«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

El peligroso ultra Pedro

18 de noviembre de 2023

Cuando en la noche del viernes la policía disolvía la concentración en la calle Ferraz, ya nadie protestaba. Lo que se tenía que decir se había dicho. Los que habían quedado, poca gente ya, tomaban Marqués de Urquijo arriba pensando qué cenar, si cenar y repetían con cierta melancolía los argumentos para regresar al día siguiente. El resplandor de las muchas lecheras —casi una para cada manifestante remanente— le daba a Madrid un aire de Broadway totalitario.

Una persona destacaba entre los demás porque se dirigía a los policías, se encaraba. Un joven les mostraba un móvil con fotografías de hematomas y magulladuras. Eran suyos y pedía una explicación. Airado, sin llegar a resultar retador: «¿Alguien va a responder por esto?». No obtenía respuesta. Los silenciosos hombres de la UIP emiten pocos sonidos. Comandos imperativos. «Caballero, circule». Así que las preguntas del joven chocaban contra las viseras de los cascos y quedaban en el aire, para quien las quisiese recoger.

Solo había que preguntar. Aplicar un mínimo de (ejem) periodismo sobre la situación. ¿Qué golpes te dieron? ¿Y por qué? ¿Y cuál es tu nombre?

El joven se llama Pedro y los moratones y magulladuras habían sido causados por los golpes de los policías dos noches antes. Él no hizo nada, explica. Se quedó solo cuando ya habían empezado los movimientos y entre varios policías le rodearon y golpearon. Le hicieron mucho daño y sin motivo.

El aspecto de Pedro no es amenazante. Todo lo amenazante que puede resultar un joven de 20 años que estudia tercero de Físicas y Matemáticas en la Universidad. Es dulce al trato, tímido incluso. Un coquito, un cerebro, hijo de inmigrantes ecuatorianos.

«Vengo todos los días». No hay distintivos en su ropa, tatuajes o complementos que indiquen que forma parte de alguna familia de la derecha tradicional. Solo es joven. «Vengo por nuestro futuro, porque nos revientan el futuro». Aunque también defiende a sus padres, un legado. «Mis padres llevan veintidós años currando aquí, cotizando, y no quiero que todo eso se pierda». Llegaron de Ecuador, viven en Vallecas, y él, honrando el pasado, ansiando un futuro, amando a sus padres, es un patriota. «Yo soy español».

Lo sucedido, la paliza, el abuso policial ha despertado en él una indignación tan cívica como personal. Un sentimiento de injusticia perceptible en el temblor en su voz. «Yo creía en ellos. Estuve en el mitin y entonces nos defendieron». Se refiere al que Santiago Abascal dio en Vallecas, su barrio, en 2021, cuando la policía tuvo que actuar porque unos radicales de izquierda lanzaron piedras y objetos.

Ahora intenta explicar lo que vio, darle sentido. «Eran gente de temática (?) nazi vestidos de policía». Pero la furia empleada quizás respondiera a otra cosa. «Si hacían eso era por algo. Porque tienen miedo». ¿Miedo de que crezca? Pedro le da vueltas mientras apura una caña con nosotros. Una simpática mezcla la suya: maneras de muchacho, humilde orgullo cívico. Cuando se despide, la energía es otra y sentimos que el país debe ser suyo.  

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