando por mantenerse firmes ante la maldad
Pongamos que estás en Kiev. Tu país lleva meses siendo arrasado por Putin. Has visto morir a compatriotas, amigos y familiares. Has visto todo el dolor de la contienda en un siglo próspero en el que ya nadie contaba con ver escenas así en Europa. Has visto saltar por los aires los sueños de varias generaciones. Has visto estallar el patrimonio histórico, las infraestructuras, la economía y, en definitiva, has visto el futuro colarse por el sumidero de la desesperanza en medio de una guerra absurda y estúpida. Y entonces miras alrededor, esperando a que la comunidad internacional mueva un dedo, algo que te pueda dar una luz para creer que aún sirve de algo tener aliados, gobierno, instituciones, y planes de cooperación. Que las banderitas ucranianas en las retransmisiones deportivas son muy bonitas, pero, ciertamente, no aportan gran cosa a la hora de paliar el sufrimiento de los ucranianos.
Has visto todo eso y vuelves los ojos, no sin cierta apatía, hacia Bruselas, donde se celebra el Foro de Inversión en Kiev. Allí un montón de alcaldes europeos debaten sobre posibles planes y proyectos para ayudar a la reconstrucción del país bombardeado; en particular, de Kiev. Y entonces sale Anne Hidalgo, alcaldesa de –nada menos que- París. Y, como si estuviera en una epifanía de conexión espiritual con lo más profundo de las tripas de la Pachamama, te espeta que sí, que ya que los rusos han hecho saltar por los aires la ciudad y la mitad del país, puede ser una ocasión cojonuda para obligar a los ciudadanos supervivientes a desplazarse en adelante en bicicleta. Total, esos tipos tan hastiados por el dolor no van a quejarse si en lugar de autovías aprovechas la reconstrucción para llenarlo todo de carriles bici.
No se atrevió a decirlo, pero el planteamiento de Hildalgo es todavía más pernicioso. En el fondo lo que está diciendo es que, ya que necesitan ayudan, se la daremos, pero con una condición: que acepten nuestras taras ambientales.
Hidalgo demuestra que su pensamiento obtuso ya no responde a planteamiento equivocados, sino que se mueve en el denso mar de las patologías psiquiátricas
La ruptura entre la izquierda ambientalista y la calle es evidente. Digamos que a nadie puede sorprender. Pero esto es un paso más: Hidalgo demuestra que su pensamiento obtuso ya no responde a planteamiento equivocados, sino que se mueve en el denso mar de las patologías psiquiátricas: ausencia total de empatía, divorcio total de la realidad, manías persecutorias varias, y delirios, delirios a todas horas, delirios que la opinión pública escucha como se atiende al murmullo lejano del diálogo de un loco callejero. No se le presta atención, no se le tiene en cuenta, ni siquiera se le pasa factura.
De no ser así, no puede entenderse que no se hayan levantado todos los demás alcaldes, empezando por el de Kiev, para decirle a la alcaldesa: mire, señora, lárguese a casa. Y tenga, de paso, un poco de respeto por el hostigado pueblo ucraniano, un mínimo de empatía con quienes tanto sufrimiento están experimentando por mantenerse firmes ante la maldad sin fronteras de Putin. Incluso podrían un poco más allá y recordarle a la alcaldesa que si Europa está sufriendo extraordinariamente la ofensiva rusa es porque durante años sus amigos socialdemócratas, los ambientalistas, es decir los bicicletos, se han empeñado en desmontar las redes razonables de abastecimiento energético para imponer a los ciudadanos una locura verde que, al final, nos deja en pelotas, completamente dependientes de los caprichos de Putin, que son muchos y variados.
Y ahora, señora, cuéntenos otra vez lo de las bicicletas en Kiev.