«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Madrileña, licenciada en Derecho por la UCM. En la batalla cultural. Española por la gracia de Dios.
Madrileña, licenciada en Derecho por la UCM. En la batalla cultural. Española por la gracia de Dios.

El modeloquenoshemosdado

7 de diciembre de 2024

El español es injusto consigo mismo por definición. Ya lo dijo Bartrina: «Si habla mal de España es español». Qué triste sentencia, pero qué real. Nos han dicho toda la vida que somos muy malos para los idiomas y no tengo claro que sea verdad. Es cierto que muy pocos presidentes del gobierno han hablado inglés, y aquel en el que estamos ahora mismo pensando todos ya nos gustaría que estuviera callado en cualquier lengua. También es verdad que el español de cierta edad pasará a mejor vida con la asignatura pendiente de haberse puesto en serio con el inglés. Pero ahí tenemos el ejemplo de Aznar, que se puso a trabajar en ellou y desde entonces dice tonterías en español y en inglés.

Pues sí, eso de que los españoles no tenemos oído para los idiomas seguro que es otro ataque de los anglos que tenemos que soportar. Señor, what patience! Yo vengo dispuesta a demostrar que el español es el ser con más oído para las lenguas del planeta Tierra. Nosotros recorremos la piel de toro, y estamos cambiando de idioma de forma constante, así hasta 17 veces, si no más. Y nos entendemos perfectamente. Esta semana he descubierto que hablo andaluz, extremeñu, cantabru… Hace dos semanas viajé al interior de Asturias y me manejé de maravilla. Fui a pagar en una gasolinera me pidieron la tarjetina y la di como si hubiera nacido allí. ¡Qué cosa! ¡Con lo diversa y plural que es España que seamos capaces de comprendernos con tanta facilidad! Sin duda somos seres superiores. A Galicia fui durante mi juventud muchísimos veranos, y en esa época es cierto que el gallego de los pueblos era para no entender ni papa –a mí me sonaba maravilloso–, pero fue construir el gallego batúa, y de luxo. Cómo sería que conseguimos entender hasta a Manuel Fraga. Por otro lado, el panocho nunca ha tenido secretos para mí, no sé si será porque en realidad no se habla o porque no me he movido en los ambientes adecuados.

El euskera reconozco que lo desconozco por completo y así seguiré para los restos. De los diferentes vascuences que se hablaban en determinados valles y que eran diferentes entre sí porque eran naturales, al euskera batúa prefabricado para justificar la más repugnante ideología racista jamás habida, antes aprendo a hablar esperanto. Reconozco que la sociedad vasca actual me hace sufrir. Aquí no me cabe el sentido del humor. Se sustenta sobre la paz de los cementerios y arrasa Navarra. Y esto está pasando desapercibido. Hay que reconocer que saben hacer el mal y que a millones de españoles todo les importa un pimiento. Aunque muchos sí nos importa, cada vez más. Tenemos trabajo.

Cuando viví en Barcelona empecé a aprender catalán, pero luego, ya en Madrid, entré a trabajar a una empresa francesa donde me hacían estudiar francés –el catalán es un intermedio entre el español y el francés o eso me pareció–, se me mezcló todo en la cabeza y quedó en un ni pa ti ni pa mí. Al margen de esta nota autobiográfica que no me deja en buen lugar, todo lo que tengo que decir es que han hecho del catalán un idioma antipático y es una pena. El pancatalanismo que arrasa con el valenciano, el mallorquín, el ibicenco y menorquín lo aborrezco. Y, por supuesto, con el español en las escuelas. Nunca podrán con el español –el idioma construido entre todos los españoles a través de los siglos a partir del castellano–, pero sí están haciendo un daño irreparable a miles de niños.

He hecho un mínimo repasito de idiomas hablados unos, inventados otros y me he dejado en el tintero un montón. Como diría Pla, ¿y esto quién lo paga? ¡Nosotros! ¿Quién si no? Si supiéramos cuánta gente vive de este cuento, se nos quedaría más cara de idiota de la que tenemos.

Otra pregunta de interés, además de la económica. ¿Qué papel juegan los idiomas estos en la vida política española? Un papel fundamental. En el pernicioso sistema autonómico, que a estas alturas ya podemos asegurar que no se creó para descentralizar a la administración del Estado y hacer la vida más fácil del ciudadano, sino para desgajar políticamente España con un éxito que ni ellos imaginaban, es necesario crear diferencias. Si dos regiones son idénticas, ¿qué sentido tiene que sean comunidades autónomas distintas?

En esto consiste el sistema autonómico, en exacerbar la diferencia, en competir entre regiones, en relacionarse con el Estado de manera bilateral. Un Estado elefantiásico y carísimo incapaz de reaccionar con agilidad ante problemas graves. El modelo quenoshemosdado acabará con nosotros si antes no le ponemos freno.

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