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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La chica de ayer

6 de septiembre de 2013

Durante un tiempo será raro asomarse a la prensa y no ver allí a Carmen Chacón jugando con las flores del jardín político, como la chica de la canción de Nacha Pop, esa figura fantasmal, entre adolescente y abstracta. Con la catalana pasa algo parecido a lo que sucedía con las letras de Antonio Vega, que no se entienden mucho pero que acababan gustando y pegándose, hasta convertirse en himnos de una generación. Hay diferencias, claro. El éxito de Vega es porque acompañaba sus versos de voz y música geniales, el de Chacón es más prosaico, se debe a que sus palabras van siempre envueltas en una eficaz campaña de imagen y comunicación. Quizá la mejor desde los tiempos de Adolfo Suárez.

Así que Carmen Chacón –que es la chica de ayer– con toda seguridad sigue aspirando a convertirse en la mujer del mañana, cuando regrese del exilio autoimpuesto en Miami, que es una ciudad construida en buena parte por otros exiliados del socialismo. Aunque a estos lo que les quitaban era la posibilidad de vivir libres, y a Chacón sólo le han negado –de momento– la Secretaría General. Es casi como cuando en México coincidía Trostsky con algún ruso blanco.

En todo esto – además de la política– se está fraguando el argumento de un novelón con cuadernas de best seller. O quizá una película con banda sonora del pop de los ochenta, música de Antonio Vega cuando apareciese el personaje de Chacón, y de Los Secretos en las escenas de Rubalcaba, que no es un juego malo de palabras, sino que de verdad al líder del PSOE le encantan las canciones de los Urquijo.

Por la calle del olvido, por las cosas de la vida, se han marchado ya los tiempos en los que los dos socialistas trabajaban juntos para el proyecto Zapatero. Desde hace tiempo libran uno de los duelos más interesantes de la política. La espantada de Chacón es sólo una retirada táctica, perfectamente estudiada, poniendo distancia ante el previsible desastre de un partido en manos tan torpes como las de Elena Valenciano y Soraya Rodríguez. Y quienes vuelvan a menospreciarla volverán a equivocarse, como los que nos reíamos de su aspecto pizpireto y contradictorio. En realidad sus contradicciones son ahora una demostración de fuerza: la catalanista que aspira al gobierno de España, la pacifista que ordenaba firmes a las tropas como si fuese la princesa Leia, la colaboradora de Rubalcaba convertida en su amenaza más creíble, la chica de ZP que da lecciones de democracia en USA. Quien pretenda acusarla de incoherente sólo está subrayando la capacidad de esta mujer para adaptarse, y el talento de su equipo de comunicación para reinventarla una y otra vez, hasta que sirva.

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