El 7 de octubre de 2023, un ataque a gran escala contra las comunidades fronterizas israelíes lanzado por grupos terroristas paramilitares palestinos encabezados por Hamás supuso el inicio de la guerra entre Israel y Gaza. Esa artera ofensiva provocó la muerte de unas 1200 personas, la mayoría civiles, y el secuestro de 251, que fueron llevadas al interior de la Franja de Gaza. Israel declaró el estado de guerra y comenzó una campaña de bombardeos sobre la Franja de Gaza. Esa fase terminó la noche del 27 al 28 de octubre, cuando Israel dio inicio a la invasión terrestre, que aún continúa.
Pero hay más. En simultáneo, terroristas de Hezbollah apoyados por Irán, castigan el norte de Israel desde el Líbano con absoluta impunidad. El sur del Líbano es un verdadero hormiguero de terroristas chiís que, con sus ataques, han obligado a desalojar ciudades enteras del norte de Israel.
Este escenario alimentaba el temor de una guerra total en Medio Oriente, con consecuencias devastadoras, no solamente para la región.
Los ataques se han extendido más allá de los territorios palestinos y han involucrado al poderoso grupo terrorista Hezbollah, con sede en Líbano, país con el que Israel tiene otro de sus frentes de batalla.
Desde el estallido de la guerra en Gaza en octubre pasado, Israel y Hezbollah han intercambiado fuego a través de su frontera común casi a diario.
El pasado martes, la explosión simultánea de 3000 beepers o pagers portados por los terroristas dejó un saldo de aproximadamente 3000 heridos, dato imposible de chequear porque la vergüenza de lo sucedido impide a las autoridades libanesas confirmar el número exacto. Dichas explosiones comenzaron en el sur de Beirut y otras zonas de Líbano. Los testigos afirmaron que vieron salir humo de los bolsillos de la gente y luego se produjeron pequeñas explosiones que sonaban como fuegos artificiales o disparos y que continuaron durante aproximadamente una hora, según informó la agencia de noticias Reuters. Poco después, decenas de personas comenzaron a llegar a hospitales en todo Líbano.
Analistas y funcionarios de varios países han apuntado que las explosiones se produjeron como resultado de haber implantado material explosivo en los dispositivos electrónicos.
El miércoles ocurrió una nueva tanda de explosiones, esta vez de una gran cantidad de walkie-talkies, también utilizados por miembros de Hezbollah para comunicarse.
Una de estas se dio cuando una multitud se había reunido para celebrar el funeral de uno de los fallecidos del martes. Las explosiones de los walkie-talkies dejaron, según el ministerio de Salud libanés, 450 heridos.
Desde el comienzo del conflicto en Gaza el año pasado, Hasan Nasrallah, líder máximo de Hezbollah, había recomendado a sus miembros que no utilizaran teléfonos celulares por temor a que pudieran ser rastreados por la inteligencia israelí, por lo que estaban usando aparatos buscapersonas, conocidos como beepers.
La explosión de esos beepers, según funcionarios de varios países citados por The New York Times, se produjo porque fueron alterados antes de llegar al Líbano.
Según las mismas fuentes, en cada aparato se habrían implantado entre 30 y 50 gramos de material explosivo junto a su batería y un interruptor que podía ser accionado de manera remota.
Sobre los walkie-talkies, la agencia de noticias Reuters informa que una fuente le confirmó que fueron comprados por Hezbollah unos cinco meses atrás, más o menos al mismo tiempo que los beepers. Por su parte, el medio americano Axios señala que los walkie-talkies también llevaban trampas explosivas implantadas.
Los ataques en la cadena de suministro son una preocupación creciente en el mundo de la ciberseguridad, dado que se han producido muchos incidentes de alto nivel provocados por hackers que logran acceder a ciertos productos mientras están en fase de desarrollo; esos ataques, normalmente, suelen limitase al software. Pero la ofensiva sobre la cadena de suministro de hardware es mucho menos frecuente, por no decir inédita, ya que implica acceder directamente a los dispositivos.
En palabras de un experto de seguridad este es quizás «el ataque a la cadena de suministro físico más extenso de la historia».
De momento, nadie se ha atribuido la autoría de las explosiones; desde el martes mismo, el primer ministro libanés y Hezbollah responsabilizaron a Israel. Por su parte, las autoridades israelíes no han respondido a las acusaciones.
«Hezbollah se enorgullece de sus estrictas medidas de seguridad, perfeccionadas a lo largo de décadas de enfrentamientos directos con Israel», explica Emily Harding, ex analista de la CIA, quien añade que una falla de seguridad de esta magnitud resulta muy vergonzosa para el grupo armado. «No sólo es físicamente dañina, sino que también les hará cuestionarse todo su aparato de seguridad», dijo a la BBC.
Los ataques suponen un daño dramático a las comunicaciones del grupo terrorista en tanto, hoy, dependen de aparatos que ahora resultan potencialmente letales.
Es lógico que Israel suponga que, a partir de ahora, a Hezbollah le resulte difícil lanzar nuevos ataques transfronterizos con sus comunicaciones comprometidas.
No es menos cierto que la magnitud de la operación deja un Hezbollah furioso y paranoico jurando venganza, mientras intenta encontrar nuevas vías de comunicación. Además, se enfrenta ahora a una presión extrema de sus filas y simpatizantes para tomar fuertes represalias.
En este contexto, ¿se puede pensar en que el conflicto árabe-israelí siga escalando? Hezbollah es aliado de Irán, archienemigo de Israel en la región. El grupo forma parte del Eje de Resistencia de Teherán y lleva meses librando una guerra de bajo nivel con Israel, intercambiando a menudo cohetes y misiles a través de la frontera norte israelí. Comunidades enteras han sido desplazadas en ambos lados.
Las explosiones del martes comenzaron pocas horas después de que el Gabinete de Seguridad de Israel declarara como objetivo de guerra oficial el regreso seguro de los residentes del norte del país a sus hogares.
Este miércoles, una división del ejército israelí se desplazó desde Gaza hacia la frontera con Líbano y el ministro de defensa Yoav Gallant dijo que el «centro de gravedad» del conflicto está moviéndose hacia el norte, donde queda la frontera libanesa.
A pesar de las continuas tensiones, los observadores afirman que hasta ahora ambas partes han intentado contener las hostilidades sin cruzar la línea hacia una guerra a gran escala. Pero las explosiones de los aparatos electrónicos en Líbano ha llevado la tensión entre Israel y Hezbollah a su punto más alto desde el 7 de octubre.
El Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres, expresó este miércoles estar «profundamente alarmado» por los hechos, que calificó como un «riesgo serio de una escalada dramática en Líbano». Cierto es que las consideraciones de la burocracia internacional no tienen demasiado peso, dado el escaso resultado que tienen sus acciones para frenar el avance del terrorismo en el mundo.
Irán, cuyo embajador resultó herido en una de las explosiones, dijo por su parte que «se reserva su derecho de tomar las medidas que se consideren necesarias para responder a un crimen tan atroz».
En pleno siglo XXI, Israel afina su enorme poderío tecnológico mientras el terrorismo retrocede hasta volverse analógico. Es de esperar que el desbande ocasionado por el desmantelamiento de sus comunicaciones los haga replantearse sus objetivos bélicos y ello signifique una cuota de sosiego.