Mathew Parris ha escrito una importante tribuna en la revista ‘The Spectator’. Este autor hace una reflexión desde una experiencia personal bastante terrorífica, en la que estuvo a punto de morir congelado, sobre la profunda crisis que vive el Reino Unido. Una crisis cuyos síntomas son ya evidentes: quiebra del sistema de salud y de previsión social, deuda y gasto público desmesurado, estatismo generalizado que no incentiva el trabajo ni el ahorro, ni tampoco las vocaciones empresariales. Un panorama que con sus matices se parece mucho al de España.
Parris sostiene que la muerte por congelación es hasta dulce. Según narra fue abandonándose a un sopor, a un sueño cuyo final es la muerte. Su conclusión es que sólo un shock, algo tremendamente brusco –disruptivo es la palabra de moda–, podrá hacer que nuestras sociedades resuciten y se encaminen hacia las políticas sensatas –pero también valientes– que tanto echamos de menos.
En España vivimos un estatismo que provoca un sadismo fiscal que nos lleva a una de las mayores presiones fiscales del mundo. El gasto público y la deuda están absolutamente descontrolados, y las comunidades autónomas son cada vez más irresponsables e insolidarias, si es que lo han sido alguna vez. La asfixia de lo público frente a lo privado es total. Hemos multiplicado en algo más de por dos la deuda pública en apenas una generación. Nuestros datos sobre los jóvenes son escalofriantes: campeones en paro, fracaso escolar y en edad de emancipación. Sólo con una inmigración descontrolada crece la población pero haciendo que los salarios no crezcan, ni la productividad, ni la renta per cápita (llevan estancadas desde 2005). Nuestras clases medias cada vez lo son menos y más apuradas.
Ante esto hay que preguntarse sobre el shock que nos puede sacar de esta muerte lenta, y para algunos bonancible. Algunos sólo vemos en VOX un partido con afán de cambiar este rumbo fatal. VOX puede y debe ser el shock. Hoy, desde un apoyo importante, pero minoritario, y mediante la apertura de debates absolutamente necesarios que creen un caldo de cultivo, una base social que acepte el cambio de rumbo necesario. VOX crecerá, en mi opinión, si sigue haciendo pedagogía sobre la crisis social y económica que muchos viven y unos cuantos ignoran.
En estos días se ha producido un ejemplo muy claro con el último debate entre Monasterio y Ayuso en la Asamblea de Madrid. La primera preguntó sobre los servicios sanitarios que se ofrecen a los extranjeros no regularizados, y Ayuso le reprochó que no tenía corazón. Este es el tono del debate. En lugar de dar cifras –gestionar el problema– simplemente se hace tabula rasa y se resuelve con sentimentalismo (populista, este sí de la peor especie).
VOX debe consolidar su voto en las próximas elecciones, lo cual no es fácil dado el tsunami anti-Sánchez que se esta montando, y por la fuerza del Partido Popular en los medios de comunicación, sobre todo cuando hay campañas electorales. La consigna es que cualquier desviación en el esfuerzo anti-Sánchez se considera poco menos que un delito de lesa traición. Pero esto son cuestiones circunstanciales, tácticas electorales. Hay que seguir mirando para adelante, hacia el futuro y asumir la altísima responsabilidad histórica que tiene VOX: abrir en canal todos los fundamentos en los que se basa el consenso suicida que está matando nuestra sociedad, aunque sea dulcemente.