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Fernando Sánchez Dragó (Madrid, 1936) es escritor. Ha sido en dos ocasiones Premio Nacional de Literatura. Ha ganado el Planeta, el Fernando Lara y el Ondas. Como periodista de prensa, radio y televisión ha hecho de todo en medio mundo. Ha sido profesor de Lengua, Literatura e Historia en trece universidades de Europa, Asia y África. Sigue en la brecha.
Fernando Sánchez Dragó (Madrid, 1936) es escritor. Ha sido en dos ocasiones Premio Nacional de Literatura. Ha ganado el Planeta, el Fernando Lara y el Ondas. Como periodista de prensa, radio y televisión ha hecho de todo en medio mundo. Ha sido profesor de Lengua, Literatura e Historia en trece universidades de Europa, Asia y África. Sigue en la brecha.

Carta desde Malasaña

11 de julio de 2022

Diez de julio. Salgo de Madrid a media mañana hacia mi villorrio del alto llano numantino (Antonio Machado). Su topónimo es Castilfrío de la Sierra. Allí no hay muchedumbres, ni estrépito, ni basura. 

Voy, al volante de mi viejo coche, que pronto cumplirá veinte años, por San Bernardo, por los bulevares, por Velázquez… Las calles están despejadas. No hay tráfico. Los peatones escasean. Madrid se despereza después del orgullo y del barullo de la víspera. Es un alivio. Los tímpanos, las pupilas y el corazón descansan. Unos minutos después abandono esa ciudad que tan buena imagen tiene, pero que a mí me parece un infierno

No soy el único. En mi correo electrónico reposa la carta que hoy mismo, de buena mañana, me envió una vecina del barrio en el que vivo. Es el de Malasaña. Su autora me pide que una a ella mi firma entre las de otros muchos residentes en la misma zona. Voy a reproducirla aquí. Sus destinatarios son el alcalde y la presidente (no presidenta. El sufijo -ente es invariable ) de la Comunidad. Suscribo cuanto dice. Su autora me da la columna hecha e, incluso, le pone título. Es éste…

Madrid (la suciedad) me mata

«Señor Almeida, señora Ayuso: He vivido en Madrid, con excepción de unos años, casi toda mi vida. No he nacido aquí. Como diría la presidente no hay que nacer en esta ciudad para amarla ni para pertenecer a ella. Muchos somos los madrileños de adopción. A mí, me acogió siendo yo muy pequeña. Estudié EGB en el barrio de Argüelles, en un colegio de la calle de Guzmán el Bueno, y luego en la Complutense. En aquellos años de docencia conocí a las que hoy son no mis amigas, sino mis hermanas. También me enamoré por primera vez. Éramos en aquel entonces un grupo muy aventurero. Nos movíamos por todos los barrios, pues en todos había «movida» que, aunque no eran ya los 70. También en aquellos años (los 90) Madrid era música, cultura, fiesta y alegría. Algunos de aquellos bares aún siguen en pie (La Vía Láctea, El Penta, Kapital…). Otros han cambiado de nombre. Recorríamos a menudo las calles de Malasaña (donde ahora vivo), Salamanca, Cuzco, Plaza Mayor… Al Parque del Retiro íbamos a tomar el sol, a hacer amigos o a dar un paseo en barca. Todo eso se puede seguir haciendo, aunque nada sea exactamente igual a lo de entonces.

«Pasé unos años fuera de Madrid, en Canarias, y a mi regreso me instalé en Malasaña. Desde hace cuatro años veo como cada año, cada mes, cada semana y cada día este barrio va degradándose poco a poco. De nada sirve que asfalten las calles o renueven los adoquines si nadie, y digo nadie, se ha preocupado de lo fundamental: la limpieza urbana.

«Dicen que los españoles no somos muy cívicos, y en algunos casos es verdad. Eso no ayuda y cierta influencia tendrá en la situación que denuncio. Pero no es excusa suficiente para que tengamos un servicio de limpieza tan deplorable e injustificable.

Hay que tomar medidas. La razón que encuentren será lo de menos si al fin alguien decide hacer algo al respecto

«He viajado mucho y he visto como en otras capitales europeas se barre y riega el casco central, cosa que aquí no sucede ni siquiera una vez al mes. Eso, a mi entender, es una vergüenza.

«Estimados gobernantes: sólo tomando las medidas necesarias de contratación de personal de limpieza (y, de paso, dar trabajo a quienes no lo tienen) se puede mantener el centro en condiciones, no ya estéticas, sino, por lo menos, higiénicas.

«Es muy triste la situación en cada calle del centro, donde los orines de animales y de personas llevan meses acumulándose. ¡En verano es un horror! No puedes sentarte en una terraza sin oler los restos, como intenté hacer yo el otro día en la plaza situada frente al impresionante Centro Cultural de Conde Duque. Y el problema es que esta situación es la de todas las de la zona: Plaza de Luna, Plaza del Dos de Mayo, Calle Pez, Corredera, Escorial, Madera, Jesús del Valle, Velarde… No se salva ni una.

«Hay que tomar medidas ¿Por los madrileños? ¿Por el turismo? ¿Por el vecindario? ¿Para qué los niños no pillen una hepatitis en un parque público?… La razón que encuentren será lo de menos si al fin alguien decide hacer algo al respecto.

«Todo esto duele mucho cuando Madrid te mata de amor, como es mi caso. Ahora, además, me mata de heces, de detritus y de basura».

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