El progresismo no encuentra su origen histórico en Marx, el “padre del odio”, sino en una profundización del liberalismo, sobre todo el anglosajón, y autores como Aleister Crowley, Virginia Woolf, y William Burroughs, que promovían abiertamente encuentros sexuales sin límites, la disolución de la familia, el homosexualismo, el uso de drogas y el satanismo.
Este tipo de pensamiento demoledor de las tradiciones occidentales encuentra uno de sus nexos con el post marxismo en dos personajes: Antonio Gramsci, y Simone de Beauvoir.
El primero no aportó contenidos, sino más bien estrategias estructurales, ubicando la lucha marxista de vieja escuela, la de pobres contra ricos, al nuevo ámbito de la educación y la cultura, envenenando desde su formación a la juventud e instrumentalizando a los profesores.
Así, el “padre del odio”, seguía en otros frentes incitando la división y la confrontación social violenta, y por tanto, debilitando a los Estados-Nación estructuralmente.
La segunda fue una liberal de cuna marxista que inventó un feminismo basado en que la mujer ganara dinero y en la disolución de la familia natural.
No debemos olvidar la nefasta influencia de Ayn Rand, rusa naturalizada norteamericana. La abuela de todos los “liber-progres”, fue una filósofa atea y anarco-capitalista que promovía el máximo individualismo y el egoísmo.
Apoyaba decididamente el aborto, entendiéndolo equivocadamente como “un derecho”, y alegando que un embrión no es un ser humano, que éste sólo es sujeto de derecho al nacer, y que nadie debe meterse con lo que la mujer desea hacer con “su cuerpo”.
Dicho de otra manera, es el cerebro de la narrativa que hoy repiten las hordas aborteras que portan un trapo verde.
Anton Lavey, estadounidense fundador de la Iglesia de Satán, dijo textualmente que la religión que practicaba era la filosofía de Ayn Rand, a la que sólo había añadido rituales y ceremonias. Por lo que para ambos personajes “libertarios” y satánicos están estrechamente ligados.
El progresismo puede hundir sus más profundas raíces hasta llegar a la Ilustración y a la Revolución Francesa, expresiones culturales donde nacen los cimientos del liberalismo y de la izquierda contemporánea, que se ven agravados en la Modernidad, en mucho, no por la separación Iglesia-Estado, sino por la extirpación de toda religiosidad en la vida cotidiana, o por enclaustrar la espiritualidad paredes adentro.
La Modernidad además expulsa a Cristo y a la Virgen como centro de la vida social, sustituyéndolos por la diosa Razón, lo que ha derivado en una racionalidad instrumental que cosifica al ser humano, y afecta su dignidad y plenitud, como hasta la propia escuela de Frankfurt lo reconoce en pensadores como Horkheimer y Adorno.
Sin embargo, la agenda progresista posmoderna, es impulsada básicamente por los nuevos supremacismos socialistas -el supremacismo homosexual, el supremacismo feminista y el supremacismo afroamericano- cuya función es polarizar intestinamente a las sociedades, confrontando a heterosexuales contra gays, mujeres contra hombres y a blancos contra afrodescendientes.
El progresismo, por supuesto, también enarbola el aborto, la ideología de género, y la cultura de la cancelación. Todo lo cual –supremacismos y estas banderas– son, primero, una gran industria que arroja jugosas ganancias. Pero su resultado principal es la destrucción de los valores de Occidente, degenerar la moral de la cristiandad.
Estos fenómenos sociológicos son capitalizados a nivel geopolítico principalmente por el Partido Comunista de China (PCCh), en su lucha sin tregua y en todos los frentes, por llevar a su país a la hegemonía mundial, o más exactamente, a un Nuevo Orden Mundial: China está recogiendo lo largamente sembrado por Soros, Rockefeller y Bilderberg, globalistas “liber-progres” que han auspiciado la destrucción de la familia natural, de la religiosidad, del matrimonio, del patriotismo, del nacionalismo, y en general de cualquier valor tradicional occidental.
Para el naciente imperio comunista del Dragón Rojo es mejor que el mundo a conquistar esté desmoralizado, sus costumbres degeneradas y con acentuados conflictos internos en todas las naciones.
Tales bases ya están sentadas y en ello ha contribuido bastante el Partido Demócrata de los Estados Unidos durante décadas de globalismo, pero sobre todo ahora, con Joe Biden y Kamala Harris en el poder, tiempos en que desde el gobierno se apoyan los supremacismos socialistas (entre ellos a Black Lives Matter y Antifa), y se trabaja de la mano de una parte del deep state, el Big Tech y sus absurdas “normas comunitarias” que cancelan a quien disiente; de Hollywood, el mainstream media,Wall Street y cientos de universidades con ideología progresista y cuya punta de lanza es la Teoría Crítica de la Raza (CTR, por sus siglas en inglés).
Los liberales (del Partido Demócrata) en Estados Unidos ven mezclada su ideología, propuestas y objetivos sociales, progresistas, con las del socialismo. No hace falta ir más lejos que ver a Bernie Sanders y a Alexandría Ocasio-Cortez para saberlo. Pronto argumentarán también en contra de la propiedad privada en aras del colectivismo.
El progresismo, una de las caras posmodernas del socialismo post marxista, le facilita el camino al PCCh para imponer nuevos paradigmas sociales y políticos. Al Dragón Rojo sólo le basta retomar las cosas en Occidente donde fueron conducidas por los globalistas y acentuar los puentes entre la revolución progresista en curso y la revolución cultural de Mao Zedong.
China es el país que más abortos habría practicado a lo largo de la historia, desde que impuso su ley de un solo hijo, orillando a las familias a abortar a incontables niñas. Un crimen de proporciones espeluznantes alentado desde el Estado, pero que le va bien al pensamiento progresista: China le aporta a la subcultura woke la normalización de asesinar a un ser humano en formación, en el vientre de su madre, como práctica de biopoder.
Sin embargo, Occidente está reaccionando: hoy en día marcha bien el movimiento Make America Great Again (MAGA), llamado ahora también “Save America Again”, de Donald Trump, el rostro político más poderoso, les guste o no a muchos, de la defensa de los valores tradicionales del mundo de la cristiandad, léase de Occidente: Dios, la religión, la Patria, la familia, la libertad de expresión, el derecho a la propiedad privada, a la legítima defensa, fronteras seguras y migración legal.
MAGA es mucho más que el grupo que controla al Partido Republicano, es una manifestación político-cultural ya de alcance universal, que entroniza el nacionalismo, el patriotismo, la libertad religiosa, la libertad de expresión, el combate a la cultura de la cancelación y a toda manifestación woke. Y GETTR es una de sus principales herramientas de combate y de comunicación.
En España, por supuesto, Vox es la auténtica resistencia a las izquierdas nefastas, y su lucha por los valores occidentales va dando frutos electorales cada vez mayores, justo como los que dará el “Grand Old Party” (GOP) en Estados Unidos, que obtendrá espacios en la Casa de Representantes y en el Senado en las elecciones intermedias de 2022.
La derecha necesita organizarse y sumar fuerzas, en América tanto como en Europa, y estrechar lazos permanentes con urgencia. Apremiante es reivindicar aquello que somos, la cristiandad, y defender nuestras tradiciones y cultura, primero, ante las nuevas izquierdas, que son los tontos útiles del PCCh, y segundo, ante el mismo Dragón Rojo, cuyo avance económico, tecnológico y militar, va avasallando poco a poco a las culturas nacionales en el mundo en desarrollo.