«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Ilicitana. Columnista en La Gaceta y El País de Uruguay. Reseñas y entrevistas en Libro sobre libro. Artículos en La Iberia. Autora del libro 'Whiskas, Satisfyer y Lexatin' de Ediciones Monóculo.
Ilicitana. Columnista en La Gaceta y El País de Uruguay. Reseñas y entrevistas en Libro sobre libro. Artículos en La Iberia. Autora del libro 'Whiskas, Satisfyer y Lexatin' de Ediciones Monóculo.

El hundimiento

25 de febrero de 2025

En el crepúsculo de su vida, Mitterrand, «político de luces largas» (ABC dixit), hizo una serie de declaraciones a Georges-Marc Benamou que jamás son recordadas por el pelotón spengleriano del negroni. Una de ellas se refería a los Estado Unidos: «Francia no lo sabe, pero estamos en guerra con América. Sí, una guerra permanente, vital, una guerra económica (…). Sí, son muy duros los americanos, son voraces, quieren un poder no compartido sobre el mundo. Es una guerra desconocida, permanente, sin muertos aparentemente, y sin embargo, a muerte».

Han pasado tres décadas desde que esto se dijo y algunos parecen haberse enterado la semana pasada de cómo funciona el asunto. Con la salvedad de que, ahora, a la potencia estadounidense habrán de sumarse otras. En dicha declaración se resume en qué consiste el cacareado «sistema de normas» que ha regido Occidente desde 1945. Sistema que alcanza su paroxismo durante los años que siguen a la implosión soviética, justo el momento en que Mitterrand se confesó ante Benamou. Si alguien creyó de buena fe en la «multilateralidad» y el «orden plural del diálogo» (por lo menos habrá un columnista, un eurodiputado y dos profesores de Filosofía del Derecho), deberíamos plantearnos la creación del premio Norit a la inocencia y empezar el reparto de galardones. Enternece leer en el antiguo diario conservador que con Trump y Putin vuelve la vieja doctrina de los «espacios de hegemonía». Esto es casi como decir que vuelven las Converse o el pantalón con pata de elefante. ¿Acaso se fueron del todo? ¿Qué es la guerra de Ucrania si excluimos el factor de la esfera de influencia tan penosamente manejado por la Administración norteamericana o, más bien, por la ciénaga que la asesora? 

No parece que los demócratas hicieran excesivo caso a un informe de la Corporación RAND publicado el año 2000 (Ukraine and the Caspian. An Opportunity for the United States). En el documento, que entre otras cosas analizaba los beneficios que tendría para Ucrania —y para los Estados Unidos— ir hacia la independencia energética, se advierte del error que supondría recurrir a la OTAN u otros aliados para contrarrestar la influencia rusa. La confrontación con Moscú no era deseable por aquel entonces y se buscaba conseguir la «soberanía ucraniana» pacíficamente o, por lo menos, con la mínima carga posible de tutelaje occidental. En 2019, RAND vuelve a publicar otro informe (Overextending and Unbalancing Russia) que no es sino una hoja de ruta; una lista de las «debilidades» que deben explotarse para conseguir la derrota del gigante eslavo y que, obviamente, ha sido seguida con algunos éxitos.

Entre ambos informes pasaron casi dos décadas y la influencia norteamericana sobre Ucrania no dejó de aumentar. Lo que a principios del milenio se veía como una «unfortunate option» terminó imponiéndose como la única opción posible. La reacción rusa ha ido yendo en paralelo y la invasión de su vecino, por criminal o contraria que sea al sistema de reglas, no es una ocurrencia extemporánea o una delirante reedición de partes escogidas de la Segunda Guerra Mundial con su Churchill, su Chamberlain, su Hitler y su Polonia para llevar.

A Trump no le interesa mantener la guerra de la ciénaga, que es la de sus adversarios políticos y la de una UE que se ha equivocado por enésima vez y gobierna contra sus ciudadanos. Veremos si se congela la línea del frente o qué tipo de paz se negocia. De momento, es inaudita la utilización del asunto para tejer un cordón sanitario contra los partidos patriotas al alza en Europa, entre ellos VOX. Diríase que para algunos lo que ocurra con Ucrania casi es lo de menos, mientras puedan explotar la narrativa para echar leña al fuego de la diabolización.

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