2020, el año de la rata, ya sabemos cómo fue: China no quiso parar la exportación de su virus a todo el mundo, para no ser otra vez la potencia perdedora ante un coronavirus. Con su decisión -y la lenta reacción de medio mundo- no sólo condenó a morir a cientos de miles de personas, sino que logró sumir en la confusión estratégica a la única potencia que podía pararle los pies, Estados Unidos. Trump, fuese lo que fuese, tenía muy claro que China representaba la mayor amenaza para los intereses occidentales. Joe Biden parece no enterarse de nada.
El nuevo año 2022, el año del Tigre, no va a comenzar con buen pie tampoco. Ahora mismo está pinchando la burbuja inmobiliaria en China ante la imposibilidad de que sus grandes compañías constructoras hagan frente a la deuda a corto plazo con la que han jugado. La cosa no iría a más si sólo cayeran empresas como Evergrande o Sinic, puesto que su campo de operación es doméstico. Sin embargo, estos grandes holdings puede impactar muy negativamente en el sector financiero chino y eso sí que puede ser un verdadero problema para la economía mundial.
Apunto esto porque me parece vital analizar cuáles pueden ser las consecuencias para la actitud y la política internacional de China. Hasta ahora, se daba por hecho que la estrategia de Pekín era la de superar a los Estados Unidos no de la manera más rápida, sino la más segura y se atribuía a los líderes del Partido Comunista Chino una gran estrategia basada en la paciencia, la prudencia y el largo plazo. La mayoría de analistas chinos dan por sentado que América está inmersa en un inevitable declive y con aplicar las políticas económicas apropiadas, junto con su férreo control político, China sólo debe esperar unos años para convertirse en la potencia hegemónica mundial.
Los Estados Unidos empezaron a prepararse para una guerra fría con China. Puede que los chinos se estén preparando para una caliente
Los expertos occidentales también están de acuerdo con esta visión del largo plazo chino y no creen que sus dirigentes puedan cometer tontería alguna, al saberse ganadores al final del proceso. Pero ya nos hemos equivocado con China más de una vez. Para empezar, cuando en los años 90 el discurso era que integrando a China en la economía mundial, se adaptaría a las normas internacionales. y ya hemos visto que no: los líderes chinos han abusado de sus restricciones para hacerse con tecnologías y know-how de manera subrepticia; han manipulado su moneda para obtener ventajas comerciales; y han impuesto severas limitaciones a lo que pueden hacer las compañías occidentales en su suelo. Igualmente se creía que a medida que China se fuera haciendo más y más rica, se iría también democratizando. Y también nos equivocamos: el PCC ha sido capaz de conservar el control totalitario desarrollando una especie de capitalismo de Estado, basado en la hipervigilancia y el acceso de muchos a privilegios antes sólo a disposición de una casta más estrecha. de la misma forma, se creía que una China más rica, gozando de un mayor estatus internacional, pasaría a ser una potencia más constructiva y pacífica. Pero tampoco. Su desarrollo militar ha sido inigualable en los últimos años (ahí está la última prueba de su misil supersónico) y su actitud agresiva no ha disminuido hacia Taiwán o quien la cuestionara (Australia es sujeto de un boicot tan solo por decidir crear una comisión independiente que estudiara el origen del Covid-SARS-2).
En Europa, sobre todo, seguimos pensando que China seguirá en su curso lento hacia la cumbre. Pero los más recientes hechos puede que apunten a que nos volvemos a equivocar. Si los dirigentes chinos, habiéndose creído los indiscutibles ganadores de esta carrera por el liderazgo, se ven ahora en peligro, tanto por sus debilidades internas como por la reacción internacional a su agresividad, puede que alteren sus planes. Los animales que se sienten arrinconados son los más peligrosos. El gran historiador de las Guerras del Peloponeso, Tucídides, ya nos avisó de la inevitabilidad del conflicto entre una potencia emergente y la dominante. Los Estados Unidos empezaron a prepararse para una guerra fría con China. Puede que los chinos se estén preparando para una caliente. No considerarlo es suicida.