«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Periodista, documentalista, escritor y creativo publicitario.
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El porno y los niños

18 de enero de 2024

Desde aquí celebramos que el Gobierno quiera prohibir el porno a los menores de edad. Y esperamos ansiosos el siguiente paso —que no se va a dar—, y es que lo prohíba también a los pajilleros cuarentones. 

La cacería contra el tabaco es brutal, indiscriminada y desproporcionada. Lo último que quieren prohibirnos ahora es poder disfrutar de ese pequeño vicio en las terrazas de los bares. Sociedad de ofendiditos controlando hasta el aire libre. 

Y lo que no se entendería es que el Estado, que se entromete en nuestra salud física —persiguiendo azúcares y maravillosos brebajes de alta graduación—, no lo hiciera con algo que es intrínsecamente malo para nuestra salud psíquica y espiritual. 

El porno es malo para el que lo produce y para el gorrino insatisfecho que lo consume. Es una cosa triste que, además de humillar a la mujer y embrutecer al hombre, arrebata al sexo lo más preciado que tiene: la carnalidad. Y de repente uno se descubre dando pena frente a unos píxeles de pésima calidad. 

El porno debería prohibirse por un tema de salud pública, sí, pero por el mismo motivo también se tendría que dejar de dispensar preservativos a los adolescentes, o de producir series que animan al niño a descubrir lo que ahora el Gobierno quiere prohibirle.

El problema es que a esos que ahora quieren prohibir el porno a los menores en realidad el porno les parece fenomenal. Para ellos el sexo es un divertimento. No ven problema alguno en que las mujeres hagan de zorras y los hombres de cerdos. ¡Esta fauna les encanta! 

Lo que ocurre es que, no pudiendo esconder el efecto devastador que causa la pornografía en aquel que la consume, han pensado que sería bueno prohibirla a los menores para que no se diga que no hicieron nada, dándoles a entender además que cuando sean mayores podrán hincharse a ver tetas y marranadas —como hacen ellos ahora— pero hasta entonces, no se sabe muy bien por qué, toca guardar el pajarito. 

Y aunque los motivos sean equivocados, la conclusión es correcta. Y que a un niño —o a quien sea— se le dificulte el consumo de ese sexo triste siempre es motivo de alegría

Y también es verdad que, puestos a elegir, mejor prohibirlo a quienes todavía están a tiempo de no embrutecerse como sus padres. ¡Quién sabe si gracias a esta ley, algún chaval se salva de acabar dentro de diez años más enfermo que los cochinos cincuentones que se van de turismo a Tailandia porque aquí las únicas que los soportan tienen arrugas y su misma edad! 

Y es esa posibilidad la que nos lleva a aplaudir la nueva propuesta del Gobierno. Si Nacho Vidal se escandaliza del porno que se hace hoy, con el de dentro de diez años le va a dar un infarto, si es que las drogas no lo han matado antes. 

Hombres tristes, familias rotas, incapacidad para amar, mujeres maltratadas, sexo violento, aberraciones abyectas, engendros humanos, violaciones… sí, ya sé que no todo es culpa de la pornografía. Pero también sé que la pornografía tiene un papel muy importante en todo ello. 

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