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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El cielo espera cada vez menos: trending topic islamista

13 de octubre de 2016

Sólo en el mes de septiembre, al menos cuatro adolescentes han sido detenidos en Francia mientras preparaban atentados yihadistas. Seguramente son más, y con seguridad no es un fenómeno sólo francés. Sólo que es extremadamente incómodo para los políticamente correctos (que no ven problema en la identidad no europea de millones de habitantes de Europa) y para los que se benefician del gran negocio -sólo a corto plazo y sólo para ellos- que es esta inmigración.

Uno de los últimos detenidos tenía 15 años. Las fuerzas policiales de una Francia en nivel 5 de alerta lo detuvieron en el departamento de Val d’Oise, al Norte de París, en medio de grandes medidas de seguridad. Estaba siendo reclutado y entrenado por Rachid Kassim, un conocido propagandista francés del Estado Islámico. Algunos de los militantes formados por él han viajado como combatientes voluntarios a Siria e Irak, y otros se han quedado en Europa como agentes y posibles terroristas.

De hecho, el adolescente ha sido acusado de pertenencia a un grupo terrorista y de preparar atentados en Francia. No es el primero. Cada vez más células yihadistas, como las formadas por Kassim, se inician, reclutan y consolidan a través de las redes sociales, conociéndose en persona sólo en una fase muy avanzada de su militancia. Así sucedió ya con Abdel Malik Petitjean y Adel Kermiche, que el pasado julio asesinaron a un cura cuando oficiaba Misa en una iglesia de Normandía.

Se acaba de presentar una película de Marie-Castille Mention-Schaar, ‘Le ciel attendra’, ‘El Cielo esperará’, que relata con toda crudeza el reclutamiento, la evolución y la entrada en acción de unas jóvenes adolescentes de Instituto. En la ficción, Sonia, de 17 años, y Mélanie, de 16, emprenden a través de la red el camino hacia el islamismo. Y es una buena película, que tengo que agradecer especialmente a Gaelle Bunouf; pero es una película inquietante, que preocupará a muchos también al llegar a España.

Un adolescente normal de una familia de clase media-baja o trabajadora, que se beneficia del Estado social, de la educación pública y de un cierto grado de bienestar, ¿por qué tendría que hacerse islamista? Visto desde la ortodoxia liberal-capitalista o desde el progresismo de raíz marixsta no hay razón para nada así: al fin y al cabo, lo importante en la vida es triunfar, trabajo, riqueza, fama, bienestar y placer… ¿o no siempre basta? Parece no bastar: tanto en la dura realidad francesa como en esta película vemos que el individualismo, la negación de la trascendencia, el olvido del futuro, el aislamiento de una familia y una sociedad orgánicas crean un vacío, especialmente en las vidas de los jóvenes más inquietos.

Y los vacíos tienden a llenarse: unos tapan el hueco con las drogas y otros placeres a corto plazo, otros se someten a la rutina del rebaño, pero algunos quieren más, sea en el amor, sea en la religión, sea en la construcción de un mundo mejor. El Islam, vendido por gente como Kassim y a través de los canales y técnicas más modernos, no es una respuesta tan absurda. Para el que lo necesita, explica el mundo y todos sus males, y da una respuesta a cada vida y todos sus vacíos. Una respuesta que no complace a los defensores de la prevalencia del egoísmo, pero una respuesta; algunos católicos dan una respuesta igualmente satisfactoria -aunque no a los dispuestos a arriesgar su vida en la empresa. Y en otros tiempos y lugares esas respuestas se han dado en nombre de la Patria, de la Fe, o de los mayores desafíos.

No hay justificación para el terrorismo. Pero nadie va a impedir que los terroristas aprovechen la vaciedad del mundo moderno para vender su producto, y más a espíritus jóvenes, nobles e inquietos. Hombres y mujeres jóvenes que no se conforma y que no quieren esperar su Cielo. La única solución, por supuesto, es que Europa sea capaz de llenar por sí misma ese vacío; y no precisamente con la basura al uso. ¿Nos atreveremos, nos rendiremos o seguiremos esperando un ‘milagro laico’?

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