«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Nacido en Madrid, de madre inglesa, casado y padre de cuatro hijos, es un empresario, abogado y articulista que pasó más de una década inmerso en el mundo de la política madrileña. Sus pasiones son escribir, la empresa y la política.
Nacido en Madrid, de madre inglesa, casado y padre de cuatro hijos, es un empresario, abogado y articulista que pasó más de una década inmerso en el mundo de la política madrileña. Sus pasiones son escribir, la empresa y la política.

Disensos extremeños

24 de junio de 2023

Nuestro disparatado sistema autonómico genera distorsiones muy peculiares en todos los ámbitos. Y el político no se escapa, y así la ex casi presidenta (perdonen los palabros) Guardiola se ha ganado un estrellato fugaz por fracasar en sus negociaciones con VOX. No voy a entrar en si ha fallado algo, entre ellos sin duda, un buen test psicotécnico del personaje, o que la larga mano de Génova mece a la nueva estrella autonómica para evitar en exceso el abrazo con VOX de cara a las próximas elecciones generales. Lo que sí quiero es aprovechar todo este ruido para apuntar algunas ideas generales.

La primera es que el sistema autonómico le ha sentado fatal a Extremadura. Lleva en el inmovilismo político desde que se inició el sistema autonómico. Solamente durante cuatro años, el PP en un pacto extraño con Izquierda Unida consiguió desalojar al PSOE del poder regional. IU y el PP, o el PP e IU echaron a Rodriguez Ibarra que se había convertido en un especie de reyezuelo extravagante e incompetente de aquellas tierras. Supongo que el PP de aquel entonces, del año 2011, tenía algo más de cintura que el actual. Aunque el mandato de Monago, así se llamaba el presidente extremeño del PP, pasó sin pena ni gloria. Nada se recuerda de él, más que algún escandalillo o abuso del cargo bastante menor. Desde luego, nada que contribuyera a mejorar la vida de los extremeños.    

 Alguno me reprochará que este argumento no se puede limitar a Extremadura pues no es ni mucho menos la única región en sufrir constantes gobiernos autonómicos, aunque prefiero llamarle regionales, de un solo partido. Son cosas del sistema autonómico: lo que debería ser la parte más dinámica de nuestro estado, por reciente entre otras cosas y también por la gestión inmensa de competencias y gasto público que tienen, pero la paradoja es que es de un gobierno donde más difícil resulta echar al titular o incumbente, si me admiten el anglicismo. Los quistes regionales parece que se eternizan.

El inmovilismo político implica diferentes cosas según la región. Clientelismo económico en Cataluña, País Vasco y también en Castilla León. Y en el caso de las dos primeras regiones, además ha significado mucho tiempo y mucha discrecionalidad para armar un discurso separatista disparatado, aunque no tan ruinoso, al menos para algunos.

En Madrid, la permanencia del PP parece que implica estabilidad para mejorar infraestructuras y liberar hasta cierto punto la economía, con el éxito conocido, hay que reconocerlo. Madrid ha sobrepasado a Cataluña en PIB con una población de aproximadamente un millón de habitantes menos. Pero no compremos el argumento tan manido que gracias al oasis madrileño nos salvamos del infierno sanchista.  Las diferencias entre Madrid y el resto de las regiones en cuanto a estatismo, sadismo fiscal, deuda pública, paro, dificultades para nuestros jóvenes y demás indicadores socioeconómicos están más cerca del resto de España que de los países más dinámicos de Europa. Madrid es el tuerto en el país de los ciegos, y desde luego no es Singapur.

El inmovilismo en Extremadura es especialmente doloroso. Los extremeños viven a apenas a dos o tres horas de Madrid, primer foco económico de España, y no se han movido en términos económicos. La renta per cápita, la más baja de la España peninsular, sigue estando en términos relativos como en el año ¡1955! con respecto de la media nacional (según el servicio de estudios del BBVA). También es la región con más empleo público en términos relativos, y por supuesto, la peor en cuanto paro, actividad económica, fracaso escolar y demás indicadores esenciales.     

Entretanto, alguno se preguntará —yo lo hago—  ¿para qué demonios sirve la autonomía de Extremadura? Esa es la respuesta que deberían dar el PSOE de Guillermo Fernández Vara o el PP de María Guardiola, pues tanto monta uno como la otra, por ahora. Un gobierno del PP con VOX quizás acabe con el desastre extremeño, ahí quizás radica el vértigo que sienten algunos y algunas.

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