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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El Comunismo crucificó a los cristianos con la hoz y el martillo

13 de julio de 2015

El Decreto de persecución de los cristianos dictado por el Emperador Diocleciano, en Nicomedia en el siglo IV, fue la última operación política de asesinato masivo de  cristianos llevada a cabo por el Imperio Romano. El joven tribuno Constantino estaba en la Corte Oriental del Imperio en calidad de rehén de lujo para garantizarle a Diocleciano la lealtad del César de Occidente, Constancio Cloro, padre de Constantino, y contempló con horror cómo miles de inocentes eran conducidos al martirio y a la muerte, a la cruz y a las fieras del Circo por ser cristianos y no querer apostatar de su Fe. Gracias a Dios, pocos años después, Constantino vistió la púrpura imperial y de las primeras grandes cosas que hizo fue publicar el Edicto de Milán en el año 313 decretando la libertad del culto para los cristianos y, después, convocar el Concilio de Nicea para unificar la doctrina.

Pues bien, desde el siglo IV, los cristianos sólo volvieron a ser perseguidos y torturados, martirizados y asesinados con la misma ferocidad que en el Imperio Romano anterior a Constantino, a manos del Comunismo, de los comunistas, desde sus orígenes en la Revolución Francesa hasta nuestros días. Por eso el regalo que el comunista Evo Morales le ha hecho al Papa,  Cristo crucificado en la hoz y el martillo, tiene la misma dimensión insultante y vejatoria que la esgrimida por aquellos canallas que, al pie de la Cruz del Gólgota, hacían mofa, befa y escarnio del Nazareno agonizante escupiéndole la frase desafiente : «Si en verdad eres el Hijo de Dios, baja de la Cruz». Eso es lo que ha hecho Evo Morales, el montaraz comunista bolivariano que preside Bolivia, al regalarle al Papa Francisco a Cristo crucificado en la hoz y el martillo. Icono que, en esencia, representa una verdad histórica y religiosa, la del asesinato de decenas de millones de cristianos a manos del comunismo, pero que regalado por un heredero ideológico de los verdugos supone una ofensa equivalente a obsequiarle al Gran Rabino de Jerusalén una Estrella de David engarzada en una esvástica en una visita a Alemania.

El Nazareno crucificado en la hoz y el martillo sólo tendría el valor de lo sublime si le hubiera sido ofrecido al Papa Francisco por los cristianos que sobrevivieron al holocausto decretado contra ellos por el comunismo. Como no ha sido así, el regalo de Evo Morales es un insulto patibulario.         

 

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