«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Ilicitana. Columnista en La gaceta de la Iberosfera y El País de Uruguay. Reseñas y entrevistas en Libro sobre libro. Artículos en La Iberia. Autora del libro 'Whiskas, Satisfyer y Lexatin' de Ediciones Monóculo.
Ilicitana. Columnista en La gaceta de la Iberosfera y El País de Uruguay. Reseñas y entrevistas en Libro sobre libro. Artículos en La Iberia. Autora del libro 'Whiskas, Satisfyer y Lexatin' de Ediciones Monóculo.

Broncano y la tele del pasado

7 de abril de 2024

A finales de los 80 y principios de los 90 del siglo pasado la mayoría de cabeceras se dedicaban a informar a fondo sobre los casos de corrupción del PSOE de Felipe González. Gracias a ese hostigamiento, en parte, se produjo en el 96 un cambio de gobierno en el que la sociedad creía. Las diferencias con nuestros días son que, alcanzados determinados niveles de infamia, Pedro Sánchez no tendrá sólo un par de casos estrella por los que ser recordado —no sabremos cuál elegir— y que la alternativa no ilusiona a nadie. Así pues, el asunto del probable fichaje del «cómico» David Broncano por parte de RTVE, a instancias de Moncloa, con cargo de 28 milloncetes de euros al erario público y con la intención de contraprogramar los pellizcos de monja de Pablo Motos al poder, merece un análisis sociológico más que aspavientos por la enésima jugada antidemocrática del gabinete presidencial.

Broncano conduce un programa llamado La Resistencia, como podría llamarse Quinta Columna, Los partisanos o cualquier otra cosa que evoque disidencia, pensamiento a contracorriente o irreverencia. Si no lo conocen, ya habrán adivinado que su contenido no puede ser más cariñoso, no sólo con el que manda, pero también con «lo que manda» en la sociedad española. Prueba de ello son las conocidísimas preguntas, supongo las más esperadas por su público, que el animador televiso hace a sus invitados: «¿Cuánto has follado en el último mes?» y «¿Cuánto dinero tienes en el banco?» Insisto, lo interesante de estas cuestiones no está ni en su formulación ni en la respuesta, sino en el hecho de indicar cómo fornicio y peculio son los marcadores tumorales del éxito social. Con estos mimbres no sé si estamos para hacer la guerra a Putin; el amor seguro que sí.

Se habla mucho en la prensa de centro-derecha de lo gañán que es Luis Rubiales, el ministro de Transportes o el sector «chalanista» del PSOE. Sin embargo, se habla poco de los gañanes televisivos, y Broncano lo es. Esto se corrobora por su carácter de encarnación mediática casi perfecta de un estado de cosas: la transgresión a favor de obra tan sólo es irreverencia controlada. La España de Koldo, Begoña y todo el tralará marida a la perfección, no sólo ideológicamente, sino estética y moralmente, con algunos entretenedores televisivos. Pero también, ¿por qué no decirlo?, con cierta derecha —ay, el columnista sistémico— adicta al progresismo e incapaz de deshacerse de ciertos complejos. 

Hace unos meses, el ministerio de Igualdad gastó una cantidad absurda de dinero para denunciar públicamente el «machismo» de Motos, presentador de El Hormiguero. Entre sus pecados, haber preguntado a algunas de sus invitadas qué usaban para dormir. 

Retomando la España de finales de los 80 con la que comenzaba estas líneas, los más ancianos del lugar recordarán La luna, programa de televisión de la cadena pública presentado por Julia Otero. En su emisión del 26 de diciembre del 89 la periodista gallega entrevista a Mario Conde, joven presidente de Banesto por aquel entonces.

Hablamos de una época en la que el yuppie era el arquetipo social al alza. La prensa nos abrevaba con las andanzas de «los Albertos», Javier de la Rosa… El papel cuché se mezclaba con el salmón, incluso en el ABC verdadero. En el año 89 nos entretenían con las psicofonías del palacio de Linares -¡Raimunda!-, ahora nos taladran con las de la OTAN -¡Hay que defender la sociedad abierta! ¡Guerra!-. 

Los sesenta minutos que dura la emisión —disponible en YouTube— son un tratado de seducción. El capítulo tercero de Bella del Señor. Un espectáculo de miradas insinuantes, frases incitadoras y mejillas encendidas. Un pavo real extendiendo su plumaje. Una mujer tratando de contener el temblor de su voz. Conde se emplea a fondo, tiene un país entero a sus pies pero pelea cada minuto. Julia es todas las mujeres de España, sucumbiendo al magnetismo —un tanto depredador–– del hombre de moda. El poder y el dinero al servicio de la feminidad. Ella jugueteando con su juventud y su sonrisa; él, desafiando su juventud y su sonrisa.

La bella Otero —a cada cual lo suyo— pregunta a Conde qué se pone para dormir. Él contraataca: ¿para dormir, dormir? Ella le dice que sí, lleva toda la noche diciendo que sí de mil formas. Él contesta que el pijama. 

-¿Y para dormir-no dormir? El pijama también.

Dos minutos antes le ha preguntado que con quién pasaría una noche —las reclamaciones al Cuestionario Proust–. Conde le contesta divertido si cree que el sistema financiero está para esas preguntas.

No diré aquello de que éramos felices y no lo sabíamos —¡Ah, el decadentismo!— pero, por lo que más quieran, dejen de llamar irreverente al tal Broncano.

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