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Abogado. Columnista y analista político en radio y televisión.
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Echar a Sánchez no basta

6 de febrero de 2023

Entre cierta oposición, se extiende la consigna de que lo importante es “echar a Sánchez” como si eso fuese lo único que importa. Es un espejismo. Echar a Sánchez no basta. Con todo el daño que el presidente y su gobierno han hecho y hacen a España, conviene hacer memoria. El recurso de inconstitucionalidad que interpuso el PP contra la ley del aborto se pasó trece años durmiendo en un cajón. Entre 2011 y 2018, dos gobiernos del Partido Popular pasaron por La Moncloa. Prácticamente nada cambió en la ley. Ahora, con un presidente del Tribunal Constitucional que antes fue Fiscal General del Estado en tiempos de Zapatero, han bastado unas pocas semanas para desempolvar el recurso. Figúrense lo que resolverán. La tibieza de unos y la ideología de otros deben llevarnos a albergar los peores temores. 

Es sólo un ejemplo, pero revela un espacio común: hay políticas que vienen impuestas desde organizaciones internacionales carentes de legitimidad democrática pero sobradas de fondos. Naturalmente, en cada país hay políticos y formaciones que las promueven adaptándolas a su base electoral sin alterar sustancialmente nada. Ya sea el aborto, la eutanasia, el cambio climático, la economía verde, el animalismo, las renovables, la guerra contra la carne y el diésel y, en general, todos los tópicos de la Agenda 2030, tanto a la derecha como a la izquierda del espectro político encontramos propuestas que nos conducen al mismo modelo de sociedad. El eje izquierda-derecha, pues, no basta para explicar las fuerzas en presencia.

Debemos atender a quiénes son los beneficiados y los perjudicados por esas políticas. El pequeño empresario, el autónomo, el trabajador asalariado tienen hoy intereses enfrentados a los de las grandes agencias y las multinacionales de la globalización. Los logros del derecho del trabajo -el salario digno, las vacaciones, la jornada limitada, la estabilidad- ceden frente a un modelo económico que comparten partidos a ambos lados del espectro político: la uberización del trabajo, la elasticidad de la jornada, la deslocalización… Todo esto se presenta como una forma de libertad, pero en realidad impide el desarrollo de la vida familiar, desarraiga a la persona y diluye los vínculos comunitarios. El modelo de organización ya no es la gran fábrica del siglo XIX, sino la economía y el trabajo de plataformas digitales. 

Así, los grandes partidos abrazan los consensos sobre el futuro del trabajo y la economía que el Foro Económico Mundial y otras organizaciones presentan como inevitables. La base de esos consensos es la creencia en la omnipotencia de la economía global y la irremediable debilidad de la política. La construcción del relato hace el resto: el año pasado se retrató como radicales violentos a los camioneros canadienses que protestaban contra las medidas anti-COVID y hoy se silencian las protestas de miles de granjeros y agricultores de los Países Bajos, que tendrán que cerrar sus explotaciones para reducir las emisiones de óxido de nitrógeno. En el pasado, apenas se escuchó a las víctimas de los confinamientos y la suspensión de la actividad económica. Ahora quedan pocas tribunas libres para los disidentes de la Agenda 2030.

De eso se trata en el fondo: de identificar quién se preocupa por la inmensa mayoría de los ciudadanos que no van a salir beneficiados por las políticas de las élites globales, que son transversales a los grandes partidos de la izquierda y la derecha. Sin duda, hay que echar a Pedro Sánchez, pero también hay que preguntarse qué queremos en su lugar. 

No vaya a ser que se cambie al presidente a fin de que nada cambie. 

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