«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Madrileña, licenciada en Derecho por la UCM. En la batalla cultural. Española por la gracia de Dios.
Madrileña, licenciada en Derecho por la UCM. En la batalla cultural. Española por la gracia de Dios.

De lo inevitable a lo injustificable

2 de noviembre de 2024

La naturaleza es bella, poderosa y también brutal. Ese pensamiento naif de que la naturaleza es buena en sí misma y sólo se encabrona —disculpen la palabra— a causa de la mano del hombre es un absurdo fruto de la ignorancia. Por desgracia, esta DANA o gota fría, como la llamábamos antes, ha sido de una virulencia devastadora y eso es inevitable. Como lo fueron tantas otras a lo largo de los siglos.

Es importante aceptar esto y diferenciarlo de la injustificable tragedia posterior producto de la parálisis casi total del Estado —esto incluye a todas las administraciones— que está siendo incapaz de atender a los miles que mueren en sus casas, en sus coches, en sus garajes y en mil sitios más que iremos conociendo, sin que les llegue ayuda. Hasta hace unos días creíamos vivir en un país plenamente desarrollado. Ahora mismo no sabemos qué narices está pasando.

No es que falten medios ni profesionales de primera ni miles de voluntarios de toda España dispuestos a achicar a agua —que el español de a pie, a diferencia de algunos diputados, está dispuesto—, a barrer calles, a donar todo tipo de material, a repartirlo y a hacer lo que haga falta. El drama agregado a la situación desoladora a la que nos enfrentamos es que tenemos la sensación de que no hay nadie al mando. Y esto es tan inesperado y desesperado como la propia DANA. Los españoles no entendemos nada.

Por si esto fuera poco, nos han ofrecido ayuda desde Francia y muchos otros lugares, pero nuestro ministro del Interior la ha rechazado. Marlasca es un inútil, pero lo compensa con una soberbia letal, entre otras virtudes. Letal no para él, sino para los demás. Mientras tanto, personas desesperadas no comprenden cómo es posible que el ejército español no esté allí desde el minuto uno. Creíamos ser un país en el que las cosas fundamentales funcionaban. Y eso que ya apuntaban casos como el caos de RENFE, síntoma clarísimo de la decadencia en la que está cayendo España. Vivimos en estado de dejadez. Los que gobiernan están más preocupados por acaparar poder de forma desatada y les da completamente igual el progreso del país. Y se llaman progresistas. Qué broma macabra.

La respuesta de la siempre sobrevalorada Margarita Robles a la petición de que el ejército acuda a la zona del desastre ha sido contradictoria, evasiva, indecente e incluso cruel. Empezando porque no es competencia de Defensa ‘en este momento’ —está esperando el correo electrónico comunicándole que lo es para hacer algo significativo—, que el ejército no puede estar para todo y que esto es cosa de ‘otra administración’ —la valenciana—. Esta última excusa es de una inmoralidad que me sobrepasa. No obstante, está dispuesta mandar los 120.000 militares si son necesarios. De 500 militares a todos de golpe. Qué frivolidad en la forma de hablar. Qué catadura moral hay que tener para marear la perdiz ante el drama que se está viviendo en España. Cómo hemos llegado a que esta gentuza nos gobierne.

Es todo de una indecencia y una crueldad aterradora. Si no somos capaces de actuar con agilidad en una catástrofe como esta es que el Estado español es un estado fallido.

Está claro que no es la hora de depurar responsabilidades. Es hora de salvar vidas. Hora de exigir que el elefantiásico y torpón Estado que nos hemos dado sea capaz de hacer algo útil y organizarse de una vez para ayudar a las miles de víctimas que esperan en un estado de desesperación total. No es hacer política decir que el Gobierno de España está haciendo lo posible para quemar a Carlos Mazón y recuperar políticamente la Comunidad Valencia. Tampoco lo es decir que la actuación del gobierno regional es de una inoperancia total. En resumen, la incompetencia y la maldad —también incompetente— se han unido y esto está costando un sufrimiento literalmente agónico y cientos de vida. Lo que está sucediendo no se lo tienen que hacer ver sólo los aludidos, en los cuales no tengo ninguna confianza, sino todos los españoles. ¿Estamos dispuestos a que esto pase sin sacar conclusiones?

Por fortuna, con lo que no han acabado —pese a sus numerosos intentos— es con la nación española. Toda España es ahora Valencia, Castilla-La Mancha o Andalucía. Miles de personas se han puesto en marcha por su cuenta para ayudar de todas las formas posibles. Lástima que tantísimo amor, tanta solidaridad, tanta entrega no esté sirviendo para nada porque, como ha dicho el general de la UME, Francisco Carrillo, no puede llegar nada, ¡ni siquiera el Ejército! debido a la falta de «una estructura de mando y control organizada, una coordinación organizada y un soporte logístico».

La política de verdad, la gestión de lo común, la búsqueda continua de seguridad y bienestar de la comunidad es algo demasiado serio como para dejarla en manos de nuestros políticos. Cuando la gente no entiende nada, cuando pasan días interminables sin que miles de ciudadanos sean atendidos en situaciones extremas, el problema no es de la gente, es de los de ‘arriba’. Suspenso absoluto a un sistema que ha duplicado competencias, que a la hora de la verdad discute entre sí son galgos o podencos, y constatación de la ausencia total del espíritu de servicio que debiera guiar las acciones de los que mandan.

Para qué tantos parlamentillos ridículos repartidos por toda España, para qué tanto cargo y tanto bombo, para qué unos impuestos desmesurados, si luego se nos muere la gente sin que pueda llegarles ayuda. Cuando esto pase será el momento de cuestionarnos seriamente a dónde vamos como país, y si estamos dispuestos a seguir así.

Me pregunto qué cosa puede conmover a este Gobierno, si existe algún mínimo rasgo de humanidad en esta gente capaz de eludir una sesión de control —siempre incómoda, claro—, pero que aprueba acto seguido el decreto para la renovación del consejo de RTVE y así lograr su control. Si más de doscientos muertos a estas horas y dos mil desaparecidos no lo hacen, está claro que estamos en manos de auténticos psicópatas.

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