«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

Cantó la traviata… o las leandras

22 de noviembre de 2024

El primer efecto de la declaración de Aldama fue que Valencia pasara a tercer plano y que en segundo quedara el cien veces negado nombramiento de Teresa Ribera como Vicepresidenta europea de Transición Limpia, Justa y Competitiva, cargo al que solo falta lo de «pulcra y honesta» para ser digno de la mujer del César.

Aldama cantó, pero quizás no fue un cante jondo sino algo más controlado, como esos cantos guturales de los mongoles.

Aldama, un hombre con los párpados medio caídos, vivo con ojos de dormido, estaba en muchas cosas. Si todo es cierto, era una especie de Elon Musk del chanchullo, un reverso de Bolaños, un valido del lado oscuro que aparece en todas las movidas. Todas tendrán un hilo conductor, aunque algunas son bastante intuitivas: «Air Europa», «República Dominicana» y «sobrina de Ábalos» se unen fácilmente…

No sabemos si Aldama cantó la Traviata o sólo las Leandras, Ábalos, Koldo y Cerdán, muñecas rusas (con perdón) de la trama, tres hombres con morrillo, siluetas inconfundibles, sombras chinescas a las que repartía sobres como una abuela con pisos en Navidad. De Cerdán tiene que escandalizarnos mucho que se llevara unos bin ladens cuando venimos de verle negociar en Suiza con Puigdemont

Alguien definió un fracaso sexual como el intento de meter una ostra por la ranura de un parquímetro. Esa sensación produce la euforia de los que cantan ¡corrupción, corrupción!

Es verdad que Aldama ha nombrado al One y que tienen una foto juntos en la que quien se inclina, quien hace la diagonal, es Sánchez, pero la trama en general, siendo muy escandalosa, es menos escandalosa que todos los escándalos anteriores cuya escandalosidad nos han pedido que fuéramos olvidando en lo institucional.

Dicen que esta vez sí. La corrupción tiene en España la función de activar el turnismo. Otra cosa es lo que eso suponga…

El antisanchismo no es más de lo que fue el antifelipismo, cuyo «asedio» por el Sindicato del Crimen tuvo enfrente a un tal Cebrián que ahora milita en las filas contra Sánchez. Felipe acabó de Anciano de Estado y ciudadano dominicano, algo que todavía no ha conseguido Ábalos, colocador de tantas mujeres como una subsecretaría entera del Ministerio de Igualdad.

Luego tuvimos el antizapaterismo. ZP era un hombre muy malo y absurdo en cuya cosmovisión sin embargo vivimos. Esa es nuestra altura: Zapatero es nuestro Pericles.

Y después del antifelipismo que no tocó  a Felipe y del antizapaterismo con peana de Rajoy, pensar que esto del antisanchismo lleva a alguna parte es de una fe envidiable. Es como si la gente viera absorta la repetición de Verano Azul.

En su reciente libro sobre Trevijano, al hablar de aquellos años feliposos, Martín-Miguel Rubio cita a Cicerón (cosa a la altura de él y de David Vidal) y recuerda que la confianza, la fides, era el fundamento de la justicia romana. Un régimen se sustenta en esa fides y, por lo que sea, son muchos los que aun creen, contra toda evidencia, que un juez vendrá que a Sánchez sentará… O que un flujo de corrupción concreto, dentro de un océano de ella, activará un escrúpulo general que tomará forma en la conciencia ética del PNV (curioso canario del grisú del consenso), y será la hora de cambiar las sábanas.

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